En Esmeraldas, los feligreses limpian las heridas de Jesús crucificado. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO
La pertinaz lluvia que cayó el viernes 19 de abril del 2019 en la parroquia rural La Merced no impidió que los ‘diablos’ participaran en la procesión que se realiza todos los Viernes Santos en esta localidad de Pichincha.
La diablada se efectúa desde 1964, que fue el año de fundación de esta parroquia, situada al suroriente de Quito. En esta ocasión participaron 27 diablos y, entre ellos, por primera vez una mujer.
Alison Tipán, de 17 años, lucía entusiasmada por integrar este grupo selecto. Ella llevaba un vestido corto y estrecho de color rojo intenso y botines de la misma tonalidad.
En la diablada del viernes 19 de abril del 2019 participaron 27 diablos y, entre ellos, por primera vez una mujer. Foto: Misael Morales/ EL COMERCIO
La joven, de tez trigueña y mediana estatura, prefirió usar una peluca negra con ligeras iluminaciones rojas y se cubrió el rostro con una máscara blanca de fibra de vidrio, donde resaltaban los ojos enrojecidos y los cachos.
Al igual que sus compañeros, hacía fila para que le pintaran sus brazos descubiertos con tonos amarillos y rojos. Tipán, estudiante del Colegio 24 de Mayo, también intervino en la limpia que se realiza, año a año, antes de la procesión. Este ritual es efectuado por miembros de la comunidad Tsáchila, invitados a esta ceremonia.
Al igual que todos los diablos, ella recibió unos suaves correazos como parte de la limpia. El recorrido partió cerca de las 11:00 desde la casa de Álvaro Ushiña -el capataz- y llegó al barrio San Francisco, donde está la iglesia.
En los alrededores de este templo se congregaron los moradores para presenciar la representación teatral de los momentos previos a la crucifixión de Jesucristo.
Las miradas de Barrabás, de Pilatos y de otros personajes iban dirigidas, de rato en rato, a la diabla, que siempre estaba tomada de la mano de un diablo fornido vestido de negro. No es su novio, pero debía acompañarla en todo momento. Solo cuando finalizó la procesión se soltaron.
Tipán comentó que es la única diabla que cree en Dios, es católica practicante, como sus padres. Ella debe participar 12 años consecutivos en esta procesión, de lo contrario, “el diablo me llevará”.
Es una creencia que mantienen en La Merced. Según Mauro Campo, otro diablo, hay que aprender a sobrellevar las pesadillas que, de vez en cuando, aparecen por representar a este personaje.
Otra singular tradición de Viernes Santo se efectúa en la parroquia de Guaytacama, en Cotopaxi. Consiste en arrastrar una bandera por las calles empedradas del pueblo.
La procesión Jesús del Gran Poder en Quito
Los creyentes llegaron al atrio franciscano para ultimar los detalles de la peregrinación. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO
Grupos de fieles se congregaron desde aproximadamente las 07:00 de este 19 de abril del 2019 en la iglesia de San Francisco. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO
Decenas de cruces de madera fueron colocadas en esa vía. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO
Símbolos religiosos fueron cargados por los fieles que hicieron el traslado durante el recorrido, como un acto de penitencia para recordar a Jesús. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
Los fieles, quienes se organizaron por barrios, se turnaron para llevarla en su espalda durante 3 kilómetros.
La bandera es una tela de 14 metros de largo y decorada con lentejuelas y símbolos bíblicos bordados. “Se siente como arrastrar un quintal, pesa lo que pesan nuestras culpas”, dijo Elvia Almache.
Según ella, los devotos lo hacen para expiar sus pecados y arrepentirse. Almache, de 43 años, participa desde hace una década. “Nos acerca más a Dios”.
En Guaytacama, las actividades de Viernes Santo empezaron con una liturgia de tres horas de duración. Se inició a las 12:00. Luego, los moradores de los 14 barrios de la parroquia participaron en el arrastre de la bandera.
Cinco familias se ofrecieron para cumplir el rol de priostes. Durante la primera liturgia, ellos recibieron un sombrero decorado y una cinta morada que exhiben sobre sus hombros.
“Nos ofrecimos por la devoción a Dios. Le agradecemos por las bendiciones que recibimos”, dijo Jorge Yánez. Cuando la misa concluyó se inició la procesión. Una banda de pueblo entonó melodías fúnebres y acompañó a los fieles en el trayecto.
Otros personajes de la procesión fueron los capitanes, que llevaron un pendón. Ellos anunciaban cuando la procesión debía detenerse, para cambiar el turno de quienes arrastraban la bandera.
Luego de la procesión se cumplió la última liturgia del día, que recordó el descenso de Jesús de la cruz. Al finalizar se realizó una comida comunitaria en cada barrio.
La noche de Viernes Santo, en Esmeraldas, 8 000 fieles participaron del Vía Crucis de Cristo Rey, que se realiza desde hace 50 años. Los devotos llegaron desde las 18:00 a la Catedral portando velas, cuadros de Jesús crucificado e imágenes de María.
Con un pañuelo blanco, los católicos limpiaron las heridas de la imagen de Cristo. A las 19:00 se anunció la salida de Cristo Rey, que fue retirada por los fieles. Uno de ellos fue Claudio Merchán, quien ayudó a subir la imagen a una plataforma decorada con cortinas púrpuras, flores y luces. “Desde hace 35 años participo en estas procesiones, como una forma de demostrar mi devoción”.