Tres meses después de un deslizamiento de tierra que arrasó con dos poblados, las 30 familias que perdieron sus hogares siguen asiladas en un albergue temporal y en hogares de acogida, mientras esperan sus nuevas viviendas.
La desgracia ocurrió el pasado 12 de febrero en Chunchi, un cantón al sur de Chimborazo. Unos 30 millones de metros cúbicos de tierra se deslizaron. El poblado de Chanchán y parte de La Armenia desaparecieron; pastizales y ganado fueron arrasados.
El albergue está a 15 minutos de la cabecera cantonal. Una casa comunal de 80 metros cuadrados se convirtió en hogar para algunos damnificados.
Las 12 familias que viven ahí se turnan para cocinar sus alimentos y limpiar las áreas comunes. Allí hay dormitorios comunitarios, un patio amplio y se improvisó un salón para que los niños pudieran tomar sus clases virtuales a diario.
Los refugiados subsisten con donaciones de alimentos y vituallas que han donado sus vecinos y también han llegado de diversas ciudades desde el inicio de la emergencia.
El Servicio de Gestión de Riesgos y Emergencias entregó camas y kits de aseo. Fundaciones y organizaciones, como la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, también han enviado víveres e implementos de bioseguridad.
“Nos hemos vuelto muy cercanos, estamos agradecidos por la solidaridad de tantas personas. Antes nos conocíamos porque aquí casi todos tenemos un parentesco, pero ahora somos familia”, cuenta Carlos Yánez.
Él vive ahí con su esposa y sus tres hijos. Son oriundos de Chanchán, un pequeño poblado que desapareció completamente en el aluvión. “El río se represó. El agua tomó fuerza y arrasó con todo”.
La familia evacuó el sitio unos días antes del desastre. Técnicos de Gestión de Riesgos les advirtieron que un deslizamiento estaba por ocurrir.
“Si no lo hubiéramos sabido, seguramente ya no estaríamos aquí”, recuerda Yánez. El resto de familias permanece en los hogares de acogida. Ellos también recibieron kits de dormir y de aseo, ropa y víveres para subsistir mientras reconstruyen sus casas.
“Vivíamos de la venta de la leche. Ahora ya no tenemos ingresos, nos tocó pedir ayuda a la familia y mi esposo viajó a Guayaquil para buscar un trabajo. Aún no sabemos cómo vamos a vivir, pero estamos agradecidos por estar con vida”, indica Ana Campos.
La semana pasada, el Municipio de la localidad les invitó a una reunión en la cual se realizó el sorteo de los lotes que en los próximos meses se convertirán en su nuevo hogar. Los jefes de cada una de las familias acudieron emocionados.
El Cabildo donará los predios y el Ministerio de Vivienda se encargará de la construcción. De otras localidades también ha llegado material de construcción, para levantar las nuevas viviendas.
El Municipio de Chambo, por ejemplo, donó 70 000 ladrillos. “Somos reconocidos en el país por los ladrillos que fabricamos. Hoy queremos ayudar a las familias”, dijo el alcalde Marco Guaraca.