Amanece. Entre los techos de paja de las chozas de tapial, dispersas en la comuna El Tingo a 8 kilómetros del centro de la parroquia Simiatug (Bolívar), se levantan innumerables columnas de humo.Las labores del día comienzan. Los hombres, ataviados con ponchos rojos tejidos con lana de borrego y las mujeres con chales y anacos para protegerse del viento helado, caminan por las calles polvorientas del pueblo.
Una de ellas es Martha Yanchaliquín. Teje una shigra (bolso) mientras pastorea un rebaño de corderos sobre el suelo arenoso.
Utiliza hilos de yute rojos, morados, verdes, lilas y azules para dar formas rectangulares y romboides a su artesanía. Es un oficio al que se dedica desde el 2009.
Teje de tres a cuatro bolsos por mes. Luego los vende a la microempresa de la Asociación Simiatug Samai que funciona desde el 2000 en esa parroquia.
Por este trabajo Yanchaliquín recibe USD 50. Con el dinero compra alimentos y financia los gastos de educación de su hijo.
“Gracias a Dios es una manera de ayudar a mi esposo Luis Azogue. Él gana USD 60 semanales como jornalero en Ambato”.
Simiatug, a una altitud de 3 880 m, es catalogada una de las comunas más pobres de Bolívar. Según la Universidad Estatal de local, el 97% de sus 8 000 habitantes vive con menos de USD 1 por día.
Pero Hermelinda Aime, presidenta de la Asociación de Mujeres Huarmy Kunapak de El Tingo, cree que esos datos están cambiando para bien. “Las microempresas nos ayudan desde el 2002. Además de confeccionar artesanías, criamos ovinos y llamas”.
En promedio, cada mujer obtiene entre USD 10 y 50 mensuales. Saben que no los sacará de la pobreza, pero por lo menos, dicen, cuentan con un ingreso extra para comprar lo que falta en casa.
A 30 minutos de El Tingo, en descenso por una vía estrecha, serpenteante y de piedra, está Simiatug oculta entre grandes montañas. En una parroquia de no más de 150 casas añejas con paredes de adobe y techados de teja tiznada con el humo.
El pueblo es poco conocido, pero sus artesanías se cotizan bien en las tiendas de Italia y Suiza. La microempresa Simiatug Samai nació hace 10 años y en la actualidad cuenta con 700 socias de 32 de las 42 comunas de Simiatug.
Su coordinadora, Cornelia Kammermann, señala que primero se organizó a las mujeres y luego las capacitaron. Con USD 700 compraron una máquina de coser, hilos y agujas.
Así empezó un viaje sin retorno de la marginación y la pobreza en la que vivían las mujeres de esa parroquia. Kammermann cuenta que las microempresas crecieron en forma vertiginosa y dan empleo directo e indirecto a más de 1 000 personas.
Por ejemplo, en el 2009 la microempresa de textiles tuvo una rentabilidad de USD 32 830 con un circulante en el mercado local de 25 673. Para este año esperan superar los USD 41 000.
Simiatug Samai también produce plantas deshidratadas (aromáticas en infusiones), juegos para niños, turismo comunitario y embutido y carne de llamingo. Los miércoles, las calles estrechas de Simiatug se atiborran de comerciantes y compradores.
Decenas de indígenas llegan a lomo de mula con sus productos al mercado. Previamente viajaron durante una y dos horas y media desde sus comunidades.
Ese día, el almacén de Simiatug Samai, en el corazón del pueblo, está lleno de artesanas. Janette Lema inspecciona la calidad del tejido y la shigra.
María Quisintuña vendió dos tiras de tejido. Con estas piezas se elaboran bolsos, estuches y billeteras que se exportan a Suiza e Italia. En esa población se construyó la Posada Sipampa para 12 visitantes. En el verano siempre se llena con foráneos que disfrutan de los páramos, paisajes y la laguna.
Al atardecer, Yanchaliquín retorna con su rebaño de ovinos. En las seis horas de pastoreo logró tejer una cuarta parte de una shigra. “Esta la terminaré en cuatro días. Es un trabajo laborioso”, dice.