José Herrera Dibujes encabezó la minga de limpieza en la calle Zamora, en el barrio Huertos Familiares, en el norte de Ibarra. Su esposa Rosario Delgado, su hermano José y dos sobrinos lo ayudaron.No es una simple minga. Los 10 000 habitantes de este barrio tratan de recuperar la tradición de la minga, aún vigente en las zonas rurales de Imbabura. Esta iniciativa es coordinada desde hace tres meses por la Dirección de Participación Ciudadana del Cabildo con los dirigentes de los barrios.Desde el frente de la casa de los Herrera Delgado se observó a decenas de vecinos que formaron una fila de obreros. Recogieron la basura y arrancaron la maleza a lo largo de la calle. Lo hicieron bajo un tenue sol mañanero.El trabajo comunitario se vio en esa urbanización. Hasta ahora se han realizado mingas en Azaya, Alpachaca, Yahuarcocha, Caranqui y San Antonio, asegura Ramiro Cazar, funcionario del Municipio. Previamente se organiza una asamblea barrial, en donde los vecinos exponen las necesidades y sus aspiraciones.Con el pelo mojado por el sudor, Herrera trabajó desde las 08:00 hasta las 13:00 del sábado. Leyó los detalles en una hoja volante que los personeros de la Comisaría de Construcciones entregaron en cada vivienda. En ese documento se advirtió que los propietarios de viviendas y de terrenos baldíos que no asistan a la minga serán sancionados. La multa es de dos salarios básicos (USD 480).Para Herrera, las sanciones están demás. Dijo que el trabajo comunitario es una práctica en la que prima la solidaridad entre vecinos. No es una obligación.Herrera recordó las mingas que vio en su niñez en su natal parroquia de La Paz, en el cantón Montúfar (Carchi). Ahí se congregaban hasta 500 personas, entre ellas niños. “A golpe de pico y de pala se abrió el camino de 4,5 kilómetros que avanza hacia la Gruta de la Paz”, contó. De esas prácticas también conoce María Ayala, quien nació en la comunidad de La Concepción (Carchi) hace 58 años. Vive desde hace 30 en los Huertos Familiares de Azaya, en Ibarra. De niña vio cómo hombres y mujeres transformaron a un terreno pedregoso en el parque central de su comunidad. “Ahora, incluso, está adoquinada”.Según el Centro de Estudios Pluriculturales, de Otavalo, la minga es una práctica de raíces indígenas, que se conserva, básicamente, en el campo. Se dice que esta actividad reduce el costo de las obras hasta en un 20%.Para Herrera tiene un valor mayor: unir a la gente. “En el campo todos se conocen. Mientras que en la ciudad no se sabe ni quién es el vecino”. Es por ello que considera que las mingas son una oportunidad para servir y ponerse a órdenes de los vecinos. A pesar del esfuerzo de los vecinos de los Huertos Familiares, tuvieron un inconveniente. No hubo una volqueta para recoger los montículos de basura y escombros. “Así como nosotros ayudamos a limpiar el barrio, el Municipio debe enviar un recolector”, dijo Ayala. El barrio se formó con las mingas, dijo Herrera, quien descansa un momento para luego seguir con la limpieza.