La calle Calixto Romero, atrás de la Caja del Seguro Social, es el sitio en el que, las últimas 72 horas, se han ubicado decenas de vendedores informales. Ese fue el sitio que el Municipio les autorizó, para el comercio navideño.
Cerrada al tráfico vehicular, esta vía permanece atestada de vendedores de artículos de todo tipo. Dos vehículos de la Policía Metropolitana, en las intersecciones de Chimborazo y Cacique Álvarez, marcan una especie de límite, no solo para evitar el paso de automotores. Lo es para evitar que los comerciantes se extiendan a otras calles.
Cada diciembre los alrededores de las bahías se convierten en una anarquía. De pronto los vendedores informales aumentan en número. Por ello, el Cabildo intensifica los controles.
A lo largo de la vía en la que están autorizados a expender sus productos, 500 vendedores han formado siete columnas. Los metropolitanos rondan la zona controlando que no se pasen del límite de cada uno de ellos.
La mayor parte es de Guayaquil y algunos de Los Ríos.
Mariana Vallejo, de 32 años, comercia en estos días ropa interior. Durante el resto del año comercializa bebidas gaseosas y jugos en otras calles. “En esta época aprovecho para vender ropa y ganar algo para los estudios de mi hijo y el fin de año”. Cuenta que pidió USD 300 a un ‘chulquero’ y, hasta el jueves, no había recuperado la inversión.
Algo similar pasa con Cecilio Plúas, de 38 años, quien pidió USD 100 al 20%.
A lo largo del año recorre el Puerto Marítimo en Guayaquil y viaja los fines de semanas a Vinces (Los Ríos), donde vende correas, maletas y zapatos. Pero en diciembre busca la bahía por el gran flujo de personas.
Flavio Martínez, de 40 años, trabaja en la construcción pero, como los demás vendedores, aprovecha el fin de año. Expende camisetas y ropa interior.
En cambio, Mirilla Oyala, de 50 años, vende pollos en su casa, en la Nueva Prosperina. Para aprovechar estos días solicitó USD 200 al Hogar de Cristo. Ahora, ella vende paraguas.