Deslave en el centro de Quevedo

El retiro de los escombros. Los vecinos ayudaron a retirar el lodo, las piedras y los ladrillos trizados.

El retiro de los escombros. Los vecinos ayudaron a retirar el lodo, las piedras y los ladrillos trizados.

El deslizamiento de una parte de una colina causó la destrucción de tres casas en las calles Marco Quintana y La Quinta, en Quevedo (Los Ríos). El deslave se produjo a las 04:00 de ayer, luego de seis horas de un fuerte aguacero.

En una de las casas que fueron cubiertas por el lodo funcionaba un taller de motocicletas. El local era de Darwin Salvatierra, de 35 años. Desde las primeras horas de ayer, él empezó a retirar los escombros para buscar sus pertenencias. “Perdí motos, cuadrones, herramientas y repuestos. Perdí mi fuente de trabajo”.Una pala mecánica ayudaba a retirar el material. Salvatierra calcula que el perjuicio bordea los USD 50 000. “Tengo que recuperar lo que más pueda”. Un cuadrón desaparecido era de un cliente, que lo dejó un día antes.

La avalancha de lodo y piedras también destruyó la casa del comerciante Jaime Toaquiza. Su esposa, Alexandra Martínez, logró salir de entre los escombros y luego sufrió un paro cardiaco. En la mañana de ayer, murió en una sala del Hospital de Quevedo.

Otra vivienda afectada es la de Carlos Jiménez, un empleado público. El alud destruyó completamente la cocina de su casa.

A las 04:00 de ayer, la esposa de Jiménez, Jazmín Erazo, se levantó preocupada porque llovió toda la noche. A esa hora cayó el alud y ella fue alcanzada por la tierra. Su esposo la rescató. No tiene lesiones de consideración.

Jiménez ayudó evacuar a su esposa y a sus hijos Dayana (3) Marián (4) y Carlos (8). “El lodo atascó la puerta principal de la casa y todos tuvimos que salir por un espacio despejado, de 40 cm que quedó cerca de lo que era la cocina”, indicó el jefe de hogar.

Hasta las 11:00 de ayer, Jiménez sacó sus pertenencias del departamento. La Defensa Civil inspeccionó lo que quedó de su vivienda. Los socorristas le indicaron que las paredes están cuarteadas y a punto de caer.

“Un vecino me prestó una bodega y ahí guardé algunas pertenencias, otras las llevé a la casa de mi suegro”, dijo Jiménez.

Cerca del mediodía de ayer, Enrique Meza, también damnificado, esperaba recuperar algo de sus pertenencias. “Solo logré rescatar un poco de ropa enlodada. Los muebles y los electrodomésticos están dañados”.

Él arrendaba un departamento en USD 160. Pero el deslave destruyó el inmueble por completo.

Meza contó que vivieron momentos difíciles, en la madrugada. “Escuchamos que todo el cerro se venía y salimos con mis hijos hasta la calle”.

Junto a él, Toaquiza, quien vendía fantasías en el mercado de Quevedo, se lamentaba porque la montaña le arrebató todo. “Tenía USD 18 000 en mercadería”.

En la evacuación de los afectados y la recuperación de sus enseres trabajaron unos 60 voluntarios de la Secretaría de Riesgos de Los Ríos. A cargo de este equipo estuvo Wilson Pérez, socorrista.

El desprendimiento de tierra también afectó a la movilidad. La tierra y piedras cubrieron las calles del sector de la Marco Quintana y La Quinta. Es un sector céntrico de la ciudad.

José Rivera, subjefe de equipo caminero de la municipalidad de Quevedo, coordinó las labores de retiro de escombros. “Hasta el mediodía realizamos más de 50 viajes para llevar la maleza y aún falta más por desalojar”, contó.

Desde las 07:00 de ayer, en este lugar, trabajaron ocho volquetes, una retroexcavadora y una gallineta de la Municipalidad. También se sumaron seis volquetes de la Prefectura de Los Ríos.

Rivera informó que a partir de hoy, las maquinistas empezarán a habilitar terrazas en el sitio del derrumbe. El propósito es evitar que los deslizamientos continúen. También se destaparán los sifones y alcantarillas, que están llenos de lodo y piedras.

Los damnificados se trasladaron a casas de sus familiares. No decidieron ir a los albergues que se abrieron para acoger a los afectados por el invierno.

En la mañana de ayer dejó de llover y quienes viven cerca del lugar del deslave no dejaban de comentar sobre el peligro. Los socorristas les tranquilizaban.

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