La Crespa crece entre vías de hormigón y de tierra

La vialidad del recinto La Crespa, perteneciente al cantón Flavio Alfaro (Manabí), tiene dos caras. Por una parte, esta la vía de hormigón armado que conecta el recinto con Chone y Santo Domingo; por otra, están sus caminos vecinales que se hallan en malas condiciones.

Uno de los usuarios habituales de estas vías es Colón Vélez, un lugareño corpulento. En los fines de semana Vélez sale desde Piojito hasta La Crespa en una mula. “En invierno el lodo llega hasta el pecho del animal y uno tiene que bajarse y halarla”.

En uno de sus último viajes, Vélez desembarcó en La Crespa descalzó. Sus botas se quedaron enterradas en el lodo. “Ya estaban viejas, más hubiera hecho el esfuerzo para nada”, dice sonriendo.

Asimismo, las mulas de Jairo Delgado, un finquero local, llegan con frecuencia cubiertas de barro. Sin embargo, la semana pasada logró sacar un costal de cacao húmedo que lo vendió a USD 100. Con ese dinero compró víveres y legumbres para su casa.

La Crespa está a 67,4 km al sur de Santo Domingo y a 38 km de El Carmen. En la actualidad es un punto de encuentro para habitantes de otros recintos como Piojo, La Palanca, La Línea, Piojito, Leones, Cucaracha y Los Sapos. Para llegar a La Crespa se recorre en bus cerca de 30 minutos por una vía de hormigón.

Es un sitio de comercio informal. Aquí los campesinos que llegan de otros recintos venden el cacao, leche, queso, yuca, plátano maracuyá, mandarina, entre otros productos. Desde este poblado se llevan víveres y legumbres a la Sierra ecuatoriana.

En esta localidad, los traileros y los turistas siempre se detienen a comer un bollo de maní con café negro o el caldo de gallina criolla.

La Crespa hace honor a su nombre. Hace más de 50 años, los colonos que llegaron en busca de tierras, formaron este poblado al filo de una cúspide en forma de la cresta de un gallo.

De hecho, esta localidad en sus primeros años de formación se llamó La Cresta. Uno de los moradores, José Vicente Gallardo de 66 años recuerda que la empresa Granda Centeno le dio el nombre de La Crespa. Esta compañía construyó la primera vía que unió a El Carmen con Flavio Alfaro. Era 1964, cuenta Gallardo.

Uno de los primeros pobladores de La Crespa fue Amando Urbano Acurio. Él falleció, pero su segunda esposa, Monserrate Vargas de 61 años, aún vive en este sector. Ella es una persona ágil y alegre de fácil expresión.

Mientras barre el piso de su modesta vivienda rememora la primera incursión en esta zona. Con su extinto esposo llegó a esta zona con los 13 hijos del primer compromiso de Acurio. Él era viudo.

La familia trabajó en una propiedad de 400 hectáreas. “Esto era puro monte y selva y no siquiera había caminos de pica” (caminos de herradura), comenta.

Hoy, La Crespa se mantiene como un caserío de pequeñas casas de madera y de bloque, que tiene un clima templado y con amaneceres marcados por la neblina.

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