El tobogán, en forma de dragón, que era uno de los atractivos en el Complejo Turístico de Chachimbiro, en Imbabura, está vacío.
En realidad, las 14 piscinas de aguas termales y cabañas, instaladas en 16 hectáreas del balneario, no reciben visitantes desde el 1 de septiembre último. Desde ese día los 73 trabajadores de planta, que conforman la Cooperativa de Desarrollo Comunitario Chachimbiro II, y 10 trabajadores temporales, se tomaron las instalaciones de estas termas, famosas por sus aguas medicinales.La fecha coincidió con el fin de los seis meses que el Gobierno Provincial de Imbabura (GPI), dueño de una parte de las instalaciones, encargó a la Cooperativa Chachimbiro para su administración. Ese fue el paso que se dio tras la finalización de 15 años de comodato del balneario a la Fundación Cordillera, a la que pertenecían los trabajadores.
“Nos quieren dejar sin empleo. Estamos preocupados”. Así resume su malestar Germán Vargas, campesino de la comunidad de Azaya. Tiene 44 años de edad y ha dedicado 10 al balneario. Se desempeña como chofer, pero también colabora en las instalaciones eléctricas e hidráulicas. Lo que más le inquieta es cómo va a mantener a sus cuatro hijos si el GPI no les renueva el contrato.
Pero no es el único. Luis Gaspar Rodríguez, de 38 años de edad, considera que será difícil conseguir un nuevo empleo. Como la mayoría de empleados de Complejo Turístico, proviene de una de las nueve comunidades campesinas que rodean la cuenca hídrica de aguas termales.
Rodríguez, padre de seis hijos, trabaja 22 días en Chachimbiro y tiene ocho días libres, pues vive en Piñán. Su comunidad está en las estribaciones del volcán Cotacachi, a tres horas de viaje en carro o siete a caballo. Es por eso que se le torna difícil conseguir otro empleo que le permita garantías como un sueldo de USD 400, la alimentación y un lugar para alojarse durante sus días de trabajo.
En la parte exterior del portón los ex empleados colocaron carteles que dicen. “15 años de trabajo comunitario hoy nos quieren terminar. El modelo comunitario en Chachimbiro sí funciona”.
En el otro extremo del conflicto está el prefecto Diego García. “Lo único que pedimos es que nos entreguen las instalaciones”, dice. Asegura que no tiene nada que ver con el futuro de los (83) trabajadores. “El GPI no tiene relación de dependencia con ellos”.
William Tacle, representante de los trabajadores del complejo Chachimbiro, no entiende cómo ahora les dan la espalda. “Hace seis meses firmamos un acuerdo con el Prefecto con la posibilidad de ampliar el plazo. El trabajo que realizamos en Chachimbiro era considerado un ejemplo de modelo comunitario. Pero ahora no nos dan una salida viable”.
En medio de la polémica, las dos partes concurrieron, el lunes último, a la Inspectoría de Trabajo. Ahí se fijó un plazo de 72 horas, que concluyó ayer, para que se encuentre una salida consensuada. Pero García se mantiene en que la cooperativa tiene que entregar la parte de las instalaciones que les corresponde.
La propuesta de García es que Chachimbiro se convierta en una empresa pública. Mientras esta resolución toma forma, la misma Prefectura quiere asumir la administración.
Según Tacle, ahora que el proyecto comunitario del balneario Chachimbiro está consolidado la Prefectura quiere cosechar, sin tomar en cuenta las mejoras.
Hace 15 años había solamente dos piscinas aledañas al río Cachiyacu, hoy hay un conjunto de servicios que incluyen el balneario, spa, cabañas, áreas de diversión. “De USD 15 000 que el complejo de Chachimbiro estaba evaluado, ahora tiene un patrimonio de USD 1,2 millones”.
Los socios de la Cooperativa Chachimbiro II han planteado que se extienda el comodato, arrendar o vender los bienes que les pertenecen, como las cabañas y los terrenos que rodean a las piscinas. Pero el GPI no acepta.
Las pérdidas superan los USD 13 000 mensuales.