Hace 40 años vivo en Guayaquil. A los 4 años vine de Cuenca. Por eso no tengo otro dialecto que no sea el guayaquileño. Muchos creen que soy de acá.
Desde entonces he visto unas transformaciones muy grandes. Guayaquil era una ciudad en donde se veía mucha basura, que tenía un olor a puerto, donde las alcaldías eran de muy mala calidad, con mucha politiquería.
Ahora, veo una ciudad en desarrollo, muy pujante, con mucho apoyo de la empresa privada. La gente tiene ganas de sacarla adelante.
Hay problemas como en toda gran ciudad, porque el desarrollo trae problemas.
Lo que más recuerdo del Guayaquil de antes son los circos. Llegaban con buena trayectoria desde el extranjero. Se ubicaban en la explanada del estadio Modelo.
Eran espectáculos lindos, diferentes. Es algo que me marcó mucho. Ahora los circos han cambiado. Se han vuelto muy localistas. El atractivo es el personaje mediático de la televisión y ahora ha perdido esa categoría.
El guayaquileño es una persona amable, que sabe convivir con los demás y que aprende mucho de los otros. Se decía que el guayaquileño era desorganizado, patán, pero yo creo que no. Convive muy bien con todos, muy amablemente. En Guayaquil no hay regionalismo.
Amo mucho a esta ciudad, una de las mejores del Ecuador. Al lugar de donde vengo siempre lo querré. La Serranía es preciosa, muy diferente a Guayaquil. Pero me siento mucho más guayaquileño.