La equinoterapia motivó a 'Carlitos' Rocha, un vicecampeón de Olimpiadas Especiales

Carlos Rocha junto a su familia en la Unidad de Equitación y Remonta (UER) de la Policía Nacional, en Tambillo. Fotos: Andrea Medina / EL COMERCIO

Su sueño es tener un carro para viajar y dárselo a su papá, con quien comparte casi todas sus actividades en el día. Este anhelo de Carlos Francisco Rocha, de 20 años, ya lo conocen sus padres, guías, amigos y los demás integrantes de la Unidad de Equitación y Remonta (UER) de la Policía Nacional quienes vieron a ‘Carlitos’ crecer desde que tenía dos años y medio.
A esa edad, Carlitos ya participó en su primera sesión de equinoterapia en la UER de Tambillo, en el sur de Quito. Allí, la Policía brinda este servicio gratuito a niños y jóvenes con síndrome de Down, autismo o asperger. También hay otros espacios similares en Quito (en el Parque de Guápulo), en Ibarra, Cuenca y Santo Domingo.
Hasta allí llegó la familia de Carlitos a través de una fundación que ya no está activa, hace varios años. Sin embargo, los policías y encargados de este espacio permitieron que Carlitos continúe con sus dos terapias semanales para ayudar a mejorar su motricidad y desarrollo.
Y así sucedió. Su madre, Mariana Alencastro, recuerda que antes de la equinoterapia Carlitos solía enojarse o incluso tener un comportamiento agresivo. Pero de esas reacciones ya no quedan rastros. Esta actividad no solo lo ayudó en su desempeño sino que además lo motivó a practicar deportes como el ciclismo, que le han dado otras alegrías a su corta familia. Actualmente es parte del equipo de Ecuador de las Olimpiadas Especiales desde hace nueve años. Allí también lo conocen todos.
El viernes 4 de julio del 2019, Carlitos entró a las instalaciones de la UER contento, como si fuera su casa. “Me gustan mucho los dos” dice entre risas al preguntarle si prefiere más estar con los caballos que con la bicicleta.
“Para mí es un angelito que me enseñó a reír, a llorar y a sobrellevar las cosas. Cada día avanzaba más con la terapia. A los cuatro años él ya empezó a dar los primeros trotes con el caballo”, dice su padre, Walter Rocha. Él reconoce que si tenía un poco de temor que su hijo tuviera una caída y que eso le causara algún daño o le generara miedo. “Por eso le decía, déjame montar a mi primero, si yo no me caigo, tú tampoco te vas a caer”.
La confianza que actualmente muestra Carlitos al subir al caballo tranquiliza a sus guías, que son policías que se especializaron en esta actividad en el extranjero. También pone contentos a sus padres. Una vez arriba del caballo, él hace los ejercicios por sí solo. El viernes, por ejemplo, hizo la rutina con Sereno, un equino de 25 años que hizo honor a su nombre y lo acompañó con calma y paciencia en cada ejercicio.
“Él es dueño de aquí de la remonta. Con todos, saluda”, bromea la madre de Carlitos. “Yo vivo agradecida con todos los que le ayudaron. Siempre tuvimos temor de que se separara de nosotros porque es nuestro único hijo y estamos con él todo el tiempo. Pero desde los 12 años empezó a soltarse por la terapia y el ciclismo”.
A esa edad, Carlitos se inició en las competencias deportivas junto a su padre que actualmente es uno de los entrenadores del equipo de ciclismo al que pertenece su hijo. Han visitado cuatro provincias. “Siempre trae sus medallas de plata de cada competencia de los Juegos Nacionales, de vicecampeón no ha bajado”, dice Rocha. Las preseas que ha obtenido las guardan y muestran con orgullo.
Carlitos y su padre comparten esta actividad y el baile. Ambos pertenecen a un grupo de danza tradicional de su parroquia Cutuglagua (Mejía) que se llama Gabichito Moreno, en honor a su abuelo, y salen a las calles durante las fiestas populares. De cada acto guardan fotos y videos.
“De las terapias en la equitación, le nació a Carlitos el gusto por el ciclismo. Empezó con las terapias asistidas, pero ahora por sí solo monta al caballo”, dice el Mayor Xavier Torres, comandante de la UER de Tambillo, de la Policía. “Vamos 10 años con esta actividad. Hoy trabajamos con 8 fundaciones en Tambillo con más de 300 niños. Hoy somos parte del proyecto Cabalgando por la vida, que busca llegar gratuitamente a la mayor cantidad de personas”.
El Mayor Torres explica que la energía que irradian los caballos funciona como un estímulo para los pacientes con esas condiciones y los ayuda a socializar. “Carlitos fue uno de los pioneros en esta terapia. Ver sus avances nos llena el corazón”.