La Unidad Educativa Bilingüe Tutsa’ Keesha, en Santo Domingo, comenzó a funcionar con aulas de estructura de caña y
techo de plástico hace 10 años.
Los estudiantes y profesores debían soportar las lluvias y acomodarse en el suelo durante las jornadas de clases. Habían solo seis salones, cuatro profesores y una batería sanitaria para 150 estudiantes.
Daniel Tapuyo, junto a Esteban Añapa crearon la escuela. Ellos migraron a Santo Domingo en 1990. En un principio la institución acogía a los niños de la nacionalidad Chachi, que no tenían mayores posibilidades de estudiar.
Añapa usó las instalaciones de su casa para enseñar, pero después de 2 años, el espacio fue insuficiente, porque la población creció. Esto despertó el espíritu colaborador de padres, alumnos y profesores. En cada reunión acordaban las acciones para conseguir madera, bancas, remodelar el techo, etc.
Así consiguieron ocho aulas de hormigón armado donde funciona educación inicial hasta séptimo año de educación básica y 4 baterías sanitarias.
La mano de obra provenía de los padres de familia. Durante el trabajo hablaban sobre sus hijos y lo que hacía falta en la escuela por conseguir, así como los planes de autogestión.
Algo similar ocurrió en la Unidad Educativa 6 de Noviembre. Ahí, los padres de familia se organizaron para conseguir que el lugar que se usaba como casa comunal del sector 6 de la Cooperativa Santa Martha funcionara como una escuela.
Mediante reuniones y oficios permanentes consiguieron que instituciones públicas y privadas se hicieran cargo de la construcción de aulas. Lograron un convenio con la Embajada de Japón para que se construyeran cuatro aulas.
Y en un espacio que no era utilizado, la Prefectura de Santo Domingo montó un área de juegos infantiles. Además, entre los padres de familia reunieron dinero para comprar materiales y realizaron mingas, que le dieron dos aulas más a la escuela. El plantel recibe este año lectivo a 246 estudiantes pobres.
Otra iniciativa
Otro caso es la Escuela Dr. Cristóbal Quishpe Lema. Allí, los padres de los estudiantes también se reúnen en las sesiones generales para determinar los procesos que se darán para conseguir obras que beneficien a la institución en la que se educan sus hijos.
La escuela funciona hace ya 13 años. Era la casa comunal del barrio, pero los padres la convirtieron en un jardín de infantes y posteriormente en una escuela.
Elena Santi, madre de familia de dos alumnas, asegura que el deseo de mejorar las condiciones de estudio para sus hijos ocasiona que los padres de familia se unan.
Hace 2 años acudieron a una empresa privada para que les colaborara con los materiales para la construcción de las baterías sanitarias, adoquinar el patio y construir las escaleras que llevan hasta la escuela.
Y entre todos los padres construyeron estas obras. Santi asegura que les emociona que sus hijos puedan correr y jugar tranquilamente en el patio y que tengan baterías sanitarias adecuadas.
Ahora, su temor es la inseguridad del sector y por eso su próxima meta será conseguir la construcción del cerramiento para la escuela.