Mariana Chiriboga no es enfermera, pero sabe de primeros auxilios. Puede poner inyecciones y suturar una herida. Ella es una de las 25 promotoras de salud comunitaria que ayudan a los habitantes de las comunas en donde no hay centros médicos o la atención no es continua.
Lo hacen desde 1988, pero en el último año hay más interés de las jóvenes. En noviembre del 2012 se graduaron 15 más.
Chiriboga, de 70 años, vive en la parroquia La Candelaria del cantón Penipe, en Chimborazo. Participa en el plan de salud comunitaria que es financiado por el Centro de Desarrollo Humano en Cultura y Economía Solidaria (Cebycam-Ces), Cáritas Alemanas y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
El “consultorio” funciona en su modesta casa, construida con bloque, madera y techo de teja. Allá se llega por una vía con tramos asfaltos y de tierra.
Ella está preparada para recetar medicamentos que contrarresten la gripe, las congestiones nasales, dolor de cabeza, fiebre. Los analgésicos, colirios, gasas, esparadrapos y guantes se guardan en el botiquín que le entregó el Cebycam-Ces.
De voz amable, Chiriboga es muy activa en el pueblo. Se protege del frío con un mandil blanco y un pantalón de lana. Se vinculó al servicio de voluntarias en 1995. Los pacientes la obedecen sin cuestionarla.
Cuando hay emergencias, llama por teléfono al Cuerpo de Bomberos para que le ayuden con la ambulancia. De ese modo ha enviado a mucha gente al hospital de Penipe. El miércoles pasado, Mariana Haro, de 65 años, buscaba alivio para un dolor de cabeza.
Chiriboga la miró compasiva y le pidió que se sentara en una silla de madera. Le tomó los signos vitales y le colocó un termómetro bajo el brazo. Tras siete minutos le diagnosticó fiebre. Luego le revisó los pulmones y comentó para sí misma: “no hay obstrucción, ni flema”.
La paciente aguardaba en silencio y con la mirada baja. Le entregó 10 tabletas de paracetamol (analgésico) y le pidió que se tomara una cada ocho horas.
Antes de irse, Haro contó que en el pueblo sí hay un centro de salud. “Pero el médico atiende los lunes, miércoles y viernes. Por eso vine a donde la Mariana”.
Según Chiriboga no trabaja con horarios. “A cualquier hora atiendo a los vecinos. La enfermedad no sabe si es noche o día”.
Una de sus clientes habituales es Leonor Carrasco, de 78 años. Ella acude para que le ponga una inyección para aliviar el dolor que le produce la artritis. “Me siento bien por varias horas, después no sé qué hacer”.
A 10 kilómetros de La Candelaria, por una carretera asfaltada se llega a la parroquia Bayushig. Un kilómetro cuesta arriba está la comunidad Shamanga, en Penipe.
León Narváez, de 52 años, tiene dolor de estómago. La promotora Carmen Samaniego le preguntó ¿qué comió? Luego le entregó un par de pastillas para que se las tome cada seis horas.
“Los pobres, que no tenemos plata para pagar a un médico, valoramos mucho a las promotoras de salud. Nos entregan medicinas gratuitas para aliviar la fiebre y el dolor”, dijo el paciente.
Samaniego, de 22 años, es la más joven de las promotoras comunitarias de salud. Colabora en este proyecto desde noviembre del 2012 después de graduarse en el curso que dictó el Cebycam durante seis meses de 08:00 a 12:00 cada día. “Estamos preparadas para atender en primeros auxilios. En las emergencias les trasladamos al hospital”.
Narváez explicó que en esa comunidad había un dispensario médico, pero se cerró. La labor de las promotoras es supervisada por Rosa Hidalgo, coordinadora del proyecto del Cebycam-Ces. Ella recorre las comunas para reforzar el trabajo de las voluntarias, en especial en las zonas donde no hay puestos de salud.
“El reforzamiento de los conocimientos es contante y obligatorio, al igual que la entrega y la renovación de medicamentos. La idea es que estén preparadas para atender las emergencias”, dijo Hidalgo.