De los tres oficios a los que se dedica, a Iván Jama el que más le llena es ser árbitro de fútbol.“Sentir la pasión de toda esa gente no tiene comparación. Hay un montón de adrenalina”, manifiesta el juez de la categoría amateur de Santo Domingo.
Jama también es maestro de construcción y electricista. Hace 13 años fue la primera vez que dirigió un partido de fútbol. “Una vez no había quién pitara en un campeonato de la cooperativa Mujer Trabajadora y no lo hice mal”, afirma.
El réferi de 38 años encontró en el referato de fútbol una forma de continuar cerca del deporte, luego de que una lesión en los meniscos lo alejara del campo de juego en su juventud.
Al igual que él, hay 60 árbitros que pertenecen a la Corporación de Árbitros de Santo Domingo. Su presidente es Jymmy Castillo, un réferi retirado que se inició en esta actividad a los 18 años. Él afirma que hay árbitros que tienen otras ocupaciones. Le gusta su oficio, a pesar de los naranjazos, insultos y llamados de atención que le ha tocado recibir.
“Es un oficio difícil, pero gratificante. Estar en medio de 12 000 personas gritando es emocionante, pero también hay una gran responsabilidad”. Castillo ahora es instructor de árbitros y también es profesor de Educación Física.
Además, él labora en la Federación Deportiva de Santo Domingo impartiendo clases a las nuevas generaciones de árbitros santodomingueños.
Son 17 reglas que tiene que aprender un árbitro de fútbol. “La más complicada es la regla 11, la que habla sobre el fuera de juego. Una ocasión, un instructor se demoró dos días en explicarla”, aseguró Jama, mientras descansaba en su casa en el Plan de Vivienda Municipal.
Él afirma que económicamente sí se puede vivir con lo que gana un árbitro de fútbol barrial.
“Durante cinco meses pude vivir solo del arbitraje, pero no podía estar el resto de la semana sin hacer nada”, señala.
Uno de sus compañeros, Edwin Arequipa, afirma que es una buena forma de redondear su sueldo. Él labora en seguridad del Paseo Shopping de Santo Domingo.
“Decidí ser árbitro para continuar en las canchas”, manifiesta Arequipa. Él jugó en uno de los clubes tradicionales de Santo Domingo, El Águilas. Corre de extremo a extremo de la cancha o cuando le toca ser juez de línea, lo hace recorriendo las bandas y alzando la banderola.
Castillo señala que la formación que han tenido ha sido con base en cursos de actualización constante. Eso porque las reglas de la Federación Internacional de Fútbol Asociado las renueva permanentemente.
El dirigente explica a sus colegas que el camino para llegar a ser un árbitro de fútbol profesional depende de la edad.
“Es necesario que las nuevas generaciones se gradúen a los 16 años, que es permitido, para que a los 24 años pueda dirigir partidos profesionales”, asegura el dirigente de los árbitros de la provincia. Él no pudo cumplir uno de sus sueños: pitar un clásico Emelec -Barcelona .
“También hay que pasar cuatro categorías: amateur (barriales), cuarta, tercera, segunda y primera categoría (fútbol profesional)”, cuenta Jama.
Por un partido de esta categoría, los equipos pagan bien. “Viven mejor que un concejal”, dice Castillo a manera de broma, en su casa en el barrio Río Verde, mientras limpia su automóvil.
Este vehículo le sirve para movilizarse hasta la escuela 9 de Octubre donde labora de lunes a viernes.
En Santo Domingo también se puede vivir del arbitraje, según Castillo. Es más, dice que hacen falta más árbitros para las ligas barriales que se juegan en la ciudad. Se organizan de ocho a 20 campeonatos, dependiendo de si es verano o invierno.
“Un árbitro cobra USD 50 por un partido. Cada fin de semana dirigen de tres a cinco partidos. Sus ingresos pueden ser de hasta USD 250 por semana”, asegura Castillo, de 41 años.