El fuego destruyó 62 hectáreas de vegetación en el sitio La Chorrera, ubicado en las faldas del volcán Chimborazo; este fue el penúltimo caso que se registró en la provincia. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
En solo tres semanas, Chimborazo perdió una mayor cantidad de hectáreas de bosques y pajonales en incendios forestales frente a los que se presentaron el año pasado.
El último informe de la Secretaría de Gestión de Riesgos mostró que 1 451 hectáreas de bosques, pajonales y otros espacios con vegetación seca se quemaron en 58 incendios forestales. En ese reporte, del 9 de septiembre, no constan el último incendio del fin de semana y otro que se inició al mediodía de ayer 11 de septiembre del 2018; y que hasta el cierre de esta edición no se cuantificaban los daños.
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En todo el año anterior se destruyeron 834 hectáreas.
Las quemas se dan a pesar de la fuerte campaña que desarrolló este año el Ministerio del Ambiente (MAE); también lo hizo Gestión de Riesgos.
Para Marcelo Pino, director provincial del MAE en Chimborazo, la principal consecuencia es la pérdida de la funcionalidad del páramo. “La funcionalidad de las áreas quemadas puede recuperarse entre 70 y 80 años, pero solo si no es intervenida”.
Las llamas extinguen pajonales, almohadillas de páramo, entre otras plantas, que actúan como esponjas que retienen la humedad y luego la liberan paulatinamente, abasteciendo las fuentes hídricas de altura. Sin embargo cuando no hay cobertura vegetal, la lluvia hace que la tierra se deslice y que el suelo se erosione.
Los efectos de los incendios en la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo ya son evidentes. Algunas montañas nunca recuperaron su tonalidad verde amarillenta y los pajonales no superan los 20 centímetros de altura, aunque deberían medir 50 cm.
Una estrategia para proteger ese ecosistema vulnerable es el programa Socio Páramo, que consiste en premiar hasta con USD 60 por hectárea a asociaciones y comuneros a cambio de proteger y cuidar los páramos. En Chimborazo hay 126 socios y 18 592 hectáreas protegidas.
Sin embargo, de las 1 451 hectáreas perdidas, 109,14 están dentro de zonas protegidas y áreas de influencia. El penúltimo incendio del 3 de septiembre ocurrió dentro de la comunidad La Chorrera, en las faldas del volcán Chimborazo.
Esa área es parte del convenio y el compromiso de la comunidad es evitar incendios. La gente no perderá el incentivo anual si restaura la cobertura vegetal con la reforestación de plantas nativas y sin cambiar el uso de suelo.
“La gente inicia incendios para cazar conejos y venados. A veces no podemos evitarlo, porque son de fuera y no nos damos cuenta”, dice María Gunsha, una comunera.
Otro problema es que la restauración es lenta. Algunas plantas ya no vuelven a crecer.
A finales del 2016 se inició un plan de restauración ambiental para combatir ese problema. Consiste en sembrar especies nativas para generar especies de barreras que impidan tocar el suelo vulnerable.
La gente de la comunidad y los socios de la organización 24 de Mayo sembraron plantas nativas, como chuquiragua y orejas de conejo, en las partes más altas del cerro.
Esas plantas impiden la erosión del suelo, que quedó totalmente descubierto. Los técnicos de esa entidad estiman que, incluso tras la reforestación, la función del páramo que se perdió se recuperará totalmente en 40 años.
Eso significa que el agua que se queda atrapada en los pajonales todavía no se filtra adecuadamente al suelo. Eso puede ocasionar una reducción de agua en las vertientes de la parte baja de la montaña.
Y mientras las plantas vuelven a retoñar, los animales como lobos, venados, curiquingues, conejos y aves huyen del área por falta de alimento. Además, las cenizas tapan los poros del suelo impidiendo que el agua se filtre.
“Este ecosistema es muy delicado, por eso su recuperación no es fácil” y es lenta, explica Freddy Guamán, técnico del Ministerio.
Debido a esa fragilidad, el plan de capacitación para evitar que más incendios afecten a los páramos de la reserva es la parte más importante de la estrategia de recuperación ambiental. Todos los habitantes de las comunidades, niños y adultos, participan en el programa educativo.
“Nos costó mucho trabajo concienciar a las personas de no quemar los páramos. Antes, las quemas se hacían para mejorar la cacería, ahora todos ayudan con la protección y cuando ven personas extrañas dan alertas”, cuenta Segundo Cayambe, morador de la comunidad Pulinguí y guardaparques del MAE.
En otras provincias, la cantidad de incendios también se incrementó. Loja lidera la mayor cifra de siniestros forestales en el país, según las estadísticas de Gestión de Riesgos. Chimborazo es la segunda, pero durante un mes y medio estuvo a la cabeza de las provincias afectadas.
En Loja se reportaron 94 incendios y 2 033 hectáreas destruidas. El más grande ocurrió el fin de semana en Calvas, pero el cantón más afectado es Loja. Ahí, los bomberos extinguieron 46 incendios que acabaron con 1 476 hectáreas.