Pocas cosas han cambiado en El Palmar un mes y una semana después de que el río Pilaló se salió de su cauce y destruyó 22 casas. En esta comunidad del cantón Pujilí, provincia del Cotopaxi, todavía es palpable el daño provocado por las aguas del afluente.
Entre lo nuevo hasta este lunes 7 de marzo del 2022 está que la población cuenta ya con energía eléctrica y los niños acuden a clases presenciales a la escuela fiscal Francisco Miranda. Lo que no cambia es el recuerdo de la tarde y noche del 31 de enero; está presente en las casas destruidas y la fachada de la iglesia del pueblo que permanece erguida, a pesar de que el resto de la edificación fue arrastrada por el río.
El silencio de esta población es interrumpido por el sonido de maquinaria pesada que trabaja para rellenar los huecos que dejó el río en donde estaban edificadas las viviendas. Es una retroexcavadora del municipio de Pujilí y tres volquetes que son pagados por la gente de la comuna, que hizo rifas para financiar la reconstrucción.
“Tenemos que hacer las cosas nosotros mismo, ya que no hay apoyo de las autoridades”, dijo Samuel Caiza, que perdió su casa el 31 de enero. A la comunidad vino el vicepresidente Alfredo Borrero y ofreció ayuda.
“Solamente la máquina del municipio sigue con nosotros”, sostiene Caiza. Aguas arriba hay una máquina del ministerio de Obras Públicas, que los vecinos señalan que ya pronto se irá y dejará de hacer un muro de contención.
“Ya nos olvidaron”, se lamenta Estela Núñez, que sigue viviendo en una carpa en la cancha múltiple del pueblo.