Comuneros del sector Cauchiche, de la isla Puná, participaron en una minga de recolección de desechos a lo largo de sus playas. Hubo personal del Municipio y la Prefectura. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Sobre la arena reposan restos de productos que desaparecieron hace décadas. Hay vasos con logotipos ya extintos, medicinas que caducaron en los 90 y frascos de bebidas que ya no existen en el mercado. Es un cementerio de marcas que se extiende por el sur de Puná.
Las fundas flotan en el agua cristalina del canal que conecta con el puerto artesanal de Posorja, desde donde zarpan los botes que llevan a la isla más grande del Golfo de Guayaquil. El tenue oleaje arrastra los desechos y ha formado en la orilla una barrera de basura marina de 15 km de extensión.
“Desde febrero llega más basura de lo usual -recuerda César Solano, presidente de la comuna Cauchiche-. Hicimos mingas, pero esto se escapa de nuestras manos”, dice frente a un horizonte de plásticos.
Las cabañas turísticas por ahora solo dan sombra a las brigadas que llegan para la limpieza. En tres días recogieron 8 500 kg de desperdicios, en 1 700 sacos. Pero el panorama de contaminación no se disipa.
Las zonas Estero de Boca (foto), Bellavista, Cauchiche y Subida Alta serán estudiadas. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Las mingas son una medida temporal del Cabildo y la Prefectura del Guayas mientras se investiga qué originó el impacto ambiental en esta parroquia rural de Guayaquil. La semana pasada se solicitó un análisis del agua y los desechos a la Escuela Superior Politécnica del Litoral, en un plazo de 20 días.
Antes, técnicos del Ministerio del Ambiente hicieron un primer muestreo, que incluso detectó microplásticos. “Con los análisis sabremos de dónde llega la basura, qué la genera y cuál será el plan de remediación”, indicó Nayid Lara, director provincial de Ambiente .
Desde el mirador de Subida Alta, la comuna más sureña de Puná de cara al Pacífico, se abre un paisaje natural opacado por la suciedad. La basura se mezcla con semillas de mangle y hay conchillas adheridas a viejas botellas plásticas.
En medio de lo que parece un botadero al pie del mar, Hugo Sánchez, morador de esta comuna, halló algo peculiar. “Mire lo que dice: Roldós cumple”. Era una funda de leche de un plan de alimentación del gobierno de Jaime Roldós, en los 80. En una esquina aún podía leerse el precio: 6 sucres.
La basura encontrada en el lugar es de hace más de cuatro décadas. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Para Erick Quinde, presidente de Subida Alta, y otros comuneros, una de las causas posibles sería la profundización del canal de acceso al Puerto Marítimo de Guayaquil. “Somos comunidades pequeñas, no podemos generar esta cantidad de basura. La única actividad cercana a nuestras playas es el depósito del dragado”.
La zona de descarga está frente a Cauchiche. Es una fosa de 37 metros de profundidad, donde se planificó dejar 24,5 millones de m3 de material, extraídos de 95 km de canal. El dragado fue adjudicado por el Cabildo a la firma belga Jan De Nul. Empezó en enero y concluirá en este mes.
El gerente regional de la empresa, Jan Van Den Driessche, aclara que las dragas de succión, que usan para remover el fondo arcilloso, y de corte, para los tramos rocosos, no son las causantes de la basura en Puná. “Las dragas extraen el material del fondo; el plástico flota, no está en el fondo”.
Pero la fundación Ecuador Salva la Vida apoya la hipótesis de los comuneros. Por tres años ha coordinado mingas y los ha capacitado en el manejo de desechos. Ante la falta de un botadero, la basura orgánica es enterrada y los plásticos son almacenados en los patios.
Por eso a Óscar Paladines, director de la oenegé, le asombra el volumen de desperdicios que, según dice, se multiplicó por 10 en los últimos dos meses. “Hay basura de 1976 que se entiende fue botada a los esteros de Guayaquil y con el dragado salió a flote. Cuando dejan el sedimento, los desechos extraídos se diseminan con la corriente y llegan a las playas”.
La ruta del dragado incluye un tramo de los esteros El Muerto y Santa Ana, con incidencia de barrios populares donde, históricamente, han arrojado desechos al estuario.
Para el gerente regional de Jan De Nul es imposible que la basura esté sepultada a 10 metros, la profundidad que han despejado. “Dragamos material que siempre ha estado ahí, no estamos dragando basura”.
Según el documento del plan de dragado, “los desechos generados, como plásticos, papel, vidrio, cartón, maderas y orgánicos, serán desembarcados cada que sea necesario”. El Gerente reconoce que han detectado basura, pero cosas mínimas como cabos y redes.
Además, recalca que los monitoreos de sedimentos y calidad de agua no alertan anomalías. Y que el área de depósito se ha usado por 10 años con este fin, por disposición de las autoridades ambientales.
En esta semana la Dirección de Ambiente revisará el plan de impacto ambiental del dragado -que incluye a las playas puneñas en una zona de sensibilidad ecológica-, y otros documentos dentro de una investigación con varias hipótesis.
Para la viceprefecta Susana González, es necesario analizar la cuenca del Guayas. “El río recorre cuatro provincias, 28 cantones. El 98% tiene botaderos de cielo abierto, muy cerca de caudales”.Pero los comuneros no ven hacia el río. Dicen que la cuenca incide más en el norte de la isla, donde no se reporta contaminación.