La programación religiosa se inició el fin de semana último en la comunidad del Chota. Fotos: Washington Benalcázar/EL COMERCIO
Entre hoy y mañana, los indígenas de Cotacachi (Imbabura) inician las peregrinaciones nocturnas desde sus comunidades hasta la zona urbana.
Los kichwas trasladan a hombros las esculturas de cristos, vírgenes y santos de sus capillas hasta la iglesia matriz.“Se trata de una tradición centenaria, previa a la procesión general de Viernes Santo”, explica Amílcar Proaño, jefe de Cultura del Municipio.
De acuerdo con la costumbre indígena, llevan mote, papas, habas, choclos…, para compartir los alimentos en una mesa general. La denominada ‘pambamesa’ se improvisa en la plaza principal.
Cerca a esta localidad, en Ilumán (Otavalo), se dividen responsabilidades entre los devotos indígenas y mestizos. Los primeros tienen a cargo la organización y desarrollo del vía crucis de Viernes Santo. Mientras que los segundos escenifican el descendimiento de Jesús de la cruz. Así detalla el párroco Cristian Andrade.
El pueblo Saraguro, de Loja, en cambio, inicia la celebración con la ‘Supalata’, como le conocen al Domingo de Ramos.
Para ellos, el día más importante de esta celebración es el Jueves Santo, cuando rinden culto a Dios mediante cantos y danzas andinas.
Incluso, los priostes indígenas, conocidos aquí como alumbradores, hacen vigilia desde las 15:00 del jueves hasta las 09:00 del viernes.
Los fieles católicos escenificaron la misa afro, mientras les acompañaba un coro de cantoras.Foto: José Mafla/EL COMERCIO
Las familias del pueblo Saraguro acostumbran comer, previo al sábado, pan con miel. Quizá la relación intercultural más fuerte se evidencia en el norte de Esmeraldas.
Ahí, a lo largo del río Cayapas, los indígenas de los pueblos Chachi y Épera y afrodescendientes rezan, cantan y bailan. Por esta temporada hay mucho movimiento en los centros ceremoniales ubicados en Punta Venado, Zapallo Grande y San Miguel del Cayapas, en donde se concentran los fieles, señala Lugardo Añapa, presidente de la Asociación de Jóvenes Chachis.
Los días previos a la muerte de Cristo se cantan arrullos, un ritmo lastimero con letras religiosas. Y desde el viernes hasta el domingo se entonan alabanzas alegres, usando el bombo, marimba y cununo.
Pero hay diferencias en la gastronomía. Mientras los afrodescendientes preparan la fanesca con pescado seco, los chachis elaboran pescado ahumado, envuelto en hojas verdes de plátano. Y los éperas comparten la chicha de maíz.
Los afros de la Sierra norte mantienen vivas coloridas procesiones, como el Cristo de La Concepción, en Carchi, y la de Salinas, en Ibarra.
Para el antropólogo Amílcar Tapia, la Semana Mayor también refleja el sincretismo religioso entre el cristianismo y las diferentes culturas del país.
En el caso de los indígenas, comenta, se organizan mingas o trabajos comunitarios para preparar los escenarios para las procesiones.
Además se nombran priostes o padrinos, para que organicen la celebración. Es una responsabilidad grande pues deben financiar desde los arreglos del templo hasta la comida para los peregrinos.
En Manabí se resalta la procesión de los montuvios, como sucede en Montecristi.
Ayer, Miguel Toaquiza, párroco de la Basílica de la Virgen de Monserrate, invitaba a los feligreses para que asistan a la caminata del viernes.