Los cultivos del cantón Rocafuerte estuvieron entre los más afectados por el terremoto. Foto: Wladimir Torres / EL COMERCIO
La reparación de los terrenos, de los pozos de agua, canales de riego y la reducción de los precios en varios productos. Estos son algunos de los desafíos que aún afrontan los agricultores de Manabí, que luego de tres meses del terremoto luchan por mejorar la producción de sus cosechas.
Belisario Cadena apunta que otro factor es la dificultad para conseguir la semilla de la cebolla, por ejemplo, algo que atribuye a la falta de distribuidores. El ingeniero agrónomo colombiano tiene 16 hectáreas de maíz sembradas en el sector de Mina de Oro, en el cantón Rocafuerte. Señala que con el terremoto los motores de bombeo del agua también se averiaron y los filtros se rompieron.
Esta semana, cuando estaba listo para iniciar la siembra de cebolla, se dio cuenta que parte de la tubería de riego estaba rota. Los trabajadores cavaron a jornada extendida en busca de los tramos con fugas. “Tenemos 22 empleados fijos, pero de forma ocasional, entre dos y tres veces a la semana generamos empleo para cerca de 80 a 120 trabajadores, que ante todas estas dificultades no han podido laborar estos días”, indicó el ingeniero.
Cadena, directivo de la Asociación de Productores Agrícolas del Valle del Río Portoviejo, explica que la agrupación tramita créditos productivos con BanEcuador. Él tiene aún 17 hectáreas por cultivar. La inyección de capital es otra de sus necesidades.
Los ‘cebolleros’ están preocupados, además, por la caída de los precios que genera la oferta del producto que ingresa de contrabando desde Perú, por lo que han pedido más control a las autoridades.
“La cebolla perla está ahora en USD 20. Hace un mes estaba en 40”, dice Jaime Orellana, trabajador de un cultivo de cebolla blanca ubicado en las inmediaciones de La Sequita, cerca al balneario de Crucita, cantón Portoviejo. En el sector conocido por la siembra de cebolla, también se cultivan melones, maíz y pimiento.
Desde que vio su casa destruida por el terremoto, Orellana se mantiene en actividad en el agro, gracias a que percibe un jornal diario de USD 15.
Junto a dos compañeros retira la maleza de la siembra, pero la cebolla este año no ha crecido como esperaban. Está “como pasmada por los sismos y las réplicas”, cuenta. Hasta fines de julio, para la cosecha, esperan que mejore su tamaño.
El terremoto rompió los canales de riego en el sector rural del cantón Rocafuerte. Los cultivos de arroz de la zona de Las Maravillas, también en Rocafuerte, sufrieron un mes de escasez de agua. Durante ese tiempo, máquinas de los municipios y del Consejo Provincial trabajaron en la rehabilitación de los cauces afectados.
Johnny Zambrano, agricultor del sector, asegura que la falta de agua bajó el rendimiento de su cultivo. Él cosechó durante la última semana 6 hectáreas de arroz en Las Maravillas. “En una buena cosecha, el rendimiento es de 80 a 90 sacos de 200 libras por cada cuadra. Ahora estamos recogiendo de 60 a 70 por cuadra, por la falta de agua e insumos que no pudimos concretar”.
Lo irónico es que antes del terremoto esta zona ya estaba recuperándose de los estragos de las inundaciones de la pasada época invernal. El Ministerio de Agricultura estimó que 5 500 hectáreas de cultivos de arroz, zapallo, maíz y fréjol sufrieron afectaciones. En Las Maravillas, luego de cinco días después de la inundación que arrasó cultivos de arroz y maíz vino el terremoto.
Zambrano, que espera en un mes volver a sembrar arroz, guarda esperanza. “Nos estamos recuperando, estamos saliendo adelante. Hemos tenido el apoyo de los GAD y del Consejo provincial” (en el tema de reconformación de cauces y canales). Los bancos, agrega, también han entendido su situación.
Con la actual cosecha, el agricultor espera cancelar lo que adeuda a BanEcuador, el antiguo Banco Nacional de Fomento (BNF), para acceder a un nuevo crédito productivo. También la debe a la banca, que le ha extendido el plazo de pago por tres meses más.
En el sector conocido como La Dolorosa, cercano a Bahía de Caráquez, el remezón del terremoto desprendió unos 500 zapallos –los más prometedores en tamaño– de una colina del kilómetro 12 en la vía a Tosagua. Esto era parte del cultivo de Ángel Plazarte.
Este agricultor, de 49 años, sembró en enero tres cuadras y media de ese producto. Una recuperación en el precio del zapallo lo motivó a cosecharlo nuevamente. “Estaba muy barato, a 60 centavos ofrecían por los calificados de mayor tamaño. Por último, ya no los querían ni comprar. Ahora está en USD 1,30”, apuntó.
La zona es árida, solo es fértil entre enero y mayo, pero gracias al agua que se traslada en camionetas por los caminos rurales (USD 10 el viaje).
A pesar de las pérdidas y las deudas, Plazarte ya piensa en el cultivo del próximo invierno. Mientras tanto, se ocupará como jornalero en una zona de algodón e higuerilla. No sabe hacer otra cosa, porque toda la vida trabajó en la tierra.