Las olas pegan con fuerza en las zonas costeras de Las Piñas y Santa Rosa, al suroeste de Manta. Desde hace dos meses los aguajes no permiten dormir tranquilos a los 2 000 habitantes de estos enclaves marinos.
María Reinoso es propietaria de una cabaña de estructura de caña guadúa con techo de cade. Ella aún recuerda cuando las olas empezaron a azotar la loma de mediana pendiente que da hacia el mar. En ese lugar fueron construidas hace siete años 10 cabañas para la venta de alimentos preparados. Hoy las bases donde se levantan las estructuras son golpeadas constantemente por las olas.El Municipio de Manta envió ayuda hace un mes. “Cinco volquetas cargadas de tierras y rocas fueron depositadas en la zona de riesgo”, recuerda María.
Después de 35 días el mar se ha llevado parte del material, el peligro de que las olas destruyan el complejo de cabañas persiste.
En la zona 50 personas viven de la venta de mariscos preparados. Yolanda Reyes, dueña de otra cabaña, dice que la temporada de vacaciones de la Sierra fue muy buena. “Había días que registrábamos ingresos de entre USD 120 a 150. Desde fines de agosto apenas vendemos USD 20 al día y ahora el mar vuelve a golpear contra nuestros negocios”.
Más hacia el sur, en Santa Rosa, la situación es preocupante. El varadero para 70 lanchas poco a poco desaparece. Los aguajes han cambiado la geografía del lugar. “Hace seis meses podíamos dejar nuestras embarcaciones sin problemas en la zona de playa”, recuerda Pablo López.
Un tramo de 60 metros ahora es ocupado por el mar. La naturaleza está recuperando su territorio, comenta Ernesto Reyes. A sus 72 años nunca vio algo similar. “Ahora tenemos que jalar las lanchas de fibra de vidrio con cabos desde la playa y llevarlas hasta el ingreso de nuestras casas en la zona alta”.