Recinto La Chorrera, en Pedernales, sufrió fuertes daños tras el terremoto de 7.8 grados de magnitud registrado el 16 de abril del 2016. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
La hora del almuerzo es diferente para los pobladores de La Chorrera, perteneciente al cantón Pedernales. Sus pobladores cocinan en la parte externa de sus viviendas. También se bañan y lavan sus cosas afuera. Lo hacen porque hace 10 días sintieron el terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter.
Esta localidad también sufrió daños producto del movimiento telúrico del sábado 16 de abril del 2016.
Las casas caídas, los muros fisurados y las vías con grietas son parte del panorama que se observa en esta comunidad pesquera.
Esta localidad está a unos 10 minutos del centro de Pedernales y la ayuda ha llegado poco a poco. Aún no hay luz en las casas por lo que es complicado comunicarse o tener información de primera mano.
En medio de este panorama hay historias de ayuda y valentía.
Lecton Martínez es pastor y habitante de La Chorrera. El día del movimiento telúrico estaba camino al culto en una iglesia cristiana. “Fui protagonista directo del terremoto porque estaba llegando a Pedernales cuando todo pasó. Vi cómo los edificios empezaron a caer y los cables lanzaban chispas”, relató.
En el recinto La Chorrera, perteneciente al cantón Pedernales, personal de ayuda verifica la salud de los pobladores tras el terremoto de 7.8 grados de magnitud registrado el 16 de abril del 2016. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
En medio del caos hubo niños que salían de sus casas y no podían correr. Así que Lecton optó por reunir a los niños y posteriormente a sus madres para que se tranquilicen. “Estaban muy asustados. Lo único que hice fue abrazar a los niños hasta que todo se venía abajo”, contó.
Mientras estaba organizando a las personas que salían corriendo de sus casas y viendo a los niños, el hombre pensaba en su familia, que se quedó en La Chorrera. “Estaba angustiado porque mis hijos y mi mujer estaban lejos. Después del caos opté por retornar a mi hogar. Tuve que hacerlo caminando”, señaló.
Cuando llegó a su casa, su familia no estaba. Habían salido a un lugar seguro. “Faltó mucha información. Nos decían que iba a haber un tsunami. Nos asustamos”, explicó Jesús Veli , otra moradora y esposa de Lecton.
Ahora, este poblador, quien es oriundo de este sector, explicó que su objetivo es dar charlas para que la comunidad para que las personas se tranquilicen y puedan reconstruir sus vidas. “Lo importante es que reconstruyan sus vidas y luego todo lo material”, explicó.
Además, señaló que es necesario que la ayuda sea con especialistas para superar el trauma de los niños. “Al momento, los pequeños de las casas están con trauma por el terremoto. Hay que cuidarlos”, puntualizó.
La situación es esta localidad aún es complicada. No hay agua ni luz, por lo que esperan que la ayuda llegue pronto para levantar su comunidad.
En La Chorrera los damnificados por el terremoto de 7.8 grados de magnitud levantan hogares temporales con caña y plásticos. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO