María Concepcíon regresó a su casa en Mulaló después de mudarse a Quito. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
La cantidad de ceniza que expulsó el volcán Cotopaxi el 14 de agosto pasado quedó grabado en la mente de Magdalena Flores, habitante del barrio San Ramón, en la parroquia rural de Mulaló, en Cotopaxi.
Ella, de 54 años, y su hermana Zoila, de 60, decidieron quedarse en casa, mientras la mayoría de vecinos prefirió salir a zonas más seguras, ya que el barrio puede ser afectado por el flujo de lahares en caso de una erupción del volcán, según los mapas que maneja la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR).
Magdalena Flores dice que por primera vez en su vida se asustó por tener de vecino a un coloso que cualquier momento puede acabar con todo lo que ha construido, incluida su vida y la de su hermana.
Esa posibilidad le inquieta, le estresa. Ahora su casa tiene una pequeña bandera roja en la esquina del techo, como una señal de que está recibiendo apoyo psicoemocional por parte de la Agencia Adventista para el Desarrollo y Recursos Asistenciales (Adra) y el Gobierno Parroquial de Mulaló.
Ambas entidades ejecutan desde la semana pasada un proyecto de apoyo psicológico a las familias que viven en las zonas de riesgo. Flores cuenta que con la primera visita del psicólogo y la participación en los simulacros ha aprendido que debe convivir con la actividad eruptiva del Cotopaxi.
El martes pasado estaba armando su kit de emergencia y sabe que en caso de una caída de ceniza lo primero que debe proteger son sus ojos y nariz.
Desde que iniciaron las visitas a las familias que viven en los barrios Rumipamba de Espinosa, Rumipamba de San Isidro y San Francisco, se detectó que el 80% de los habitantes registraba síntomas de fatiga, insomnio, vértigo y dolor de cabeza debido a la preocupación que genera el volcán Cotopaxi. El 20% restante está acostumbrado a vivir con el proceso eruptivo.
Este proyecto de ayuda de Adra y el Gobierno Parroquial de Mulaló durará hasta fines de noviembre y consiste en brindar apoyo psicoemocional y sensibilización sobre la actividad del volcán. Las familias que viven en zonas de riesgo tienen prioridad, pero también serán atendidas aquellas que están retornando a sus hogares.
Por cada familia que visita la fundación hay una bandera roja. 10 personas, entre psicólogos clínicos, infantiles y un especialista en terapia familiar, forman el grupo de especialistas que acude a estos hogares.
Ellos enseñan terapias de relajación, conversan sobre sus miedos y explican cómo deben respirar para bajar el estrés. Con los niños se trabaja en expresión de emociones y arte terapia, menciona Albanis Cuoro, psicóloga de Adra.
El objetivo es que las familias regresen a sus casas definitivamente y se preparen para enfrentar los desastres naturales. En Mulaló, desde que la actividad del coloso se incrementó en agosto pasado, alrededor de 5 000 habitantes de los 15 000 dejaron sus casas para alojarse en las parroquias que están en sitios seguros.
Otras familias se desplazaron hacia el Oriente o la Costa ecuatoriana. Pero desde hace tres semanas, aproximadamente 300 familias de los barrios San Austín, Caspi, Churopinto, San Ramón, Callo Mancheno, Rumipamba de Espinosa, San Francisco, Limache, Ticatilín, decidieron regresar a sus hogares, explicó Mario Rocha, presidente del Gobierno Parroquial de Mulaló.
El fin de semana pasado Isabel Toca regresó a su casa junto a su esposo y sus seis hijos. En la víspera de la primera evacuación decidió alojarse en la casa de sus hijas que viven en Joseguango Alto, zona segura.
Allí permaneció tres semanas pero decidió regresar a su casa porque vio que la actividad del volcán no se ha incrementado. Ahora asiste a los simulacros, capacitaciones y está preparando su kit de emergencia. Pero en otros sitios como la parroquia Aláquez, las 40 familias que se desplazaron de sus hogares no regresaron. La mayoría se trasladó a una zona alta y a otros cantones.
En Contexto
La fundación Adra y la Secretaría Técnica para la Gestión Inclusiva de Discapacidades recorrieron desde agosto las siete parroquias rurales que están en zona de riesgo. Colocaron banderas blancas en las familias donde hay una persona con discapacidad.