Entre las artesanías hay pequeños canastos que se usan para guardar huevos de gallina. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO.
Sus dedos pulgares e índices se mueven a gran velocidad; es casi imposible seguir el ritmo con el que sus manos entrelazan la paja toquilla que pronto tomará la forma de un canasto.
Carmelina Añapa, incluso, no pierde el hilo cuando desvía la mirada hacia su hija mayor que cuida de sus seis hermanos.
La madre de familia de la etnia Chachi está sentada sobre la armazón de una cama de la que ha retirado el colchón para improvisar su sitio de trabajo.
Ahí, además, confecciona abanicos, petates y artesanías que luego venderá fuera de su comunidad Pueblo Nuevo de los Chachis, ubicado en el kilómetro 7 de la vía Santo Domingo de los Tsáchilas – Quevedo.
El poblado es una planicie de 2 500 metros cuadrados que en el 2010 dio lugar al primer asentamiento de 128 habitantes de esta etnia, que migraron del norte de Esmeraldas.
Llegaron en busca de nuevas oportunidades de desarrollo, pero este les ha sido esquivo debido a que acuden a intermediarios para sus ventas.
En esta dinámica, ellos dicen, sus creaciones pierden valor y por eso buscan organizarse para vender sus artesanías directamente o convertirse en proveedores de pequeñas y medianas empresas.
La idea es aprovechar la obligación que tienen los supermercados o cadenas de locales comerciales de exhibir en sus perchas productos locales, señala uno de los líderes del pueblo, Nicanor Pichota.
Esta aspiración surgió luego de que los funcionarios de la Dirección de Cultura y del Instituto de Economía Popular (IEPS) y Solidaria desarrollaron una jornada de difusión sobre esta ventaja comercial.
Los delegados sugirieron a las familias chachis registrar una Empresa Cultural de Economía Popular y Solidaria y les entregaron información sobre los requisitos para el trámite.
En Santo Domingo, ni las etnias Chachi y Tsáchila están organizadas en una asociación con fines comerciales.
En lo cultural, social y deportivo sí están constituidos, según el Consejo de Protección de Derechos del Municipio.
Fernanda Cadena, directora provincial del IEPS, refiere que para estos casos ellos asesoran a las organizaciones en lo legal y les permiten establecer nexos para que sean tomados en cuenta en negociaciones.
Por ejemplo, este mes colaboraron en la organización de una rueda de negocios que convocó a 60 artesanos, emprendedores, microempresarios y representantes de grandes cadenas de almacenes y tiendas.
“En estas actividades podrían ingresar los chachis y tsáchilas con sus productos nativos”, comentó Cadena.
Dirigentes de los dos pueblos coinciden en que tienen el suficiente material y recurso humano para despuntar, pero señalan que la orientación y apoyo es escaso.
Luis Cimarrón asegura que los chachis disponen de al menos 10 ítems de productos propios cuyos precios oscilan entre USD 1,50 y 10.
Recuerda que hasta el 2010 los vendían en el centro de la ciudad o en las ferias de abasto de los fines de semana.
Pero esta práctica se acabó porque las mujeres temían que a sus hijos les pasara algo en la casa porque se quedaban solos.
Desde entonces, decidieron vender las artesanías a los tsáchilas, quienes las ofrecen en las ferias o en sus comunas.
Carmelina Añapa tiene 52 años y hace 20 años elabora canastos para el comercio. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO.
Carmelina Añapa provee sus canastos a la empresa comunitaria Tolón Pelé, en la comuna tsáchila Chigüilpe.
Los vende en USD 10 y este fin de semana debe entregar cinco que con anticipación solicitaron para un grupo de turistas que ingresarán a Chigüilpe. La mujer reconoce que pese a las ganancias el esfuerzo es muy alto y agotador.
Cada lunes, debe caminar una o dos horas para cortar la paja toquilla en el bosque, pues el material está escaso y se encuentra cada vez más lejos.
En esta etnia, las mujeres se ocupan de elaborar las artesanías, mientras que los hombres van al campo a emplearse en actividades agrícolas.
Cristina Añapa, de 49 años, aún mantiene esta tradición, pero le preocupa que las nuevas generaciones no lo repliquen cuando formen su hogar.
Afirma que los jóvenes demuestran poco interés por mantener viva la costumbre de preparar las artesanías.
Estas se realizan, entre otros lugares, sobre el suelo de las viviendas y en medio de un silencio sepulcral, que en ocasiones es interrumpido solo por el llanto de los niños.
Nicanor Pichota sostiene que en las reuniones indican a los padres de familia o abuelos que inculquen a los adolescentes a involucrarse en sus actividades. La hechura de las artesanías y canastos en toquilla es lo único que mantienen intacto de varias de sus costumbres.
Por la falta de espacios naturales, por ejemplo, no pueden cazar animales, pescar o criar especies, tal y como lo hacían en su poblado natal: Borbón (Esmeraldas).
En contexto
La organización cristiana +Map Internacional levantó un estudio sobre las condiciones de vida de los chachis, en el 2014. Entonces se determinó que siete de cada 10 nativos viven bajo el umbral de pobreza. Su vulnerabilidad es muy alta, según la ONG.