Entrevista a Hugo Yepes, técnico del Instituto Geofísico. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Entrevista a Hugo Yepes, investigador del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional
¿Qué ha aprendido el país, luego de un año del terremoto?
En términos de los efectos del terremoto en las construcciones es muy poco lo aprendido. Diría que es mucho lo que ha dejado de aprender.
¿Qué dejamos de aprender?
Debió ser visto como una oportunidad para estudiar lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal. El país perdió una gran oportunidad de hacer lo que se llamaría una sismología o ingeniería forense, un levantamiento forense de los edificios o las tipologías estructurales que sufrieron el colapso, desplomes o diversos grados de daño. En base a ese aprendizaje se pueden revisar las prácticas constructivas y toda la cadena de la industria de la construcción.
¿Para qué?
En la construcción intervienen no solo el ingeniero, el maestro o el albañil, sino toda una cadena que va desde la aprobación de unas normas, zonas constructivas, diseños estructurales, para luego de levantar los edificios. También se relaciona con la provisión de los materiales, su calidad, certificación, la fiscalización, ya sea por el dueño y por la autoridad general (los municipios), permisos específicos de construcción, de habitabilidad y un permiso que como Estado suscribo que esto está bien construido para esta zona que es sísmica, tiene vientos, laderas, inundaciones, tráfico y terremotos. Como autoridad suscribe que se puede vivir con seguridad.
¿Era necesario empezar al otro día?
Era importante hacerlo en el momento en que ocurrían los hechos. Si se cayó un edificio no se podía mandar a levantar los escombros y botarlos en la escombrera. Murió gente, se perdió mucho dinero, se perdió toda una vida de trabajo. No se hizo, los edificios y las evidencias ya no están. Entonces, a quién acusamos si no encontramos el arma y peor el cuerpo del delito.
No hay información.
Tenemos poca información, que no está sistematizada y no es accesible para aprender. Eso implica haber perdido la oportunidad de saber los efectos de un terremoto en la forma cómo los ecuatorianos construimos. Enfatizo en esto, porque los mismos terremotos de la zona de subducción (como el de Ecuador) los tiene Chile y no producen daños o son la milésima parte de lo que pasó aquí. Después de dos terremotos: Bahía y Pedernales, se puede decir que esta forma de construcción es bastante estándar. Portoviejo y Manta representan cómo están construidas las ciudades del país, en la Costa y en la región andina.
Es la misma mala práctica constructiva.
Es la misma. Muchos dirán que la arena es diferente, pero en otros lados esa arena tampoco está certificada. Hay una laxa vigilancia.
¿No se ha hecho nada por construir de forma segura?
Hemos avanzado. En el 2001 se expidió una norma de construcción, luego del terremoto de Bahía de 1998, pero lo que pasó en el 2016 demuestra que esa norma en muchos casos quedó como letra muerta. Por ejemplo, el número de edificios afectados en Portoviejo, donde hicimos un estudio con los colegas del Instituto Geofísico y la Escuela Politécnica, es el mismo porcentaje de los que se construyeron antes de esa norma. Es decir, la práctica es la misma.
¿No se cumple?
Esas normas no se han constituido en una ley mandatoria en los municipios ni en el Estado central. Digo esto porque el porcentaje de lo que se cayó en el terremoto, construido desde el 2006 hasta acá, es importante. Habiendo sido el Estado el mayor inversor de la década, ha habido una mayor laxitud en las construcciones.
¿El terremoto no fue el total responsable?
Estoy en total desacuerdo con quienes dicen que cómo no se iban a caer las estructuras si hubo un terremoto. Uno: el sismo no excede lo esperado en la norma ecuatoriana de construcción. Dos: hay estructuras muy bien construidas, que aprobaron la norma. Y tres: hay una liviandad en la aproximación del problema, porque no hay expertos levantando la información para demostrar las razones del colapso.
¿A qué se refiere con que el terremoto no excedió la norma?
En la Costa norte se establece que las infraestructuras deben estar construidas para aguantar más del 50% de su peso. Dos acelerógrafos (equipos) en Portoviejo y Manta registraron que el terremoto no sobrepasó ese 50%, fue menor; es decir, el terremoto estuvo por debajo de esos niveles. No es un terremoto excesivo y si no se justifica por qué se cayeron las edificaciones estamos ante una corrupción en la construcción.
¿Cómo aplicar buenas prácticas constructivas?
