Ecuador es un país sísmico por estar situado al borde de una zona de interacción entre dos placas tectónicas: Nazca y Continental.La primera, localizada en el fondo del océano, se hunde por debajo de la placa continental o sudamericana. Se estima que lo hace a una velocidad de 60 milímetros al año y con una dirección aproximada este-oeste.
Al estar en constante rozamiento -una placa se desliza por debajo de la otra- se acumula gran energía y las rocas que son sometidas a esta presión se rompen de forma súbita y se generan lo que conocemos como sismos.
Alexandra Alvarado, sismóloga del Instituto Geofísico, de la Politécnica Nacional, explica que el último sismo de 7,2 grados en la escala de Richter, registrado en el Oriente, está relacionado con el contacto de las placas Nazca y Continental.
“Esta interacción es un proceso permanente. Se ha mantenido desde hace 25 millones de años”. La especialista dice que debajo del Puyo existe una actividad sísmica importante.
Por esta razón, los sismólogos llaman a esta región con el nombre del nido sísmico del Puyo.
Alvarado precisa que los sismos que tienen lugar en la zona donde la placa Nazca se introduce debajo de la Continental alcanzan, por lo general, mayor magnitud, porque liberan mayor energía.
Otra fuente para la generación de sismos en Ecuador proviene de las fallas tectónicas geológicas. Estas fallas son fracturas en las rocas que debido a la presencia de grandes fuerzas a la que están sometidas, se mueven y provocan los sismos.
Liliana Troncoso, sismóloga, apunta que uno de los principales sistemas de fallas activas del Ecuador es el denominado Pallatanga-Chingual que comienza en el golfo de Guayaquil, pasa por la Isla Puná y continúa por la zona de La Troncal. Luego ingresa a la cordillera por Bucay y sigue por Pallatanga.
Un estudio desarrollado por investigadores del Geofísico, denominado Terremotos en el Ecuador, señala que esta falla se interna hacia el norte en el Callejón Interandino.
Luego se empata con la falla de Chingual, localizada al extremo nororiental del país.
Los investigadores estiman que el sismo que destruyó la antigua ciudad de Riobamba en 1797, cuya magnitud fue mayor a siete grados, se produjo en uno de los ramales de este sistema de fallas. Para Alexandra Alvarado es difícil predecir un sismo.
“Solo se puede hacer un cálculo general”. Por ejemplo, si saben que hubo un sismo en Riobamba, en 1797, con una magnitud de 7,4 grados en la escala de Richter, es seguro que tengamos otro, de características similares, en el futuro.
Según los reportes obtenidos por Mónica Segovia, sismóloga del Geofísico, el número de sismos varía cada año. Hay años donde la actividad es mayor. Uno de ellos fue el 2005.
En ese año, hubo un enjambre de sismos frente a la zona de Manta. En ese año, el 2005 se localizaron 3 499 eventos de origen tectónico. De ellos, 747 superaron los cuatro grados de magnitud y 25 eventos superaron los cinco grados de magnitud.
Este número fue mayor si se lo compara con el 2004, año en el cual se reportaron 2 382 sismos.
La sismóloga Liliana Troncoso apunta que según los datos del monitoreo, en los últimos nueve años se producen cerca de 2 300 sismos anuales. De ellos, 274 alcanzan magnitud mayor a cuatro grados al año.
Al analizar los datos de los sismos ocurridos en diferentes regiones del Ecuador, los sismólogos del Geofísico advierten que cada 12 años, el país ha soportado un fuerte terromoto.
Sin embargo, según la investigación Terremotos en el Ecuador, los intervalos entre un sismo destructor y el siguiente son variables. El mayor intervalo fue de 68 años, entre el sismo de 1587, donde la provincia más afectada fue Pichincha y el de 1645, donde la zona de mayor afectación fue Chimborazo y Tungurahua.
Sandro Vaca, sismólogo, indica que la magnitud está relacionada a la energía sísmica liberada.
En la actualidad existen varias maneras de calcular la magnitud. Las más importantes se basan en la información de las formas de onda capturadas o registradas por la instrumentación (sismógrafos).
“Una de las formas de cálculo es la que relaciona la amplitud y las frecuencias de las ondas sísmicas registradas con la magnitud”. La instrumentación para detectar los sismos y determinar sus magnitudes se encuentran distribuidas en puntos específicos a lo largo de todo el país.