El 1 de febrero de 2021, Agustín Intriago retomó sus recorridos por algunos barrios de Manta. El alcalde recibió el alta de UCI hace un mes, por un cuadro severo de covid-19. Foto: captura
Una camisa blanca bordada con el colorido logo de la Alcaldía de Manta y un bastón de fondo. Con esa fotografía colgada en sus redes sociales, Agustín Intriago anunció el lunes 1 de febrero su retorno al trabajo, luego de más de un mes de recibir el alta por un cuadro crítico de covid-19.
El alcalde de 36 años de edad fue internado en UCI por severas complicaciones debido al virus. A fines del 2020 fue atendido en el hospital del IESS de su ciudad, donde fue inducido a coma por el grave deterioro de sus pulmones.
Decenas de personas se agruparon en los exteriores para orar por su salud y una multitud lo despidió cuando fue trasladado en ambulancia al Luis Vernaza, en Guayaquil.
Allí permaneció 10 días y recibió el alta el 28 de diciembre de 2020. Dos días antes compartió una foto de su mano izquierda, lacerada por las agujas, y un mensaje de sobrevivencia: “Esta enfermedad es la muerte misma”. Su regreso también fue multitudinario.
El 1 de febrero, Agustín Intriago fue recibido en algunos barrios de Manta con oraciones de agradecimiento por su recuperación. Foto: captura
Después de largas horas de rehabilitación, un proceso que continúa, el alcalde Intriago retomó su agenda en el Municipio de manera parcial. Algunas actividades aún serán delegadas al vicealcalde y a concejales.
Su primera actividad el lunes 1 de febrero fue un recorrido de obras en el barrio Villa Marina. Luego se trasladó a otros barrios, donde fue recibido entre oraciones de agradecimiento y pedidos de pavimentación de vías, legalización de predios y obras para mitigar el efecto de las lluvias.
“Creo que estoy aquí por la voluntad de Dios y las oraciones de todos. Tengo un mayor compromiso”, dijo en el arranque de su jornada.
Este es el testimonio del proceso de su recuperación tras vencer al SARS-CoV-2:
“La carga viral fue impresionante. Eso fue lo que hizo que, a mi edad, con mi estado físico, la enfermedad se complicara. Estuve intubado y ha sido un proceso duro.
Desde que recibí el alta he trabajado en la parte física, para recuperar la movilidad de algunos músculos afectados por una hipotrofia, por los días que estuve en cama; hubo una afectación también en el sistema nervioso. La mayor afectación fue del lado izquierdo: tengo la cuerda vocal paralizada producto de la intubación, contracturas y una afectación puntual en la cadera.
Mentalmente, uno queda bastante agotado. Hay un estrés pos-terapia intensiva, que hace que la mente, después de haber pasado por todo este proceso, quede agotada, ofuscada y la capacidad de concentración disminuye. Pero todo ha ido mejorando con el paso del tiempo y con los respectivos ejercicios.
A las 08:00 voy a un centro privado, que me ha dado las terapias de forma gratuita, y luego me traslado al Patronato Municipal para otro tipo de terapia por las contracturas; por la tarde acudo a terapia de lenguaje, para buscar que se movilice la cuerda vocal. Esos ejercicios también son de respiración para recuperar la elasticidad del pulmón. Luego, descanso.
A diario, Intriago acude a terapias de rehabilitación. El paso por terapia intensiva le dejó algunas lesiones musculares y daños en las cuerdas vocales por la intubación. Foto: cortesía Municipio de Manta
Es difícil precisar por qué mi cuadro se agravó. La enfermedad es bastante caprichosa. Mi contagio fue producto del contagio de mi mamá. Es una mujer hipertensa, asmática, de la tercera edad, con colesterol sumamente elevado, con hígado graso y problemas de circulación, pero pudo salir del covid sin mayor complicación; nunca salió de la casa, con un tratamiento normal. Lo que pasó conmigo es una situación que ni los médicos lograron explicar.
