Cada año la devoción en la imagen del Niño Viajero crece en la capital azuaya y se refleja en la mayor participación. Anteayer, el desfile de carros, caballos y coches duró más de seis horas y reunió a más de 50 000 peregrinos.
Con esta expresión de fe, que mezcla lo cultural con lo religioso, se rinde culto al Nacimiento del Niño Jesús. Casi todos, principalmente los niños, visten atuendos de los personajes bíblicos (José, María, Niño Jesús, ángeles), danzantes, cholas… Pero hay personajes que aportan con una extraordinaria riqueza cultural al pase del Niño Viajero como el mayoral. Se destaca por su impecable y lujoso atuendo (negro o azul marino con lentejuelas) que representan al antiguo campesino de Cañar que tenía prestigio y poder social.
El mayoral viaja en una carroza decorada con frutas, caramelos, comida (chancho o cuyes). Juan Cajas, de 28 años, es el séptimo año que participa con su hija Daniela, de siete años, y siempre la viste de mayorala.
Para el desfile construyó un coche de madera y lo decoró con comida preparada (cuy, huevos duros…) y en el interior iba la pequeña. Para Cajas, los alimentos son una ofrenda para el Niño (Jesús) y cuando termina su participación los comparte. Con su pequeño carro, a las 11:00 se incorporó al desfile en la esquina de la iglesia Corazón de Jesús, en el centro este. En ese lugar se inició la procesión con la Batucada de la Madre, un grupo cultural que reunió a 500 niños y jóvenes de diferentes instituciones.
Ellos escenificaban diferentes espacios de la religión católica y folclore andino: personajes bíblicos, danzantes, soldados romanos, españolas, bandas de pueblo… Willy de Black, el director de la batucada, contó que llevan 16 años participando en el pase.
Cada año hay un prioste central y este 24 fue la Tercera División de Ejército Tarqui. Ellos declararon como “Generalísimo a la venerada escultura que data de 1823. Por debajo hay decenas de priostes que colaboraron con caramelos, panes, guineo, chicha y agua para los peregrinos.