En el barrio Pedro Fermín Cevallos (Bahía) se ha refugiado un grupo de 150 familias. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
El terremoto cambió la vida de por lo menos 73 000 personas en el Ecuador. Así lo afirma un informe desarrollado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), elaborado a base de datos proporcionados por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y trabajo de campo realizado por los agentes de la institución no gubernamental.
La investigación se realizó en 76 sitios de desplazamiento ubicados en Manta, Jama, Portoviejo y Muisne. En el mismo se monitorearon a 11 000 personas que han salido de sus pueblos o que han perdido sus casas luego del terremoto.
Entre los datos que arroja el informe, las letrinas resultarían insuficientes en las zonas afectadas. En el barrio San Roque, en el sur de Bahía de Caráquez, las personas –quienes armaron un albergue por su cuenta- utilizan el baño del parque. Ahí hay 230 damnificados que viven en carpas y toldos porque sus casas se derrumbaron por el terremoto. Cerca del lugar -en el barrio Pedro Fermín Cevallos- hay cuatro letrinas para 150 familias. “Algunos prefieren ir a los baños de las casas destruidas para realizar sus necesidades porque las letrinas se limpian cada tres días y hay mal olor”, comentó Teresa Bustamante, moradora del lugar.
En Pedernales también hacen falta baterías sanitarias. En el albergue Nueva Esperanza, en el kilómetro y medio de la vía a Jama, hay 205 personas y apenas nueve letrinas.
Por eso, Pilar Cerón, coordinadora del Ministerio del Interior en el albergue, indica que ya se hizo el pedido de cinco letrinas extra al Comité de Operaciones de Emergencia. Eso -calculan- es lo que se requiere para satisfacer las necesidades del campamento.
Según el MIES, en los cuatro albergues de Pedernales hay 1 204 damnificados. Y según el cálculo del Municipio, hay unas 100 letrinas operando al momento.
Las del campamento Nueva Esperanza fueron alquiladas por la Prefectura de Pichincha y la empresa que las provee se encarga de su limpieza, dos veces al día, mañana y tarde. Esas instalaciones están contratadas hasta el final de mayo. Después de este período, el COE deberá resolver esa necesidad. Dependerá si se extiende el contrato o se construyen unas propias.
Por otra parte, el informe de la OIM señala que cada sector tiene distintos niveles de distribución del líquido vital tanto para su consumo, como para otras actividades. En Pedernales, para la limpieza en general, el aseo personal y el lavado, se utiliza agua de los pozos locales, provista por los tanqueros del Municipio, cada vez que las reservas de un albergue están por agotarse.
Para cocinar sí utilizan agua embotellada, de la que llega con las provisiones. Y también cuentan con cuatro filtros al alcance de todos, que purifican el agua del río para hacerla potable y apta para el consumo.
En el caso del lavado de ropa, los damnificados de Esmeraldas bajan a lavar su ropa en el río, que queda a unas tres cuadras del campamento. Ayer, al mediodía, llegaban dos mujeres con dos niños cargando canastas y bolsas de ropa recién lavada. “Aquí no nos dan agua para lavarla”, lamentan.
En materia de salud, el informe evidencia que en un 34% de los sitios visitados se reporta una distribución irregular de alimentos. Sobre este punto, quienes viven en el albergue de Playita Mía (de unas 750 personas), montado informalmente en un lote baldío de Manta, dicen que la comida y el agua les llega cada tres días.
Ellos reconocen que el Estado los ha invitado a que se desplacen a los campamentos oficiales, más explican que no pueden dejar estos sitios porque sus casas quedarían solas o estarían expuestas a la delincuencia. Nicole Delgado, una de las dirigentes del lugar, quisiera que las autoridades no se olviden de este espacio, el cual cuenta con una considerable población de niños y personas de la tercera edad.