El viento levanta el polvo y las hojas secas que cubren el patio. Carmen (nombre protegido) aparece quieta, en silencio, con la mirada fija en el vaivén del columpio en donde juega su hijo por las tardes. Los últimos tres años han sido así, como un torbellino.
Después de quedarse sola con su niño conoció a un hombre 20 años mayor. “Empezó con celos, luego vino el maltrato. La última vez me golpeó tanto que me arrojó al suelo. Me pegaba en la cabeza y decía que quería matarme”.
Lo relata la joven, en una de las bancas del sitio que la recibió hace cinco meses. El nombre de la institución se omite para precautelar la seguridad de quienes habitan en ella.
En el país, hay 11 casas de acogida para quienes enfrentan violencia (ver gráfico). De ellas, cinco reciben al año alrededor de USD 436 688,34 del Ministerio de Justicia. Las otras subsisten con apoyo municipal, de ONG y autogestión.
“Las casas de acogida son espacios de prevención de femicidios”, apunta Amparo Peñaherrera, a cargo de Casa Amiga de Lago Agrio, en Sucumbíos. Ha recibido a 81 mujeres y niños, desde el 1 de enero hasta el 30 de junio. Tiene capacidad para albergar a 30, pero en ocasiones ha registrado 36 habitantes y por pocos días a 42.
La mayor preocupación de Amparo son las adolescentes víctimas de violencia sexual. Una de ellas llegó a los 12 años, embarazada, en el 2015. Es quien más tiempo ha permanecido en Casa Amiga. Aunque la mayoría de ocupantes son mayores de edad que escaparon del maltrato.
En el país, hasta julio se registraron 51 femicidios. El 55% de víctimas tenía de 17 a 30 años.
Eso se concluyó en un estudio de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) y en el Taller de Comunicación Mujer, citado por la Red Nacional de Casas de Acogida.
Su coordinadora, Geraldine Guerra, se queja por los problemas que tienen para recibir presupuesto estatal para mantener los espacios.
“Hablan de una cruzada nacional contra la violencia a la mujer, se aprueba una ley para erradicarla. Pero las organizaciones debemos suplir lo que el Estado debería cubrir”.
¿A qué se refiere? Guerra sostiene que el Ministerio de Justicia no cubre más del 30% de lo que requieren. Eso incluye sueldos para seis profesionales.
“El año pasado, el Estado entregó USD 0,65 por persona, para todas las comidas diarias que ofrecemos”, comentó Peñaherrera, de Casa Amiga.
Pero lo que les agobia es que no se haya desarrollado una fórmula para que el presupuesto llegue desde enero a diciembre. Este año, en la mayoría de casas de acogida se ha tenido que solventar sin apoyo estatal los gastos de los tres o cuatro primeros meses.
El Ministerio de Justicia dijo a este Diario que el desembolso no se puede efectuar desde enero porque en ese mes aún no cuentan con una certificación presupuestaria. Aclaró que son convenios de transferencia de recursos públicos a las casas de acogida, para la atención integral de las víctimas de violencia de género.
Vía e-mail, Justicia anotó que cuando se contó con la certificación en el 2018 se llamó a un concurso público, que se declaró desierto porque las casas postulantes no contaban con los requisitos. Y se hizo una nueva convocatoria, la firma se concretó en abril.
“Vemos a las casas como un espacio en el que se previenen los femicidios, se brinda protección en un espacio seguro, atención en lo psicosocial y legal, empoderamiento que evita que vuelva el círculo de la violencia y que esto degenere en un femicidio”, respondió Justicia. Y añadió que en el primer semestre del 2018, en el 85% de casos el agresor era conviviente, cónyuge o expareja de la víctima.
“Si las casas logran su labor: separar a la víctima del ambiente de violencia y del agresor, se estarían evitando efectivamente casos de femicidio”.
Pero la respuesta no es suficiente para Guerra. “No somos contratistas del Estado o proveedores”, reitera, como coordinadora de las casas. Recordó que acogen a mujeres que huyen porque sus vidas están en riesgo. Traen la ropa que visten, se les brinda desde el cepillo de dientes, apoyo psicológico, cuidado para sus hijos…
Las mujeres que habitan las casas buscan emprender en pequeños negocios y empezar así una nueva vida.