La torre de metal ocupa casi toda la vereda. En el cruce de las calles Machala y Legarda, en el barrio de Cotocollao, se levanta una torre de transmisión de la Empresa Eléctrica Quito (EEQ), en medio de casas de dos y tres pisos.
Los vecinos desconocen que la estructura de acero se usa para sostener las líneas eléctricas aéreas por donde se transporta energía de alto voltaje desde las centrales generadoras hasta las subestaciones. Lo que sí saben es que causa molestias y temor.
La base de cemento de la torre impide el libre tránsito de la gente. Para cruzar se debe pasar de lado. Una silla de ruedas, por ejemplo, no cabría por ahí.
Para evitar que las personas trepen a la estructura se han colocado púas metálicas afiladas en el contorno y varios letreros con la frase: peligro alto voltaje.
A 50 centímetros de la torre está la tienda de Gissella Alma, de 32 años, quien pasa allí 13 horas al día, de lunes a domingo. Sentada en un banquito mira cómo sus compradores se acercan a la reja que tiene en la puerta, y algunos incluso se sientan en la base de la torre a conversar. Dice no tener miedo de las consecuencias de vivir cerca de la torre porque, a pesar de pasar en el lugar todo el día, no duerme allí. Al dueño de casa, en cambio, la situación sí le preocupa.
Héctor Riascos vive 13 de sus 62 años en ese lugar. Cuando llegó la torre ya estaba ahí, justo frente a su vivienda. A veces mira la estructura, y le da miedo que pueda venirse abajo. En el terremoto de Pedernales -recuerda- se movía de un lado al otro, y “hasta sacó chispas”.
Además, a pesar de que la torre tiene protección para evitar que alguien trepe, en una ocasión se metieron a la terraza de la segunda planta de su vivienda escalando por el acero. En su casa nadie sale a esa terraza, por miedo a que ocurra un accidente.
En Quito, la EEQ tiene registradas unas 2 100 estructuras de este tipo que miden entre 18 y 30 metros de alto y entre 3 y 5 metros de ancho, dependiendo del nivel de voltaje que transmitan. Se ubican cada 500 o 1 000 metros y se las va colocando conforme la ciudad crece y aumenta la demanda. Para saber dónde ubicarlas, se hace un estudio previo para encontrar la ruta más óptima.
¿A qué distancia deben estar situadas las casas habitadas?
Según la regulación del Arcotel, depende del tipo de vivienda. Las construcciones nuevas, es decir que llegaron después de instalada la estructura, deben estar a 7,5 metros de las torres de 46 kilovoltios (kV), a ocho metros de las de 69 kV, y a 10 metros de las de 138 kV.
Pero si es una zona ya poblada, con casas ya construidas, esas distancias cambian. Las torres de 46 kV deben estar a 2,5 metros de distancia; las de 69, a 2,8 metros, y las de 138 a 3,5 metros.
En Quito esas distancias no siempre se respetan a pesar de que el riesgo es alto. La EEQ indicó que, si no se cumple la normativa, puede ocurrir una descarga hacia la vivienda. Si por accidente alguien llega a topar esas redes existe una alta probabilidad de que fallezca de inmediato.
En un recorrido realizado por el norte de la ciudad, se encontraron irrespetos en La Ofelia, Pomasqui, Calderón y La Pampa.
¿Qué pasa cuando se encuentran infractores?
La EEQ indicó que se realiza la denuncia respectiva en coordinación con Procuraduría de la empresa y la Agencia Metropolitana de Control (AMC). Pero hasta el momento no hay ningún sancionado por esa inobservancia. La AMC informó que en el Código Municipal no está especificada una infracción por construir cerca de torres de alto voltaje. Ese vacío legal agrava la situación.
Matilda Clavijo, de 35 años, vive frente a una de esas torres desde hace 10 años. Ocupa el tercer piso de una casa que está ubicada en la calle Buenaventura Aguilera, en el sector de Bella Vista Alta. La sala de su casa se ubica a menos de 1,5 metros de la torre por lo que siempre mantiene cerradas la ventana y la cortina. Teme que “la radiación de los cables” entre por la ventana y afecte su salud.
Alfredo Mina, ingeniero ambiental, explica que de lo que se conoce, en esas torres se producen emisiones no ionizantes, es decir, que no dañan el núcleo de la célula y por lo tanto no representan un riesgo para la salud, pero advierte que es un tema que se sigue investigando porque aún no hay estudios concluyentes al respecto.
La EEQ no dispone de información que evidencie una posible afectación, no obstante, asegura que hay personal de Operación de Mantenimiento y Líneas de Subtransmisión que lleva 30 años trabajando en dicha actividad sin ningún problema de salud.
La electricidad suena
Hay otro efecto de estas torres, que se genera sobre todo en las de mayor voltaje: el ruido. En la Panamericana Norte, a 1,5 km del Portal Shopping, hay una torre de alta tensión de mayor tamaño: sobrepasa los 30 metros de alto. No pertenece a la EEQ sino al Estado, y aunque no hay casas cerca, sí funcionan negocios. A un lado hay una mecánica y una carpintería y, al otro, están las instalaciones de una empresa privada donde las 24 horas hay guardias de seguridad.
Juan Camacho, de 29 años, quien trabaja en la carpintería, cuenta que lo que más le preocupa es el ruido, en especial cuando llueve. La electricidad suena como un enjambre de avispas.
A un kilómetro de allí, hay otra torre similar. Se levantó junto a una cancha de fútbol, en medio del conjunto habitacional Buena Ventura, en Calderón, donde hay 750 casas. Las viviendas más cercanas están a unos 20 metros de distancia, sin embargo, se escucha, “como un río”. Diego Ruiz es quien da fe de que el sonido aumenta, sobre todo, de 18:00 a 02:00.
La EEQ explicó que ese efecto sonoro que se produce en alta tensión se lo conoce como corona, pero no es considerable a los niveles de voltaje que maneja la empresa. Además, la entidad no dispone de los equipos para la medición de ruido en líneas de transmisión.