Seis buses recorren cada día la comunidad Chuchuquí, en el cantón Otavalo, en Imbabura. En esta localidad, de casas diseminadas entre las parcelas agrícolas, viven 1 250 personas.
Un bus ingresa y otro sale en la mañana. Igual sucede al mediodía y en la tarde. Pero, los seis turnos no cubren las necesidades de movilización. Por eso, los comuneros solicitaron hace dos años que se ampliara el número de frecuencias.
Pero, con la llegada de la pandemia, el pedido quedó en suspenso, explica José Otavalo, presidente de la comuna.
El mes anterior, seis agentes y funcionarios de la Empresa Pública de Movilidad del Norte (Movidelnor) fueron secuestrados en Chuchuquí, según la denuncia en la Fiscalía.
Esa fue la reacción de un grupo de personas, luego de que los uniformados retuvieron un carro particular de un vecino, que aparentemente laboraba como transporte informal.
Los campesinos de Chuchuquí tienen que esperar varias horas para que llegue un bus. Y, cuando tienen una necesidad apremiante, prefieren caminar hasta la Panamericana, para tomar otro vehículo en esa vía.
Así lo hace Elisa Piedra. A esta vecina de Chuchuquí le toma 25 minutos bajar desde su casa hasta la ‘Pana’. La mujer lleva en sus brazos a su hijo, para que reciba terapias físicas y ocupacionales, entre tres y cuatro días a la semana.
Piedra camina hasta la vecina comuna de Capalquí. Ahí hay buses cada 20 minutos.
En esta zona existen 12 localidades agrupadas en la Unión de Comunidades de Eugenio Espejo. José Otavalo, que también es presidente de la organización, señala que, mientras los moradores de las zonas bajas pueden tomar buses, en la carretera Panamericana los habitantes de la zona alta enfrentan otra realidad.
Dennis Romero, gerente de Planificación y Transporte de Movidelnor, comenta que los horarios de las operadoras son asignados de acuerdo con un estudio de factibilidad.
En el cantón Otavalo operan dos empresas de buses de pasajeros, que cubren la zona urbana y rural. Pero, este servicio llega solo a las localidades cercanas al casco urbano, señala la concejala Aída Marcillo.
En Quichinche, una de las parroquias rurales más extensas de Otavalo, sectores como Padre Chupa, Minas Chupa, Motilón Chupa y Taminanga, entre otras, no cuentan con buses, camionetas o taxis.
Entre los factores, agrega la edil, están las largas distancias, el tiempo y los costos, que no permiten implementar el servicio de traslado. Según Marcillo, por esas razones hay personas que usan sus vehículos particulares para cubrir esa falta de transporte público.
Nelson F., de Motilón Chupa, es propietario de uno de los dos carros que cubren el servicio de transporte de 28 familias del sector. Desde esa localidad hasta Otavalo hay 40 kilómetros de distancia. La vía es de tierra y el recorrido dura aproximadamente 75 minutos.
En dicha localidad se cultivan zanahoria, camotes, limones, naranjilla y aguacates, que los habitantes sacan a los mercados los fines de semana.
Hay otros poblados que no cuentan con una línea de buses, debido al mal estado de las vías. Así señala Manuel Catucuago, presidente de la Federación de Indígenas y Campesinos de la Sierra Norte.
En la comunidad de Pijal, en la parroquia González Suárez, por ejemplo, por el pésimo estado del camino de tierra dejaron de entrar los buses.
El dirigente, Lucas Gonza, cuenta que la única operadora que tiene asignada esta ruta dejó de prestar el servicio, primero de lunes a viernes y luego el fin de semana.
Cuando necesitan salir de la comuna deben caminar hasta la Panamericana para tomar un bus. Para los 3 000 habitantes, el adoquinado de la vía, de 5 kilómetros, es una obra que anhelan hace más de un lustro.
En el vecino cantón Cotacachi, una nueva operadora implementa el transporte de pasajeros desde la urbe hacia los poblados rurales, desde mayo último. Según Luis Echeverría, presidente de la empresa Transolnor, solo tienen seis unidades, que cubren tres rutas. Pero, para llegar a las 45 comunas, necesitan la autorización para 13 unidades más.
No obstante, Dennis Romero señala que la compañía recibió el permiso de operación por orden judicial, por lo que para determinar las frecuencias se necesita de un estudio.
El dirigente Fernando Guandinango recuerda que antes, para movilizarse, utilizaban taxis o camionetas. De la comunidad de El Cercado, que tiene 1 300 habitantes, ahora sale un bus cada hora.
El dirigente del cabildo, Pedro Fernández, señala que en esta ruta están comunidades lejanas, como Batán, Azaya, San Pedro y Tunimbamba, que son beneficiarias de este nuevo servicio de transporte.