Historias de cuatro voluntarios que se quedaron en Manabí para ayudar

Ellos colaboran en la construcción de casas, atención médica, psicológica...

Tras el terremoto del 16 de abril pasado, la capacidad de respuestas de la población ecuatoriana conmovió por su desprendimiento y generosidad en las donaciones.
“Los primeros días llegaron artículos de todo tipo y en grandes cantidades”, recuerda Aura María Vera, quien ha tomado a su cargo la dirección del albergue provisional del parque Rocafuerte, en Bahía de Caráquez.
La manabita dice que recibió donaciones de todo el país. Pero ahora -agrega- esa ayuda ha disminuido de forma considerable, aunque no deja de llegar.
Estas ayudas se entregan en los albergues oficiales y provisionales gracias al trabajo de integrantes del Ejército nacional y de funcionarios de las instituciones del Estado.
Sin embargo, existen otras personas que, motivadas por la emergencia que viven Manabí y Esmeraldas, decidieron apoyar con su tiempo, su dinero, experiencia y sus ideas. Están ahí, junto a los afectados, como uno más, haciendo lo que está en sus manos.
El atleta de deportes de larga duración, Gonzalo Calisto, dejó de lado sus entrenamientos y decidió construir casas. Cada una cuesta USD 1 900 y se financia con donaciones.
El fin de semana va a Coaque para levantarlas con ayuda de los lugareños y de amigos que se unen a su campaña solidaria. Él mismo es el encargado de trabajar con la cuadrilla de hasta 20 personas en las zonas más afectadas de la provincia.
La manabita Mabel Loján cerró su consultorio en Quito y desde el 18 de abril no deja de ayudar a los suyos. En un principio lo hizo en la Cruz Roja y ahora lo hace desde el Hospital Samarithan’s Porse, que es una ONG que trabaja con la ONU y la OMS. Ayuda en la atención a los pacientes. Su conocimiento del idioma inglés le permite facilitar la comunicación entre los médicos y los pacientes.
Gary Lee Munroe, en cambio, es psicólogo de Naciones Unidas y su trabajo en Ecuador obedece a su misión voluntaria que realiza por varios países tras una catástrofe.
Henry Wonsey es un bombero jubilado de EE.UU. que vive en Bahía desde hace casi siete años. Inculca el deporte y el trabajo a la población para que pueda dejar atrás la tragedia.
Un deportista construye casas en Coaque
Gonzalo Calisto es un reconocido atleta de deportes extremos que practica Ultra Trial. En la competencia de Mont Blanc, en Francia, una de las competencias más prestigiosas en las largas distancias a pie; logró el quinto lugar. Ahora pasa sus días en la comunidad de Coaque, Manabí. Luego del terremoto de 7.8 grados de magnitud del 16 de abril se juntó con otros amigos para construir casas y ayudar a los damnificados. Ya llevan 10 levantadas y cuentan con donaciones para edificar unas ocho más.
Cada hogar provisional tiene un costo de USD 1 900. El quiteño dice que por ahora ha parado sus entrenamientos para ayudar y que el aporte de la gente será fundamental para que el proyecto se mantenga por más tiempo. Para sumarse a la iniciativa, las personas pueden escribir a: ecuaraid@yahoo.com
Las piezas de las casas son trasladadas en los camiones de los proveedores del material. En Pedernales tiene un centro de acopio donde guarda las herramientas que le ayudan a
construir las casas.
Un foráneo cuida la salud mental en Portoviejo
Un tsunami y tres terremotos, con el ocurrido el pasado 16 de abril en Ecuador, se suman a las experiencias de voluntariado que ha vivido Gary Lee Munroe, psicólogo y psiquiatra de nacionalidad guatemalteca y descendencia noruega. Las consecuencias que han dejado estos desastres le motivaron a visitar Manabí, para dar soporte a los damnificados. Escuchar a la gente que perdió casas, dinero y familia y encuentra cómo guiarlos.
No le gusta esperar a que lo busque, en Portoviejo, donde tiene poco más de dos semanas. Él se acerca para oír sobre lo que tienen que decir. En una ocasión acompañó a uno de los damnificados a un banco para pedir un crédito después de verlo llorar tras quedarse sin hogar. Consiguieron la ayuda. Para Lee, las lágrimas de personas con miedo e incertidumbre ya son reconocibles. Las vio en rostros de sobrevivientes de los terremotos en México (1985 ) y en Guatemala (1976). Quienes más le preocupan son los niños. Con ellos, dice, se quedará para jugar en medio de las carpas y darles soporte emocional.
Una médica atiende y traduce en Chone
La noche del 16 de abril estuvo en Chone, Manabí. Desde hace 21 años va y viene de Quito para visitar a su madre. Esa noche corrió y salió a la calle, “una vecina me insistía que busque un lugar más seguro. Entonces me moví y a los dos segundos cayó un generador de luz cerca”. Mabel Loján recuerda que permaneció dos días asustada, ‘shockeada’, pero luego reaccionó y fue la Cruz Roja para trabajar como voluntaria.
Es médica holística, tiene un consultorio en Quito que está cerrado. Desde el terremoto no se ha movido de Chone. El 22 de abril se unió a la misión de Samarithan’s Porse, de EE.UU., que trajo un hospital con servicios de traumatología y quemaduras.
Se involucró con este trabajo. Posee un buen dominio del idioma inglés y gracias a eso ayuda a los pacientes al momento de su ingreso y a describir sus dolencias a los médicos, pues la mayoría proviene de EE.UU. e Inglaterra.También se encarga de referir a pacientes a otras casas de salud y se involucra en las gestiones de comunicación.
Un bombero motiva con ejercicios en Bahía
Henry Wonsey es un bombero jubilado de EE.UU. que vive en Bahía de Caráquez desde hace casi siete años con su esposa y sus dos hijos. Tras el terremoto del 16 de abril, el fornido hombre de 46 años se aferra más que nunca a la esperanza, al trabajo y al deporte para que la población salga adelante.
Con su experiencia como rescatista ayudó a cerca de 30 personas en las angustiantes horas posteriores al terremoto que devastó parte de Manabí y del sur de Esmeraldas. Los días que siguieron colaboró también con labores de ayuda a heridos y extracción de cuerpos de fallecidos atrapados bajo los escombros en esa localidad.
Dirige un grupo deportivo que se reúne durante las mañanas. Los entrena de forma gratuita y los invita a contagiar a otras personas para que ocupen el tiempo libre que tienen en el ejercitamiento del cuerpo. “Bahía tiene que resurgir, por eso estamos aquí. Esta es mi tierra ahora y con el trabajo conjunto podremos salir delante”, sentenciaWonsey.