Los coloridos trajes son propios de la mujer de Esmeraldas. Foto: EL COMERCIO
Los afroecuatorianos son un mismo pueblo, pero con variaciones culturales de acuerdo a la región en la que se han asentado. Así explica Renán Tadeo, dirigente de la Federación de Comunidades Negras de Imbabura y Carchi.
Como un homenaje, el primer domingo de octubre se celebra el Día del Pueblo Afroecuatoriano, instaurado en 1997 por resolución legislativa del Congreso Nacional.
Mientras los afros de la provincia de Esmeraldas fueron libres -producto de un naufragio de un barco que los traía desde África– sus hermanos de la Sierra Norte del país llegaron en calidad de esclavos, en 1 578, traídos por los jesuitas.
Eso quizá marcó el carácter de estos dos pueblos. Iván Pabón, investigador de la cultura afrochoteña, explica que mientras los afros costeños son extrovertidos, los de la Sierra son reservados. “Este factor se evidencia más en las comunidades rurales del Carchi, como La Concepción”.
También resalta que en el valle del Chota la gente tiene una manera de hablar más pausada.
El antropólogo esmeraldeño Pablo Minda aporta otro detalle. Los afros del Chota tienen una forma distinta de expresión. Cree que la influencia de la cultura andina y de los jesuitas pesó mucho. Eso se evidencia en las celebraciones religiosas. En Esmeraldas, son menos solemnes a diferencia de las choteñas, que son formales.
Pero lo que los une es la alegría. Plutarco Viveros, líder del grupo de música Marabú, indica que la percusión es el eje central de la música esmeraldeña y choteña. “Mientras ellos tienen el tambor o cununo nosotros tenemos la bomba”.
Sin embargo, cada lugar tiene instrumentos autóctonos. Es Esmeraldas es la marimba y en el Chota la hoja de naranjo, que el músico sostiene con las dos manos y al soplar en su filo produce un sonido similar al del clarinete. También se resalta el baile de las mujeres que lucen una botella en la cabeza. Es una característica única de la zona andina.
Las actividades productivas también están influenciadas por el medio geográfico. En las orillas de los ríos Chota y Mira la agricultura es la principal actividad. El clima cálido les permite a los hombres cultivar fréjol, maíz, yuca, plátanos, tunas, hobos, entre otros, que son comercializados por las mujeres en las ciudades vecinas, explica Tadeo.
La población afroesmeraldeñas es identificada por su habilidad para la pesca. Seis de los siente cantones de la ‘Provincia Verde’ están asentados cerca del mar. Eso permite que una buena parte de la población se dedique a la pesca artesanal.
Esa actividad deriva en su gastronomía, que en su mayoría está sazonada con coco. Esta es la especialidad de una tierra que por estar cerca al mar consume mucho pescado, concha, camarón y plátano.
Otro de los aspectos que los caracteriza es su rica oralidad para expresar sus historias y recordar al afro cimarrón liberto del esclavismo. Esas viejas tradiciones de cantar arrullos durante el nacimiento de un niño siguen arraigadas en la población, que se conserva para dar la bienvenida al bebé.
Muchos invocan a sus ‘santos’ -como Batalá y Yemayá– y conservan la elaboración de instrumentos para cantarle al santo de su devoción, al que rinden tributo con sus composiciones musicales.