40 kilómetros por hora. El anuncio resalta en los rótulos amarillos que bordean el tramo sur de la vía Perimetral de Guayaquil.
Para los conductores la señal pasa inadvertida. Tráileres, camiones, buses y autos sobrepasan el límite, llegando a superar los 100 km “Es una vía rápida. Manejar a esa velocidad es imposible”, dice Carlos Samaniego, quien conduce una volqueta.Como consecuencia, a diario quienes viven junto a esta autopista son testigos de accidentes y muertes. El jueves, sobre el asfalto del km 3, quedó la huella de un neumático. “Una volqueta elevó a dos niños que iban en moto. Quedaron en media calle”, contó Antonio Zambrano.
Hace ocho meses instaló un negocio junto a la Perimetral, en la cooperativa Un techo para los pobres de la Trinitaria. En ese tiempo ha visto 22 accidentes.
Cruzar ese tramo a pie es riesgoso. El ventarrón que provoca el paso de grandes camiones despeluca el cuerpo. Y aunque en la entrada a la cooperativa Polo Sur hay siete semáforos, los transeúntes prefieren arriesgarse a pasar en cualquier intersección.
“La verde dura 50 segundos y la roja 15”, dice Yanela Corozo mientras acelera el paso en la descolorida línea cebra. En brazos, lleva a su hijo de 2 meses.
A Vicente Real, el cruce le toma hasta dos minutos. Hace cuatro años perdió una pierna y desde entonces usa muletas. Para llegar al centro de salud de la Trinitaria debe atravesar los cuatro carriles de la Perimetral, con la mirada fija en los semáforos.
La vía atraviesa toda la Isla Trinitaria, populoso sector del sur de Guayaquil. Desde sus aceras regeneradas se extienden como largos brazos de tierra las calles de sus 70 cooperativas. Ahí viven 91 028 habitantes.
Pese a la magnitud de la población, en ese tramo solo hay semáforos en tres puntos: después del primer puente que atraviesa un ramal del estero Salado, en el ingreso al Trinipuerto y en el desvío al Batallón del Suburbio.
Una vía que quedó sumida por el nuevo Guayaquil
Hace 23 años, el gobierno de León Febres-Cordero concibió a la Perimetral como una vía exclusiva para transportes pesados. En los planos se divisó una autopista de casi 47 km, entre el Puerto Marítimo y los puentes de la Unidad Nacional, enlazando los cantones Guayaquil, Daule y Samborondón.
En 1987 la maquinaria del consorcio español Agroman-Dragados se abrió paso entre la maleza que rodeaba la entonces periferia de la urbe. Pero a medida que avanzaba las invasiones ganaban terreno.
Hoy, la Perimetral es una arteria vial más de la ciudad. Incrustada entre miles de casitas de caña, acoge a 504 240 personas en sus alrededores, según una proyección de la Dirección de Ordenamiento e Infraestructura Territorial del Municipio.
Pasando el tercer puente se ve el último vestigio de manglar. Ese punto es bien conocido por la Policía. Con el crecimiento descontrolado, la Perimetral se convirtió en sinónimo de inseguridad, pues es común encontrar cadáveres abandonados.
Solo en el km 13, en el desvío a la Costa, resurge el movimiento de peatones. En la acera polvorienta, transeúntes y vendedores improvisaron un paradero. “Es riesgoso, pero aquí hay buena venta. Pasan unas 200 personas al día”, cuenta Miguel Trejo.
Tres kilómetros adelante, en la entrada a la Espol, decenas aguardan un bus junto a una baranda metálica. La 120, la CTP 4, la 118… levantan una nube de polvo cuando frenan a raya.
Algo similar pasa entre las cooperativas Lomas de la Florida y Pancho Jácome. Aunque hay semáforos y vigilantes, los carros no se detienen ante la luz roja.
Atemorizada, María Lema cruza trotando. El paso para peatones dura 20 segundos. Para los autos, un minuto. “Me dan nervios, he visto gente morir aquí”.
Su temor se refleja en las cifras de la Dirección de Planificación y Señalética de la Comisión de Tránsito del Guayas (CTG). Entre enero y junio de este año, en la Perimetral se han reportado 200 accidentes. El saldo: 138 heridos y 19 muertos.
El más reciente fue el 5 de septiembre, cuando una camioneta arrolló a más de 20 personas en un paradero en el km 22, entre los sectores Paquisha y Bastión Popular; 15 de ellas murieron.
Tras las protestas de los moradores, la CTG colocó un semáforo. Pero pocos lo respetan. Ayer, a las 10:30, Luis Rivadeneira fue atropellado cuando cruzaba a unos 50 metros del semáforo.
De ahí que las autoridades apuestan por los pasos peatonales elevados, aunque a largo plazo. E incluso se discute su nombre, Perimetral, pues ya quedó sumida por el nuevo Guayaquil.
47 kilómetros que muestran dos caras
El km 20, conocido como la entrada de la 8, es una muestra de la nueva ciudad. Esa es la puerta a la Balerio Estacio, en donde viven 130 073 personas.
A las 18:00, el estruendo de los camiones se funde con el griterío de la gente. Junto al mercado, que se toma las veredas y el parterre central, cientos esperan los vetustos buses que los lleven por una ruta de hasta media hora a sus casas, bordeando las lomas.
Ender Pinto es un manabita que vende frutas en plena calle. Las llantas gigantescas de las volquetas pasan rozando las piedras que sostienen la tolda de su puesto. “Gracias a Dios no ha pasado nada’ hasta ahora”.
A su alrededor, la gente corre sorteando las carretas de los comerciantes que se instalan en la vía. Otros miran de un lado a otro y hasta se empinan para pasar entre los guardachoques.
El recorrido abarca El Fortín, Paraíso de la Flor y Flor de Bastión, donde los tanqueros recorren los cerros ofreciendo agua y donde el alcantarillado aún no llega. “Los políticos solo vienen para campaña, pero nunca cumplen”, dice Reinaldo Baque.
Tan solo cinco kilómetros adelante, en Daule, el panorama cambia. En el tramo La Aurora hay unas 15 urbanizaciones de clase media alta. Son miniciudades, con cientos de villas.
Al llegar a Samborondón, la vía muestra otro rostro. Las aceras lucen plantas exóticas y los autos último modelo reemplazan a los camiones. Es una zona de alta plusvalía, por sus mansiones y centros comerciales.
Junto a los puentes de la Unidad Nacional, la Perimetral muere. Ahí concluye la obra que hace dos décadas costó 13,5 millones de sucres y que hoy soporta a unos 20 000 carros por día.