Decenas de personas llegaron al cementerio Jardines Esperanza, en Guayaquil, para visitar a sus seres queridos, antes del cierre de los camposantos por el feriado de los difuntos. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Las puertas del cementerio se abrieron a las 08:00, de este domingo 25 de octubre del 2020. Una gran fila de vehículos esperaba para ingresar al camposanto Jardines de la Esperanza de Guayaquil. Personal de seguridad tomaba la temperatura de cada uno de los ocupantes de los vehículos.
“El uso de mascarilla es obligatorio, por favor tener en cuenta el distanciamiento social”, repetía un hombre a los visitantes.
Adentro, otro grupo de empleados dirigían a los vehículos a distintos parqueaderos. La idea era evitar aglomeraciones.
“Hoy tenemos más personas de lo que se acostumbra. La gente está adelantando las visitas de sus seres queridos, por el cierre del cementerio en el feriado. Por precaución les recomendamos que la visita no dure más de 30 minutos”, decía uno de los empleados que cuida el distanciamiento.
En el interior del cementerio el ambiente era tranquilo, sin aglomeraciones. El sitio es grande y hay suficiente espacio para que las familias caminen por los senderos que están repletos de rosas y flores artificiales.
Bajo un árbol y al pie de una lápida estaban sentados Jaqueline Zúñiga y su esposo Carlos Calvache. Los dos inflaban globos y colocaban cartas en la tumba del padre de Jaqueline. La mujer contó que él falleció hace cuatro años. Desde entonces cada ocho días acuden a visitarlo. Durante los primeros meses de la pandemia se ausentaron por la prohibición que regía por el estado de excepción. Cuando volvieron a entrar lo que más les llamó la atención es la gran cantidad de tumbas que se ocuparon.
“Esto está lleno. Antes aquí cerca de mi suegro había dos o tres tumbas. Ahora todo está repleto”, dijo el hombre mientras señalaba con los brazos las decenas de lápidas llenas.
Para ellos, la decisión del cierre del cementerio durante el feriado por el Día de Difuntos fue una decisión oportuna. “Cuando la gente quiere a una persona la quiere toda la vida, pese a que se haya ido o no. Las visitas deben ser todo el año”, dijo Zúñiga.
A 30 metros de la pareja estaba Douglas Bolagay sentado al pie de una lápida, solo y con una mascarilla azul. Bajo un intenso sol colocaba agua sobre el césped de la tumba de su padre Manuel, quien falleció el 30 de julio pasado.
“Él me decía que cuando venga le traiga, aunque sea un vasito de agua”, contaba mientras sus ojos se humedecían y su voz se quebraba. Respiró profundo y recordó que su padre, un militar retirado, tenía problemas renales. Tenía 88 años y era diabético.
“En la época que él falleció (los hospitales) estaban un poco desahogados. Pero cuando él tuvo que hacerse sus chequeos en febrero y en marzo estaban totalmente colapsados. Él era militar y no pudo ingresar al hospital. Cuando ya pudo entrar ya estaba grave”, dijo.
Entre los visitantes aún hay temor al virus. Iliana Suárez estaba junto a su hijo y su madre frente a la tumba de su padre. Él falleció hace 22 años y hoy decidieron visitarlo. Llegaron a las 09:00 y se fueron una hora después. La llegada de más gente al camposanto les generó temor y decidieron irse. Los tres utilizaban mascarillas y gafas. Incluso, la madre de Iliana tenía un visor.
Ellos también estaban de acuerdo en que se cierren los cementerios durante el feriado. “Es muy difícil controlar el ingreso de los deudos. No hay personal suficiente para estar controlando las aglomeraciones. No se necesita un día especial para venir”, indicó mientras se alistaba a salir del camposanto.
Otros discreparon con la decisión del cierre, como José Alvarado. Para él, los cementerios son lugares grandes en donde sí se pueden controlar los tumultos. Él llegó con su familia para visitar a su hijo Joselo, quien falleció hace cinco años. Todos vestían una camiseta con la fotografía del joven.
“Hoy aprovechamos que es domingo y le hicimos una misita y se estamos reunidos en familia. Es algo triste cuando un ser querido se va, pero siempre lo recordaremos”.