Las lluvias de julio le preocupaban. Las malas hierbas habían invadido su preciado jardín de cactus en la ciudadela San Antonio, en Ambato. Aun así, el agrónomo Vicente Enrique Gómez Buenaño, quien falleció el lunes, no se daba por vencido.
A los 79 años poseía la más grande colección de cactus en la Sierra centro. En su jardín botánico llegó a coleccionar 200 especies con sus propios recursos, a lo largo de 40 años.
“No atraen plagas y son duraderos”, decía Gómez a los visitantes cuando miraban las variedades asiento de suegra y cerebro. Este jardín era su refugio, un universo vegetal dominado por los cactus más extraños e inimaginables.
“Los encontré en mis viajes a Estados Unidos, México y otros países. Gasté una parte de mi jubilación del Banco Nacional de Fomento. No me arrepiento. Las nuevas generaciones merecen saber de este apasionante mundo vegetal”, decía este graduado de la ex Quinta Normal de Agricultura, hoy el Instituto Luis A. Martínez.
Alternó su tiempo entre la enseñanza en la Escuela Joaquín Lalama, el BNF y su jardín. En ese orden. Cuando se jubiló, hace 15 años, dejó la docencia para entregar lo que le quedaba de vida a su jardín.
Con su persistencia, buen humor y gentileza consiguió que su colección formara parte de los atractivos de la Fiesta de la Fruta y de las Flores.
“La gente lo hacía feliz. Se le iluminaba el rostro cuando hablaba de sus queridísimos cactus. El 6 de julio retornó de Los Ángeles (EE.UU.) con nuevos ejemplares que no le permitieron introducir al país. Estaba triste”, recuerda Luz Marina, hermana menor. La tarde del pasado lunes, como tenía por costumbre, viajaba a Baños. Resbaló de la puerta del bus, se golpeó en el asfalto y falleció.