La casa de las hermanas Lino Muñiz parecía un esqueleto a las 10:00 de ayer. Del inmueble levantado hace tres años, a la orilla del estero Salado, solo quedaba el piso de madera sostenido en palos.
Las paredes de caña ya no estaban, y unos muebles de rayas verdes y amarillas aún quedaban en lo que era la sala del hogar. Unos amigos y familiares ayudaban a moverlos para guardarlos en la casa de uno de los vecinos.
El panorama era similar a lo largo de una cuadra donde la noche del martes se derrumbaron ocho viviendas de construcción mixta. En la cooperativa Brisas del Salado, en la Isla Trinitaria, en el sur de la ciudad, la novedad ayer en la mañana era la desgracia de estas familias que habían pasado toda la madrugada en la calle.
Las Lino Muñiz, así como Édison Mendoza y Luis Quirumba, rescataban parte de las maderas y cañas de sus casas de las aguas del estero. Otras viviendas estaban inclinadas y a punto de caer. Mientras flotaban ollas, ropa y otros enseres.Catalina Lino contó que el martes al mediodía, cuando regresó de su trabajo, observó una grieta que atravesaba los terrenos donde se asentaban su casa y las de sus vecinos. La marea había bajado un metro y quedó al descubierto. Aunque desde el 12 de agosto pasado se evidenció la falla física a raíz del temblor de 7,2 grados que se registró en Ecuador.
La preocupación venía desde ese día, pero ayer los tuvo más intranquilos. Por eso las familias del sector entraban y salían a cada rato de sus viviendas para observar la evolución de la grieta. A las 23:30 sintieron un estruendo y que la tierra empezó a deslizarse.
Catalina y su familia salieron de la casa, solo con un bolso de ropa. Y pasaron la noche en la calle.
En la mañana, los afectados deambulaban por el lugar vestidos con lo que tenían la noche de la tragedia. La casa de Noralma Arroyo, de 50 años, no se ha caído por completo. Un pilo de escombros la sostiene aún en la orilla del estero Salado. Vive en el sector hace seis años. “Toda la noche la tierra ha ido cediendo poco a poco”, por eso con ayuda de los vecinos colocó los escombros para que la vivienda no caiga.
Delegados de los ministerios de Salud Pública y Desarrollo Urbano y Vivienda llegaron a las 10:00 para evaluar los daños. A esa hora empezó un censo para conocer el número de damnificados. Aunque la Secretaría de Riesgos calculó que eran 31 personas.
Wilson Tenorio, jefe de Área de Salud #2 Trinitaria, dijo que hasta esa hora no se registraban heridos. Pero se instaló un puesto de auxilio para brindar atención médica. “Vamos a seguir en estado de alerta permanente porque al parecer pueden caer otras casas”.
María Fernanda Reyes, funcionaria de Gestión de Riesgos, informó que existen otras casas en peligro de derrumbarse, aunque no se conoce exactamente el número. La intención es que estas familias salgan de las viviendas y ubicarlas en albergues.
Reyes dijo que los moradores conocen los riesgos de vivir al filo de un estero, por lo tanto podrían prevenir las desgracias no invadiendo estas zonas vulnerables.
Pasado el mediodía las familias afectadas no habían sido ubicadas en albergues. Los vecinos y parientes les ofrecieron comida y algo de ropa.
Testimonio
Jenny Demera, de 39 años.
Antes perdí mi bono y ahora pierdo mi casa
Estaba en la casa con mis tres niños. Ya me iba a dormir y escuché un estruendo horrible. Salí de la casa asustada, corriendo, no pude sacar casi nada. Luego pasamos la noche en la calle.
Yo vivo sola con mis niños y ahora me suspendieron el bono porque hice un préstamo en Hogar de Cristo para hacer mi casa.
Lo pagaba mensual, ya venía pagando casi dos años, este es el último año. Todavía me faltan 180 dólares de pagar y eso es lo que me preocupa.
Además, tampoco tengo el número para comunicarme con ellos para informarles que perdí mi casa y ahora no puedo pagar.
Mi niño es discapacitado y tengo que hacerle la terapia tres veces a la semana. La terapia y la consultan son gratis, pero los remedios tengo que comprarlos y también una férula que le deben poner en el pie. Pero yo le dije al doctor que me esperara porque yo todavía no tengo plata para comprarle.