No es un tema del corto plazo. En Ecuador, la calidad de la enseñanza, con la reforma a la ley, ha decrecido. En el caso de la Facultad de Ingeniería Civil de la Escuela Politécnica, de los 32 docentes, 29 se acogieron a la jubilación. La universidad perdió 1 000 años de experiencia. Los universitarios reciben clases de (maestros) jóvenes, sin experiencia ni práctica profesional. Si disminuimos materias claves para el cálculo sismorresistente, la estabilidad o fuerza sísmica, no tenemos con quién trabajar frente al nuevo terremoto para disminuir la vulnerabilidad en las construcciones.
¿Por qué ellos son importantes?
Son los estudiantes quienes luego ocuparán esos puestos en los municipios, quienes generan práctica, experiencia. Sino tienen el conocimiento adecuado y sigue acudiendo al maestro, la minga o la familia para hacer el cuarto piso estamos entre todos construyendo más vulnerabilidad. Estamos cruzando los dedos para que no suceda un nuevo terremoto, pero no se puede detener porque somos un país sísmico.
¿Esto significa que no nos estamos preparando para un nuevo terremoto?
El nuevo terremoto nos encontrará tal mal preparados, como lo estuvimos en el 2016 y en 1998 en Bahía de Caráquez. Esa ciudad decidió reconstruirse como si no hubiera pasado nada. Volvió a parar los mismos edificios y a repararlos. Antes de 1998 era una ciudad vulnerable y en el 2016 demostró que la reconstrucción fue muy débil y tenemos una ciudad más afectada y con colapsos, por la falta de entendimiento y aprendizaje.
¿Qué reveló el sismo?
Mostró y desnudó todas las prácticas de corrupción. No es una corrupción del alto nivel, sino diaria, personal, del inspector municipal que recibe coimas para permitir construir un segundo piso, del personero que se inclina en el concurso público de precios, donde la coima recibida es restada del número de acero que va a la estructura. Solo viene el inspector implacable que es el terremoto para demostrar que está ahí.
¿Ha pasado el trauma del terremoto?
Nadie quiere vivir en un edificio alto y nadie se le ocurre pensar en edificios. Proyectemos a Portoviejo con casas unifamiliares de aquí a 50 años. Llegará por el norte a Crucita y por el sur colindará con Manta. Las ciudades modernas se hacen en altura y no horizontal. Ese miedo a que vuelva a ocurrir otro desastre hace que haya falta de interés por invertir, que incide en la producción diaria.
¿Hemos avanzado en otros aspectos?
Se nota cambios como la respuesta a la emergencia y antes de la reconstrucción. Pero nos preguntamos si eso está sistematizado como una práctica que se queda para el futuro o solo es una respuesta puntual. Una de las instituciones que se resquebrajó con el terremoto fue la Secretaría de Riesgos. El concepto de la gestión de riesgos y que lo había adoptado era donde la responsabilidad quedaba en lo local y regional, pero apoyado cuando sus capacidades fueran sobrepasadas. Me ayudan, pero yo sigo manejando la situación, porque conozco mis realidades y mis necesidades. Lo que sucedió es que todo lo local fue ignorado y vino el aparato estatal de arriba y se estandarizó. La atención y la reconstrucción fue la misma para todas las zonas afectadas. Hay que entender que la realidad de un pescador es diferente a la del campesino de la parte alta de Alajuela (Portoviejo).
¿De lo bueno, qué podemos aprender?
Hay muchos edificios que permanecieron en buenas condiciones y hay una oportunidad para aprender. Es fundamental estudiar lo que le pasó a la infraestructura hospitalaria, donde a unas les fue bien y a otras, mal. Veamos a cuáles de los colegios y escuelas les fue bien o mal, para entender qué hicieron y establecer dónde estaban los problemas. Veamos a los UPC (policía comunitaria), edificios del Cuerpo de Bomberos, porque esas estructuras no deben fallar. Se supone que deben tener una seguridad extra, para la gente que va en busca de ayuda. La idea es que reciban auxilio, no que encuentren heridos. O que las escuelas puedan servir de refugio, no que estén caídas.
Hoja de vida.
Es sismólogo y uno de los fundadores del InstitutoGeofísico. En la actualidad es investigador. Tiene una maestría en Geofísica, en Saint Louis University, Missouri, y un PhD en la Universidad de Grenoble, Francia.
Punto de vista.
Cree que estamos construyendo más vulnerabilidad si no se revisa toda la cadena de la construcción y se la deja en manos de maestros y albañiles.