Sus récords de ascenso en velocidad en las montañas están registrados en revistas europeas. El último lo obtuvo hace dos semanas, junto a su amigo Nicolás Miranda, tras trepar sin oxígeno suplementario el Makalu, la quinta cumbre más alta del mundo (8 463 msnm). Karl Egloff reflexiona sobre los desafíos que implican esos retos extremos.
¿Qué papel juega la preparación mental para un desafío como el de subir una cumbre de 8 00 metros?
La mente tiene un peso del 50%. Puedes tener una superpreparación deportiva, pero en la montaña de pronto te da miedo o algún tema empieza a preocuparte y conspira. Y muchas veces, la cabeza es lo que te mantiene firme, te dice que todo está bien. Para subir al Makalu, me preparé para ello. Sabía que iba a sentir los efectos de la altitud, que iba a pasar por la ‘zona de la muerte’, que son los 8 000 metros; y sabía que mi cuerpo se iba a sentir muy débil, pero estaba confiado en mi preparación y en mi plan. Para eso fue importante entrenar a la mente. No puedes decir, simplemente: ‘Ah, bueno, yo me voy con la guía de Dios a subir la montaña’.
Y, ¿cómo se entrena a la mente?
Es importante entrenarla con fatiga. Es decir, hay que sufrir un poquito para que la mente te ayude a vencer ese agotamiento. En el montañismo, muchas veces, tienes que dormir en zonas de altitud, pero realmente pocas veces consigues conciliar el sueño, porque sientes que el corazón está a mil. Pese a esto, al siguiente día te planteas retos como subir al Chimborazo. Subes cansado, pero lo haces porque te ayuda la cabeza. Por eso, es vital trabajar el tema mental. Es fundamental para lograr récords. El montañismo es uno de los deportes que más exige a la mente.
¿Cuáles son los temores que surgen en la cumbre?
El principal miedo es la cercanía de la muerte. Los montañistas siempre leemos el terreno, pero nunca estamos exentos de que aparezca una avalancha. El otro miedo es sufrir una congelación. En una cumbre de 8 000 metros de altitud, los montañistas han perdido dedos. Antes de subir al Makalu nos indicaron que en la cumbre la temperatura corporal bajaría y podríamos perder extremidades. El tercer miedo es caer. Hay cuerdas fijas en la montaña, pero algunas están rasgadas. En el Makalu, una cuerda se rompió y un turista cayó al precipicio. En el Cotopaxi, al que he subido unas 300 veces, me resbalé y caí unos 30 metros.
¿La preparación mental ayuda a evitar las desconcentraciones?
El entrenamiento mental te ayuda a aguantar y persistir. Pero hay una línea muy frágil entre la fortaleza mental y lo que realmente puedes exigir a tu cuerpo. La mente te puede matar. Yo podría decir: voy a subir una cumbre aunque haya tormenta y nada me detendrá, pero eso puede ocasionar la muerte. Por eso, hay que usar la mente con inteligencia.
¿Cómo se puede aplicar esa preparación mental de un deportista extremo para sobrellevar problemas cotidianos?
La mente te ayuda a afrontar el día a día con motivación. En mis charlas, siempre digo que lo más importante es empezar el día agradeciendo por las cosas que uno tiene. La felicidad la construye uno mismo. Cuando vuelvo de una montaña, siento humildad.
¿A qué se refiere con humildad?
Quienes tenemos la suerte de estar en la naturaleza nos damos cuenta de que la vida es muy corta. La naturaleza nos llena el alma de energía. En mi caso, la montaña es como mi templo. Siento que la montaña ruge cuando caen las avalanchas. Escucho que las piedras caen y me lleno de vitalidad. Siento que somos hormigas delante de un gigante. En Nepal, un monje oró para que la montaña nos dé permiso de adentrarnos en ella.
Cuando corona una cumbre, ¿siente esa vitalidad?
Hay un mar de sentimientos. El primero es la necesidad de agradecer a la vida por estar bien, sin congelamientos, sin problemas pulmonares. Cuando subí al Makalu, sentí la satisfacción de que las cosas salieron bien. Fue nuestro primer ascenso a un
8 000 y con récord. Establecíamos un precedente y quizás eso nos puede ayudar a financiar nuestro siguiente reto. En ese momento, no dimensionas el logro, pero al bajar lo asimilas.
Finalmente, ¿cómo puede ayudar a las personas, agobiadas tras el encierro de la pandemia, el contacto con la naturaleza?
El simple hecho de tocar un árbol, de salir de la contaminación de la ciudad y del ruido te da paz. Y la paz es lo que te nutre en la vida. Es algo de lo que nos dimos cuenta solo después de la pandemia. Ir a la naturaleza y saber que estarás solo por unos días es una de las mejores curaciones que puede haber en la vida.
Hoja de vida de Karl Egloff
Karl Egloff nació el 16 de marzo de 1981, en Ambato. Su padre es suizo y su madre es ecuatoriana.
En 2014 dejó el ciclismo de montaña y empezó su aventura en las altas cumbres. Tiene los récords de ascenso en velocidad del Kilimanjaro, el Aconcagua, el Elbrús y el Makalu. Su gran anhelo es trepar el Everest.