Pocas rosas adornaron las tumbas patrimoniales de Guayaquil

Decenas llegaron con ramos y velas como ofrenda para sus seres queridos por el Día de los Difuntos.

Decenas llegaron con ramos y velas como ofrenda para sus seres queridos por el Día de los Difuntos.

Decenas llegaron con ramos y velas como ofrenda para sus seres queridos por el Día de los Difuntos. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO

El mausoleo de Vicente Rocafuerte se divisa imponente al final de un sendero de palmeras que empieza en la puerta 3 del Cementerio Patrimonial de Guayaquil. El camposanto, habitualmente desolado, cobró vida desde la mañana de este jueves 2 de noviembre del 2017.

Decenas llegaron con ramos y velas como ofrenda para sus seres queridos por el Día de los Difuntos. Para visitar a todos sus familiares, algunos buscaron atajos entre las escalinatas con baldosas que parecen formar tableros de ajedrez y los corredores de bóvedas blancas. Pero pocos se detuvieron a saludar al expresidente de la República, que fue inmortalizado en una estatua de bronce de tamaño real.

“Yo no lo olvido, siempre me detengo un momento para verlo”, contó Joel Marcial, el único que poco antes del mediodía dejó su peregrinación por un rato para pararse frente a la tumba de Rocafuerte.

“Soy parte de esa cultura que nació en la escuela, el amor cívico a la patria, a los seres que nos dieron la libertad. Ellos nos dieron ejemplo, no como los políticos que tenemos ahora”, dijo enérgico.

El Cementerio Patrimonial de Guayaquil tiene más de
700 000 tumbas. Aquí yacen los restos de 15 expresidentes, próceres de la independencia, artistas que dejaron huellas… Pero este jueves muy pocos se acordaron de ellos.

La Junta de Beneficencia de Guayaquil, que administra el lugar desde 1823, calcula que hoy llegarían unas 600 000 personas desde distintas partes del país. Por eso sus puertas estuvieron abiertas desde las 07:00 y un tramo de la avenida Pedro Menéndez Gilbert fue cerrada al tránsito vehicular para facilitar la procesión de los visitantes.

“Ya he dejado unos siete ramos hasta ahora y todavía me falta dar una vuelta más. Pero cada año visito a uno de los personajes históricos que están acá. Este año estoy buscando a Medardo Ángel Silva”, contó Leonardo Torres muy cerca de la tumba más antigua que tiene el camposanto, la de una niña.

Juana Rosa Julia Correa y Pareja murió en 1831, cuando apenas era un bebé. La pequeña y sencilla bóveda de mármol tenía un ramo marchito. Este jueves solo se le acercó un grupo de universitarios que aprovechó el feriado para adelantar una tarea sobre el cementerio patrimonial y su belleza escultórica.

Ángeles, cristos y plañideras son las piezas de mármol que reposan sobre algunos sarcófagos y que tienen la huella de escultores italianos como Augusto Faggioni, Juan del Vecchio, Carlos Bartoli, Luigi Milani, Enrico Pacciani, Pietro Capurro….

El apuro de muchos visitantes impide contemplar estas obras de arte. Las conversaciones se mezclan en los angostos pasillos que lucían repletos, y por donde también resuenan los gritos de quienes ofrecen retocar las lápidas o simplemente colgar flores en las bóvedas más elevadas.

Hilda Cornejo subió por una extensa escalera casi sin fin, frente a la puerta 2. Arriba, en la tierra que da forma al cerro Del Carmen, están sus familiares. “Desde hace tres años armamos una mesa frente ellos y compartimos los alimentos que traemos preparados”, contó.

En el camino que toma esta familia está el cementerio judío. La estrella de David adorna las sencillas lápidas, donde casi no hay flores. En su reemplazo colocan pequeñas piedras como recordatorio.

El silencio solemne que invade este lado y el mausoleo de Vicente Rocafuerte se disipa al llegar a la puerta 13, donde el eco de acordes de guitarras se hace más fuerte al avanzar hacia la tumba de El Ruiseñor de América.

Alrededor del descanso eterno de Julio Jaramillo la tristeza se borra. Liliam Jaramillo Mendieta marcaba el compás con sus tacones sobre el sepulcro cubierto de rosas del cantante, mientras dos guitarristas entonaban pasillos y boleros. Para algunos era inevitable detenerse y corear algunas de las canciones.

“Este es un homenaje a J. J., pero también a nuestros padres, hermanos, hijos y parientes que los llevamos en el corazón. Ellos también están cantando, donde estén”, repetía Liliam, quien dice ser prima del cantante.

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