Juan Chipantiza guarda el maíz en una de estas bolsas, para evitar que el grano se dañe. Le ayuda José Lluglla. Foto: EL COMERCIO
En la casa de Juan Chipantiza, de 72 años, la cebada, el maíz, el trigo y en ocasiones las papas y las ocas se guardan en cuatro shigras. Así se aseguran de que se mantengan frescas y no se contaminen en el piso.
Estos bolsos tejidos con hilos de cabuya y decorados con colores se cuelgan en un madero del tumbado de un pequeño cuarto con paredes de bloque y techo de teja. En el poblado, ubicado al suroeste de Ambato, en Tungurahua, el uso de la shigra está ligado a las mujeres.
Juan dice que este bolso es de gran utilidad en la comunidad Pungoloma, en la parroquia Pasa, aunque está perdiendo vigencia en las jóvenes. “La prenda autóctona indígena es reemplazada por mochilas, saquillos, carteras y fundas plásticas. Antes, la gente guardaba ahí los granos para la siembra y los almacenaba para la época seca. Ahora somos pocos los que la utilizamos en el pueblo”.
Cuenta que hace 10 años, más de 20 artesanas se dedicaban a elaborarlas en la comuna de casas dispersas. Ahora, cuatro personas mantienen esa habilidad. Mercedes Chipantiza guarda los secretos de la elaboración de la shigra. Las hace con dos agarraderas a los costados, pero también teje las tradicionales, que tienen una agarradera alargada que se usa para colgarla en el cuello.
La matrona de 55 años, se resiste a que esta actividad ancestral se pierda. Su familia estuvo ligada por más de 100 años al tejido, especialmente las mujeres de la casa. Ella hace shigras para su uso personal. “Aquí guardo lo que compro los lunes (días de feria en Ambato), las semillas y el grano”.
Mercedes dedica a diario una a dos horas para dar la forma redondeada a la prenda. Emplea colores morados, azules, verdes, rosados, amarillos, cafés, etc.. Los tonos tienen significados y están relacionados con la tierra y la naturaleza. Además, se plasman figuras como llamas o caracoles, por ejemplo.
Con una aguja mediana ella cruza la hebra y va uniendo puntadas. Mercedes viste anaco azul, blusa blanca y reboso negro. Su tía Rosa le enseñó cuando tenía 12 años y desde entonces no ha dejado de confeccionarlas. Las cose en forma circular hasta obtener el bolso.
Poco a poco, esta prenda se introdujo en la vestimenta de la población mestiza. Las chicas las compran, especialmente las extranjeras. El diseño que más se aplica es el zigzag y el caracol. El costo de una shigra mediana es de USD 20; la pequeña, USD 8 y la grande, USD 30.
Adriano Sánchez, párroco de Pasa, cuenta que la shigra es otro de los elementos que identifican a la mujer indígena. Antes, ellas no contaban con otros objetos para guardar sus semillas o los granos para la alimentación y usaban este bolso. “Su confección es milenaria, al igual que su cultura”.
Se calcula que más del 70% de la población indígena dejó de utilizarla como lo hacían sus ancestros. Ahora las han reemplazado con fundas o baldes plásticos, canastas, saquillos.
Hay personas que aún las usan para llevar desde sus casas habas, choclos y mellocos cocinados, por ejemplo, para comerlos en las largas jornadas de minga o de fiesta. También hay quienes la emplean como para intercambiar productos.
Para vender las confecciona María Díaz, de 57 años. Cada ocho días elabora una shigra pequeña y en la grande se tarda un mes. “Solo usamos horas para tejer, el resto del tiempo lo empleamos en el trabajo agrícola y el cuidado de los animales menores”.