Al límite con Colombia, al borde norte de la provincia de Esmeraldas en el cantón Eloy Alfaro, el próximo periodo escolar se presenta difícil. La situación no es nueva, pero con la aparición del covid-19, los problemas empeoraron. El 6 de mayo comienza el nuevo año lectivo, y se espera que el Gobierno pueda ayudar a mejorarlo.
“En dos años (de pandemia) dicen que hemos retrocedido 20 años, pero yo digo 30”, dice Hermínsul Rodríguez, sobre la educación en la zona. Él es el rector y profesor de la Unidad Educativa Fiscomisional Paulo VI, una de las dos instituciones de la isla de Valdez, conocida como Limones, en Esmeraldas.
A pocas horas de la frontera, a 40 minutos en lancha desde San Lorenzo, Limones es la única ciudad urbanizada del cantón Eloy Alfaro. Tiene una población de 6 226 habitantes de los 45 629 del cantón, según la proyección del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) del 2021.
La Alianza de Derechos Humanos declaró que en el 2020 el cantón poseía un índice de insatisfacción de las necesidades básicas del 93,41%, uno de los más altos del Ecuador. En el distrito hay 16 160 estudiantes y 696 docentes, mientras que Limones tiene 2 097 y 99 respectivamente, según los datos abiertos del Ministerio de Educación.
La isla goza del “privilegio”, según Rodríguez, de tener una antena de Internet CNT. Esta dio conectividad a la zona, justo lo que necesitaban los jóvenes limoneños para sus cursos virtuales en medio de la pandemia. Pero esto no ayudó, ya que muchos no pueden ingresar al Internet, señala Videlma Mideros, madre de familia de la isla.
¿La razón? No todos pueden tener un celular o una computadora, explica Rosa Crecencia. La mujer es guardiana de su nieto Jorge desde el secuestro de su padre hace 14 años y de la muerte de su madre por covid-19.
Además, el precio del Internet bordea los USD 30 mensuales, más del doble de los USD 12 de pensión de la institución Paulo VI. Hay familias a las que se les dificulta pagar ese precio, por lo que adquirir el servicio de conexión es imposible, explica Patricia Cortés, ciudadana de Limones.
Por eso, los estudiantes se agrupaban donde compañeros con Internet o usaban los celulares de sus padres. Este último es el caso de María Luisa, alumna de 14 años de la Unidad Educativa Fiscal 16 de Octubre, la segunda institución de la isla. Por esta razón solo asistían a clases una o dos veces por semana.
Ruralidad desconectada
Estos problemas se intensifican en las zonas rurales. A lo largo del río Cayapas hay más de 25 comunidades que no tienen conectividad, entre estas Zapallo, Agua Salada, Jeyambí y otras, indica Cornelia Sandoval, directora Distrital de Educación del cantón.
Esto es culpa de los gobiernos pasados que no realizaron instalaciones eléctricas en las comunidades rurales, afirma Fausto Segovia, exministro de educación. Por esto, en la pandemia se necesitó hacer acuerdos con el Ministerio de Salud y las juntas parroquiales para enviar fichas académicas a los estudiantes. Estas consistían en hojas pedagógicas con instrucciones para que puedan trabajar por sí solos.
Esto causó falencias en su educación. Según un estudio del Ministerio de Educación del año pasado, a nivel nacional 4 de cada 10 estudiantes no han desarrollado la habilidad de resolución de problemas, comprensión lectora ni de metacognición. “El tiempo perdido nunca se va a recuperar”, lamenta Sandoval.
Infraestructuras dañadas
Al volver a las aulas, se pudo notar cuánto se deterioraron las instituciones en el periodo de inactividad. Según la ministra de Educación, María Brown, en el gobierno de Lenín Moreno, “el financiamiento para el mantenimiento de las unidades educativas de todo el país fue anulado durante la pandemia”. Este recorte fue “prácticamente el 100%” de los fondos, agrega.
Esto imposibilitó las intervenciones anuales que debían hacerse. En Limones, las dos instituciones se vieron afectadas, especialmente la 16 de Octubre que tiene un estado preocupante: moho en las paredes, óxido en los techos, pupitres destruidos, baños inservibles, problemas eléctricos, entre otros.
La institución Paulo VI, ya que es fiscomisional, se mantiene mejor gracias al financiamiento del 70% del Estado y las pensiones de los estudiantes. Esto les permitió hacer sus propias reparaciones, comenta Rodríguez. Pero no fue suficiente: faltan vidrios y hay zonas infestadas con moho.
Lo que prevalece en todo el cantón. De las 114 instituciones del distrito, prácticamente todas necesitan ayuda, aclara Sandoval. Y sus costos van desde los 20 a USD 70 000. Cinco obras en instituciones unidocentes y bidocentes del río Cayapas comenzaron, pero no han sido terminadas.
A pesar de que se dispone de USD 150 millones de financiamiento a nivel nacional, aún no “está definido” cuándo se realizarán los demás trabajos, declara la ministra Brown. Por lo que no van a estar listas para el inicio de las clases el 6 de mayo.
El futuro de la frontera
Según la ministra Brown, se quiere solucionar la mayoría de los problemas de la infraestructura este año. Para esto, el presidente Guillermo Lasso va a contar con USD 700 millones en todo su periodo, añade.
Además, se suplementarán las clases con nuevas jornadas de estudio para ayudar a los estudiantes atrasados, sin aumentar las horas de trabajo de los docentes, anuncia la Ministra. Con esto se planea evitar que estudiantes abandonen sus estudios.
En conjunto, los dos colegios de Limones perdieron alrededor de 600 estudiantes el último año lectivo. Volviéndolos más vulnerables a la influencia de los grupos ilegales de Colombia. Los chicos “están siendo totalmente tentados por el narcotráfico”, explica una fuente anónima.
A pesar de todo, los habitantes de la frontera están orgullosos de dónde viven. “Yo me siento feliz. No cambiaría Limones por nada”, expresa con una sonrisa Meyla Estupiñan, profesora de la isla. Pero para que este orgullo no se pierda, es necesario un cambio.