Me encantó siempre Guayaquil, por eso es que estoy acá hace 33 años. Me parece una ciudad privilegiada por su clima y su naturaleza. Tiene una posición geográfica espléndida, está prácticamente a la orilla de dos ríos maravillosos: el Daule y el Guayas. Ha sido bendecida, porque un río significa vida, transporte y comida.
Además, tiene un mar que entra a la ciudad dejando pequeños canales y colinas alrededor. Posee una isla gigantesca al frente, que es como un pulmón. No hay contaminación. Podría ser un paraíso si la gente fuese más respetuosa con la naturaleza.
He visto muchos cambios en la ciudad, la vi transformarse en un jardín. Pero todavía falta, no todo su desarrollo ha ido para el bien de la ciudad. Por ejemplo, el rescate de la parte antigua de Guayaquil no ha sido respetado como debía ser. Una parte se ha modernizado de una forma un poco alocada. Ojalá que las pocas casas que quedan del Guayaquil de antaño no se pierdan.
Falta mucho en restauración arquitectónica, porque no creo que Guayaquil merezca ser una copia fea de Miami. Debe mantener su identidad. Amo tanto a Guayaquil, creo que no merezco todo lo que me ha dado. La ciudad tiene un espíritu generoso. La impulsividad del guayaquileño me gusta mucho. El día que mi mamá no esté (vive en Italia), creo que estaré mucho más tiempo acá.