Oswaldo Haro es el guardián del bosque, ubicado en la vía Alóag-Santo Domingo. El sitio almacena agua y centenares de orquídeas.
Un pedazo de musgo verde es una especie de cama de agua en las manos de Oswaldo Haro. Luego de exprimirlo para sacar todo su líquido, le da un beso y lo regresa cuidadosamente al tronco de un árbol. “Esto es el agua”.
Este biólogo y ecologista quiteño, de 72 años, vive desde hace 35 rodeado de musgos, hojas, bosque húmedo, ríos, cascadas, animales y más de 100 especies de orquídeas. Su hogar es la reserva Bombolí. En este lugar el agua abunda en las flores, las plantas y el suelo.
Bombolí cubre de verde a 203,5 hectáreas ubicadas en el cantón Mejía, en el kilómetro 19,6 de la vía Alóag – Santo Domingo.
De este espacio, 105 son de bosque primario. Oswaldo Haro y su esposa Mariana Pérez son los guardianes y anfitriones de este sitio. “Yo y las generaciones que vienen tendremos que cuidar este lugar por el resto de la vida”, dice Haro.
La vegetación de Bombolí conserva el agua lluvia que baja del cerro del mismo nombre, ubicado a 3 500 metros de altitud y que desemboca en el río Pilatón. Este afluente abastece de agua a Tandapi, Alluriquín y Santo Domingo.
Toda la reserva, que está a 2 495 metros de altitud, alberga dos tipos de ecosistemas. El uno es la vegetación que rodea a los riachuelos y cascadas que pasan por debajo de la carretera. El otro es un bosque nublado de tipo secundario. Aquí vive Haro, donde todo es cuidadosamente protegido por él.
Mientras camina cerca de una de las 16 cascadas, recoge pedazos de plástico que han sido arrojados en el lugar. Un sitio que es sagrado para Haro, ahora está convertido en un basurero. “Yo les llamo llantos de la naturaleza”, dice al referirse a una cascada que parece un hilo de agua y abajo forma un riachuelo. “Ahora ya no queda nada”, agrega con tristeza al ver lo que queda del afluente.
Pero arriba, lejos del ruido de los autos, el ambiente es diferente. “Esta es república independiente, un lugar único, otro mundo”, manifiesta Haro. Él observa cada planta que rodea el camino y se detiene para explicar si está en el lugar adecuado. “La ecología es el arte práctico de ubicar a las especies”, repite insistentemente.
Abundantes especies
En Bombolí se albergan especies como musgos, helechos, alisos, chilcos, saucos, arrayanes y cientos de orquídeas. Solo en los primeros 11 kilómetros de la entrada, por ejemplo, hay 400 especies.
La casa donde habitan los Haro y tres perros está a más de 12 kilómetros de la carretera. Sus paredes fueron construidas con madera y en su interior se adorna con objetos naturales, reciclables y otros que fueron hechos a mano. La vivienda no cuenta con energía eléctrica, pero la luz solar ilumina la mayor parte de la morada.
Esta casa también ha sido el hogar temporal de estudiantes, investigadores y periodistas extranjeros que tomaron las orquídeas de Bombolí como protagonistas para reportajes u objetos de estudio para tesis universitarias.
Mariana es la encargada de la logística de las visitas así como de llenar sus momentos libres con actividades como la elaboración artesanal de quesos, pan y mermeladas. “Los estudiantes vienen cuatro veces al año y también se han quedado varios días”.
Para ella, la forma con la que Haro enseña a sus visitantes sobre cada planta que hay en el lugar es lo que los cautiva y motiva a aprender. “Hace unas explicaciones que la gente pueda comprender, entender y les hace comparaciones con la vida diaria”.
Una de las visitas más gratificantes, según Mariana, fue la de un grupo de estudiantes de la Universidad La Verne (California, Estados Unidos). Ellos se quedaron tres semanas en Bombolí. “Les encanta todo. Tenemos comentarios maravillosos. Valoran tanto la vida”.
Al lugar también han llegado visitantes de Alemania, Japón, Francia, Corea, China, India…
Los Haro guardan en un cuaderno los recuerdos de sus visitantes foráneos. La profesora de español Brittany Anderson, de la Universidad La Verne, escribió en esta bitácora su gusto por Bombolí, y por la forma en la que Haro trata a las plantas. “Estamos a gusto con el programa y el concepto de aquí, de respetar y amar la naturaleza. La biodiversidad que vimos en solo un día es una maravilla”.
Son pocas las veces que Haro sale de la reserva. Cuando eso sucede -una vez cada mes- se dirige a otras propiedades en Quito. “Lo importante es valorar, porque después las generaciones que vienen, ¿qué van a hacer sin el agua?”.
Hogar de las orquídeas
Las orquídeas miniatura de diversos colores son la especie más importante de la zona. Estas se conservan por la humedad que reina en el ambiente.
Para preservar el crecimiento de estas flores, Oswaldo Haro ideó la instalación de lo que él llamó los hospitales de las orquídeas. Estos sitios de recuperación están en los troncos de árboles caídos que funcionan, a manera de macetas, como cunas de varias especies de orquídeas.
Otra alternativa para curar las orquídeas es ubicarlas en medio del musgo húmedo que cuelga de los troncos de los árboles que hay en la reserva.
Hasta que la nueva flor se adapte a su hábitat, Haro las amarra con una cinta de plástico alrededor del tronco. Luego de 15 días, cuando la flor está adherida al lugar, suelta el hilo.
Para ayudar a la reproducción de las orquídeas, Haro también esparce el polen que albergan las vulvas maduras. Cada una de ellas puede almacenar hasta 66 semillas.
Orquídeas como la Telipogon (amarilla) es una de las que abundan en la zona.