Segundo Díaz vivió la erupción del Tungurahua en 1944. Cuenta que la ciudad vivió un caos. Hace 11 años le sacaron de Baños.
De jovencito viví una erupción del Tungurahua, un poco más fuerte de la que hoy estamos pasando. Hoy tengo 84 años, pero recuerdo clarito que hace 66 años el volcán arrojó sobre Baños bastante cascajo encendido. Toda la gente estaba asustada, corría sin saber qué hacer ni a dónde acudir.
Quería salir a lugares más seguros, pero no podía, porque se confundía. Ahora sabemos qué hacer, pues hay ayuda de varios organismos. Pero en ese entonces estábamos prácticamente desprotegidos de todo.Mi casita, que hasta el momento tengo en la calle Oriente, en el centro de Baños, se cuarteó por el temblor que ocasionó esa erupción. Pero no salí porque esta es mi tierra y aquí moriré. Quisieron sacarnos y dije no, dije que me quedo en este lugar, para seguir trabajando como fotógrafo del principal parque de Baños.
Hace 11 años, cuando la mama Tungurahua volvió a erupcionar, sí nos sacaron a la fuerza.
Los policías y militares vinieron en grandes camiones para desalojarnos de nuestras casas, de estas casas que construimos con el esfuerzo de toda la vida.
Fueron días muy duros, ya que teníamos que dejarlo todo. Hubo peleas entre los baneños y la fuerza pública, pero lograron que saliéramos. A los niños y a los viejos, a todos, nos dijeron que debíamos salir, porque algo malo podía pasar. Decían que la erupción de ese año acabaría con el pueblo. Nos llevaron y nos dejaron en Ambato. Otros se fueron a Riobamba, a Latacunga y otros hasta Quito.
Allí nos dijeron: ustedes sabrán qué hacen. Con mi mujer, Teresa Miranda, y mis tres hijos, Marco Cecilia y Gustavo, nos quedamos en la casa de unos evangelistas que nos ayudaron en un inicio.
Pero luego nos cobraban USD 25 de arriendo, era bastante, y ya no podíamos costear eso, aunque en un inicio sí tenía dinero.
Los policías no nos dejaron sacar nada de las casas. Como digo, soy fotógrafo desde muy joven, aunque desde niño me dediqué a la carpintería. Intenté llevarme la caja para revelar manualmente las fotos, pero no me dejaron.
Y en Ambato pasaba sin hacer nada. No podía trabajar ni me contrataban para nada.
Solo pude regresar 10 días después de que nos mandaron del pueblo. Vine y me llevé una gran sorpresa, porque las 30 gallinas que dejé en un corral del patio desaparecieron. De mi huerta se cogieron todas las mandarinas y los aguacates que estaba a punto de cosechar. Igual pasó con otros vecinos. Conversábamos con ellos y reclamamos a los policías que se quedaron a vigilar la ciudad, pero nunca pudimos recuperar nada.
Esas cosas dejamos en manos de nuestra virgen de Baños, para que ella juzgue lo que pasa. Nosotros tenemos mucha devoción por ella. Hace 66 años, cuando el volcán estaba bravo, la gente entraba a la iglesia a arrodillarse, a rogar y rezar ante la virgencita.
Hace 11 años, la erupción hizo que el agua natural que calentaba las piscinas se perdiera. Todos estábamos preocupados, porque la noticia salió en los periódicos.
Mi hermano, Miguel, vino y habló con el padre de la iglesia para que hiciera una misa allá. Ahí armamos un altar, llevamos a nuestra patrona (Virgen de Baños).
La misa fue larga, todos comulgaron y cuando la ceremonia se acabó, un señor gritó: ¡gracias, gracias virgencita, ya tenemos agua (‘) vengan a ver todos! Corrí y mis ojos vieron cómo volvió a salir de forma natural, cuando horas antes esa fuente estaba vacía y el agua no quería aparecer, a pesar de que días antes, con pala en mano cavábamos, bastante.
Por eso, ahora no queremos salir por nada del mundo de Baños. No queremos que ni militares ni policías vengan a decirnos qué tenemos que hacer, porque nos quedaremos aquí para siempre.
Estamos bien todos, hay turistas que vienen y nos dan trabajo. En la fotografía me ha ido bien, no puedo quejarme. Antes solamente era yo, pero ahora somos 12.
Los fines de semana hay bastante gente y por cada fotito que hacemos cobramos dos dólares. Enseguida entregamos las fotos y los turistas se van contentos. Por eso es que no queremos dejar nuestro Baños.