Cuando recibimos el diagnóstico de mi mamá, decimos quedarnos en casa porque no queríamos exponer a más gente. Lamentablemente, un pequeño descuido hizo que esto pase, no hay otra explicación. Porque durante toda la pandemia me tocó exponerme y nunca salí contagiado.
Mi esposa y mi hija también se contagiaron, pero no pasó de un leve dolor de cabeza y algún día fiebre.
En cambio, yo no podía respirar. No me podía parar de la cama. Ni siquiera el saturómetro marcaba. Tenía mis extremidades moradas, porque no me estaba llegando oxígeno. Llegue a usar pañales y ni siquiera comía… ya no tenía fuerzas para nada. No veía y escuchaba a lo lejos lo que pasaba alrededor mío. Solo recuerdo episodios.
Por eso es importante no automedicarse y buscar asistencia profesional porque, lamentablemente, mucha gente va a los hospitales a morir. Las cosas deben hacerse a tiempo.
Agustin Intriago también realiza esos ejercicios de respiración para recuperar la elasticidad del pulmón. Foto: cortesía Municipio de Manta
Fui trasladado al hospital -en Manta- para hacerme una tomografía. Y fue así como detectaron que tenía el 75% de los pulmones comprometidos; tres días después ya iba por el 85%. El cuerpo no estaba reaccionando al tratamiento y no hubo otra opción que intubarme para salvaguardar la vida, de lo contrario sería demasiado tarde.
Cuando dijeron que me iban a intubar yo me despedí. Me despedí de mi familia, me despedí de mi esposa, de los funcionarios que estaban asistiéndome. Tuve la certeza de que no iba a despertar, por lo complicado del cuadro. Tuve un 85% de los pulmones comprometidos y eso no es ningún juego.
En buena hora, nada falló. El problema cuando se entra a UCI ya no es el covid como tal, sino que cualquier órgano puede fallar. Gracias a Dios desperté antes de que eso llegara a ocurrir.
No recuerdo mucho de cuando desperté, solo que no tenía buen humor. Intenté arrancarme todo; me arranqué la sonda de alimentación y me iba a arrancar el tubo. Tuvieron que sujetarme el pecho y las manos a la cama. Los médicos dijeron que mi ser quería vivir y por eso empecé a despertar del coma. Me sedaron, nuevamente, hasta que empecé a despertar, poco a poco.
Vi a mi esposa y de inmediato pregunté por mi hija… tiene 4 añitos. Cuando pensé que iba a morir, lo único en lo que meditaba era en que no había podido cumplir mi ilusión de formarla y acompañarla en su crecimiento. Sin embargo, le dije a Dios: ‘bueno, si tú me llevas, hazte cargo y cuídala’. A veces no vemos los detalles, todos los pequeños regalos que Dios nos da día a día. Siempre estamos con la expectativa de algo diferente, cuanto tenemos todo a nuestro alcance. Hoy estamos en un proceso de llevar una vida de oración, de gratitud, de amor por la vida.
Soy un fiel creyente de que fueron las oraciones las que permitieron que regrese. Las oraciones motivaron que los médicos fueran movidos como un instrumento divino. Tenían pronosticado tenerme, al menos, 15 días en coma. Pero tuve una evolución tan rápida que hasta los médicos se sorprendieron lo pronto que salí de UCI. Para mí fue el poder de la oración. Eso hace que uno se comprometa con la vida, con la gente, con lo realmente importante.
Esta enfermedad hay que tomarle en serio. Lamentablemente, no se visualiza la magnitud de lo que estamos enfrentando hasta que no se lo vive. Por eso es importante que vivencias como la mía, y como la de otras personas, que creyéndose fuertes al enfrentar esta situación, probablemente, no sobrevivan para contarlo.
Estamos cuidando a nuestros adultos mayores, y eso está muy bien. Pero la fuerza laboral, quienes nos exponemos en el día a día, debemos tener cuidado, especialmente con los detalles; un descuido puede hacer que todo cambie de la noche a la mañana.
Ahora creo que estoy en condiciones para retomar, de forma prudente, mis actividades. Las ganas están intactas”.