El próximo domingo se celebrará el Día de la Madre. A propósito, tres de ellas cuentan sus vivencias. En Santo Domingo de los Tsáchilas, Carmen Morales, Nelly Miñaca y Marlene Vera se han convertido en un ejemplo de superación y entrega a sus familias. Simbolizan a esa nueva madre que, según la psicóloga clínica Amparo Vaca, es más activa en la sociedad ecuatoriana.
Antes se la asociaba exclusivamente con los quehaceres del hogar y la crianza de los hijos.
En la actualidad, el papel de la madre va más allá. “Está siempre en búsqueda de más protagonismo, especialmente en el laboral, social y aunque con menos participación también en lo político”.
La especialista agrega que la madre es más influyente en las decisiones de su pareja, cuando se trata de una familia bifuncional (mama/papá).
En las funcionales, en cambio, es madre y también debe hacer las veces de padre. Esto no lo ha asumido como una carga, sino con responsabilidad y amor.
Las madres se han hecho más independientes de sus ex parejas y generan recursos propios.
“Hoy las madres rompen perjuicio y se empoderan de su vida. Llevan la batuta de decisiones trascendentales. Es más protagónica como mujer y como madre”.
Por eso, insiste la psicóloga, el Día de la Madre debe ser un justo homenaje a ese rol que tiene en la sociedad y no debe ser visto desde lo comercial. Es decir regalándoles electrodomésticos, vajillas de platos o teléfonos celulares.
“Las madres han logrado alcanzar sus sueños profesionales sin descuidar sus responsabilidades como madres y eso es algo que se debe destacar”.
A través de sus historias, el quincenario Santo Domingo-Esmeraldas de EL COMERCIO rinde un homenaje a todas las madres que se aprestan a celebrar su día.
‘Soy una mujer realizada’/Nelly Miñaca, propietaria de Panadería Nelly
Llegué a Santo Domingo hace 16 años de Quito. Mi padre fue el de la idea. Yo siempre me interesé por la cocina y la pastelería, preparaba bocadillos para mis hijos.
Lo que empezó como un pasatiempo , luego se convirtió en un negocio. Necesitaba un trabajo que me permitiera tener ingresos, pero también estar con mis niños que son todo para mí.
Mis hijos fueron el empuje que necesitaba. Con un horno y una vitrina abrí la panadería ‘Nelly’. Al inicio fue muy duro, pero salimos adelante.
Casi sin darme cuenta, el negocio fue creciendo fructíferamente. Con las ganancias que dejaba la panadería ayudaba a cubrir los gastos estudiantiles de mis hijos. De hecho ahora he conseguido muchas cosas gracias a ellos. Jaime, mi hijo menor, se encarga del marketing y Valeria es especialista en pastelería.
Trabajamos en familia y me gusta porque así puedo estar pendiente de ellos. Es que uno nunca deja de ser madre, aunque los hijos sean grandes.
Gracias a ellos me siento realizada como mujer. Tengo mi negocio sin descuidar mi deber de madre y esposa.
‘Somos docentes y psicólogas’/Carmen Morales, mensajera y ama de casa
El ser madre le cambia la vida a cualquier mujer. Mis tres hijos son mi razón de vivir y por los cuales lucho día a día. Aunque debo confesar que no es nada fácil.
Me levanto a las 04:00 para hacer el desayuno para mi esposo y para mis hijos. Luego debo preparar el almuerzo porque al mediodía no tengo tiempo.
Trabajo en un estudio jurídico como mensajera durante la mañana. El poco momento que tengo libre colaboro en las oficinas cercanas haciendo la limpieza.
Trato de ganarme la vida de diferentes maneras. Haciendo mandados, pagando recibos…
Cada dólar lo cuido y ahorro para los estudios de mis hijos. Y es que como madres tenemos tantas cosas que hacer que nos falta día para cumplir con todo.
Además, ejercemos varias profesiones al mismo tiempo. Somos docentes, psicólogas, chef, aunque empíricas.
Para ser madre no hay colegio. Se aprende sola. Aún recuerdo la primera vez que bañé a mi primera hija y no sabía cómo cogerla. Era tan resbalosa su tierna piel que me daba miedo que se me cayera. Pero el amor que le tenía me hizo aprender.
‘Los hijos son un regalo de Dios’/Marlene Vera, madre con niños especiales
La dificultad de ser madre es opacada por el amor que se siente hacia los hijos.
Tuve mi primer regalo de Dios a los 25 años. Josué llegó en un momento bonito de mi matrimonio. Lo esperamos con mucha ilusión.
Cuando nació los médicos nos dijeron que tenía una grave discapacidad. Yo no dejaba de llorar todo el día y toda la noche. Sin embargo, cada vez que lo veía me daba tanta fuerza para seguir adelante. Un día tomé la decisión de no volver a llorar. Era hora de comenzar a trabajar por él y para él.
Mi esposo no tenía un sueldo seguro como electricista. Por eso siempre he buscado formas para ayudar con los gastos.
A los 4 años, tuve a mi segundo hijo, también nació con una deformidad. No tenía desarrollados todos los huesos de su pie izquierdo. Esto ya me preocupó mucho, investigué el caso y los médicos coincidieron que es hereditario.
Lamentablemente, a Josué, mi primer hijo le tuvieron que amputar la pierna y a Jhonatan su pie. Pero esto no ha sido un impedimento para que me sienta orgullosa de ellos.
Ahora estudian, me ayudan en casa y son los mejores hijos que Dios me pudo dar.