Los niños de Ger van a la escuela cuando pueden o tienen tiempo, luego de trabajar en labores agrícolas.
El pueblo de Ger pertenece a la parroquia Gualleturo, en Cañar, de donde es el migrante sobreviviente de la masacre de México.La falta de afecto y motivación hace que los chicos pierdan el interés por los estudios, dice la maestra, Mariana Casho.
En la escuela Padre Ángel María Iglesias, que tiene el régimen Costa, estudian 170 chicos, de los cuales 150 tienen a sus padres en Estados Unidos, dice la maestra Estefanía Guamán.
En esta comunidad viven 250 personas, la mayoría niños y ancianos. Los últimos, tras el éxodo de sus hijos, se encargan del cuidado de sus nietos. Por ello, la formación de los alumnos es complicada, se lamenta Guamán. “Son tristes y desmotivados”.
La mayoría de ancianos son analfabetos. Ese es el principal argumento que tienen para no ayudar en las tareas a sus nietos.
La mayoría de alumnos no viste el uniforme. Llegan con sus prendas raídas, rostros sucios, desarreglados y sin desayunar. No traen las tareas, asisten cuando quieren y tienen problemas con sus representantes, agrega Guamán.
“Se acuestan sucios después de ayudar en la agricultura, como el cultivo de maíz, arveja y corte de pasto para el ganado. Y cómo se levantan (despeinados) llegan a la escuela”, le interrumpe Casho. Incluso, en varias ocasiones deben interrumpir las clases para bañar a algunos niños porque tienen muy mal olor.
John Jairo, de 10 años, lleva más de un mes con un grano cerca del ojo derecho que se extendió a la nariz. No ha recibido atención médica. Cuando su madre emigró hace tres años a Estados Unidos, él y sus dos hermanos quedaron con su abuela, María Vicenta Pomavilla, de 80 años.
Un año después pasaron a vivir con su tía, María Rosaura Pomavilla. Él no conoce las causas de ese cambio y con recelo admite que extraña mucho a su madre.
Lo mismo le ocurrió a Jenny, de 9 años. Hace unos seis meses dejó su humilde vivienda. Ahora pernocta en casa de su marcamama (madrina), Lourdes Guamán. “Mamá me dijo que esté con ella porque tiene trabajo”.
Jenny ayuda a cortar la hierba para el ganado y a desgranar el maíz. “Casi no tengo tiempo para hacer la tareas. A veces hago en la noche, pero me quedo dormida”, dice para justificar su negativa de llevar los deberes.
Las niñas Lala (el apellido más común en este pueblo, pues casi todos son parientes), al igual que la mayoría de los hijos de emigrantes, tienen un rendimiento muy bajo, dice Guamán.
Sergio, de 9 años, tampoco tiene a sus padres, Norberto y Sonia Lala, desde hace cinco años. Son 12 hermanos y están con familiares.
Es un problema que se repite en Ger y en los poblados cercanos, según el teniente Político de Gualleturo (Cañar), Clemente Mora. “Conozco casos de emigrantes que se olvidaron de sus hijos. No les llaman, no envían dinero para la alimentación ni les interesa saber cómo están”.
Para Mora, es una pena porque se marcharon ofreciéndoles dar una mejor vida.
Según Guamán, en las reuniones mensuales con los representantes insisten a los padres sobre los riesgos de una emigración ilegal, el dolor que dejan en sus hijos, la desintegración familiar’ “Intentamos persuadirles a quienes conocemos que están por irse, pero nada los detiene”.
La maestra Casho recuerda que uno de sus alumnos le contó muy triste que su madre iba a emigrar y le pidió que hablara con ella para que no lo dejara, “pero se fue”. Otro problema, dice, es la expectativa que generan en ellos. “Les ofrecen llevarlos y eso aumenta la desmotivación por el estudio”.
Eso lo confirman los niños John Jairo y Sergio, quienes hacen planes para estar con sus padres el próximo año. “Allá no me sirve el estudio porque voy a trabajar”, dice John Jairo, con una voz pausada y avergonzado.
Guamán magnifica el descuido de los padres con un caso más grave. Según ella, la escuela tiene cinco alumnos que no están inscritos en el Registro Civil. “No tienen identidad y los aceptamos en la escuela calculando sus edades, porque como lo establece la Constitución, todos los ecuatorianos tienen derecho a educarse”.
En la escuela de Ger trabajan 10 maestros, que educan a niños desde los tres años (guardería) hasta los 12 (séptimo de básica.