El éxodo de los azuayos a Estados Unidos y Europa en busca de trabajo cambió los hábitos de los pueblos. En Delegsol, en el cantón azuayo de Chordeleg, sus habitantes -en su mayoría- son niños y mujeres.“Aquí (Delegsol) primero se fueron los hombres”, cuenta Gloria Castro, de 46 años, al iniciar su relato sobre el devenir de su pueblo y los problemas que se generaron por la emigración.
Su esposo se fue hace 13 años y ella quedó con ocho hijos. “Ahora creo que no valió la pena que él dejara a su familia por dinero”.
Delegsol es una parroquia del cantón Chordeleg, ubicada al oriente de Azuay. Es una tierra de tejedoras de sombreros de paja toquilla y esta mayor presencia femenina se comprueba en sus calles. Según datos de la Junta Parroquial, allí habitan 1 561 mujeres y 669 hombres, la mayoría es de la tercera edad o niño.
En la Junta Parroquial hay cinco vocales, de los cuales tres son mujeres: Sandra Salazar, Cecilia Jara y Sonia Zhunio. En tiempos de campaña es más evidente el predominio femenino. Ellas, mayoritariamente, acompañan a los candidatos, señala Adolfo Arias, un habitante del pueblo que no se marchó por no dejar a sus hijos.
Gloria y la mayoría de mujeres no tiene a sus esposos a su lado y hay varios casos que hasta perdieron la relación. Hasta hace más de una década, este pueblo se sustentaba de la actividad agrícola y de los salarios de los artesanos que iban a trabajar en las joyerías de Chordeleg.Actualmente, la agricultura es para el autoconsumo y las remesas se convirtieron en la principal fuente de ingresos que mueve la economía local.
Para Gloria su vida es dura. Casi dos años mantuvo una relación tranquila con su esposo. Luego dijo que “no nos podía mantener”. A ella le tocó asumir el cuidado, manutención y educación de sus hijos.
Para eso trabajó duro en la agricultura. “Sembraba en las chacras de otros agricultores, por un sueldo”. En las tardes lo hacía en su pequeña huerta con la ayuda de sus hijos mayores y en la noche tejía los sombreros de paja toquilla.
“Es el pueblo de las mujeres abandonadas”, interrumpe Martha Castro, de 43 años, con una amplia sonrisa. El tiempo se encargó se sanar el sufrimiento por la partida de su ex esposo y ahora cuenta su historia sin problemas. “Le ayudé hasta con mis ahorros para que emigrara sin deudas”.
Fue hace más de una década y ella se quedó con tres hijos a quienes solo pudo alimentarlos. Sufrió por la situación económica y por el mal comportamiento de uno de sus hijos. El mayor, Jorge Jara, emigró hace seis años, cuando solo tenía 15.
Según el presidente de la Junta Parroquial Galo Castro, todos tienen familiares en otros países y los adolescentes esperan el día en que puedan salir. Las imponentes casas son otra evidencia de la emigración. En la tarde, las campesinas dejan las tareas agrícolas por el tejido del sombrero.
En los portales de las viviendas, las jóvenes se reúnen por la misma tarea. Las hermanas Tania, de 16 años, y Erika Castro, de 18 años, lo hacen desde junio pasado por sus vacaciones escolares.
Ellas junto a sus vecinas Daniela Luna, de 16 años, y Mayra Zúñiga, de 18, tejen en el portal de su vivienda ubicada en la vía Delegsol-Principal. Jesús, el padre de Tania y Erika, emigró a EE.UU. hace tres años y su madre Rosa Jara quedó para cuidarlas.
“Papá cuenta que allá el trabajo es escaso y nosotros ayudamos para cubrir algunas necesidades”, dice Erika. Ahora el precio del sombrero de paja toquilla está a mejor precio. Hasta hace menos de 15 días cada unidad se vendía en USD 2 y ahora en 15.
Por eso, la mayoría hizo un paréntesis a las tareas agrícolas para dedicarse al tejido. Por el bajo precio que pagan los intermediarios salen a vender a Cuenca.
San Martín de Puzhío y Guel (Sígsig) son pueblos cercanos donde la presencia femenina es mayoritaria, pero no en mayor proporción que en Delegsol. Según el Consejo Electoral de Azuay en las últimas elecciones en Puzhío votaron 228 mujeres y 165 hombres y en Guel, 550 mujeres y 483 hombres.