El 20 de junio del 2002 fue la última vez que la tripulación del atunero Jorge IV se comunicó con sus familiares de Manta y Jaramijó. Navegaban al noreste de Ecuador, suroeste de Colombia.
Pero el mar les jugó mal: 18 tripulantes y el barco de casco metálico desaparecieron. Hasta la fecha nadie sabe qué sucedió. El mar devoró a la embarcación y a sus ocupantes.Desde la tragedia del Jorge IV, hasta la fecha, tres barcos de similares características se hundieron frente a las costas de Manabí. 13 tripulantes más no regresaron a casa, según los registros de la Capitanía del Puerto de Manta.
La nostalgia por la ausencia de los seres queridos es dura. “Aquellos que se fueron y no volvieron dejaron a sus madres muertas en vida”, dice, entre sollozos Solanda Vera. Ella no puede dejar de llorar cuando recuerda a su hijo Tyron.
Él era uno de los 18 tripulantes del Jorge IV. Para Solanda, su hijo no está muerto. Como el barco desapareció cerca de territorio colombiano, cree que Tyron fue secuestrado por la guerrilla colombiana y algún día será liberado.
Mientras lo espera, se entretiene en su negocio de venta de alimentos preparados en Jaramijó. En su vivienda de dos pisos, frente al edificio del Cuerpo de Bomberos, en el día vende materiales eléctricos y en la noche comida criolla manabita. La mujer de piel blanca no pierde la esperanza de encontrar a su Tyron.
Los accidentes en faenas de pesca, después del naufragio del Jorge IV, continuaron. El primero de octubre del 2006, el barco El Dominador se hundió al norte de Manabí. Ocho tripulantes desaparecieron. El 7 de junio del 2008, El Betty C se incendió y luego se hundió. Toda la tripulación se salvó. El 27 de noviembre del 2009, el atunero Saturno se viró frente a las costas de El Matal, un enclave marino ubicado en el cantón Jama, en el norte de Manabí. Cinco miembros de la tripulación no regresaron.
El último naufragio sucedió frente a Playas (Santa Elena) hace dos semanas. El pesquero César V se hundió. Cuatro de sus tripulantes no pudieron salir del área de camarotes y el cuarto de máquinas. Fallecieron ahogados y tres eran manabitas.
El 13 de mayo en los funerales de Próspero Zamora -capitán del César V- Pedro Alberto Rivas Palma y José Bailón, sus familiares y amigos coincidieron en que el mar les da el sustento: la pesca, pero les cobra con sus vidas.
“Ser pescador es una lotería, cuando uno sale a faenar no sabe si regresará”, dice Fabián Quijije, un pescador artesanal, de 35 años, residente de la parroquia Los Esteros (noroeste de Manta).
Las causas de los naufragios no son claras y se prestan para muchas interpretaciones. El armador pesquero, Raúl Paladines, cree que hay varios aspectos que desde hace 10 años inciden en el hundimiento de un barco.
Paladines es propietario de la flota pesquera Paladines Hermanos, que agrupa a siete barcos atuneros. El primer factor lo atribuye a las condiciones del mar. “El clima está cambiando, ahora las corrientes marinas son cada vez más fuertes, igual que los vientos y las olas. Se necesitan buenos capitanes para enfrentarse al mar”.
Otra de las hipótesis de Paladines es el frecuente cambio de tripulaciones de un barco a otro. Algunos, después de estar hasta 10 años en un barco, por algún problema se van a trabajar a otras naves. “Cada una tiene sus trucos, para familiarizarse hay que trabajar mínimo tres años seguidos en cada embarcación”.
Paladines afirma que la mayoría de las 87 embarcaciones de pesca industrial, que forman parte de la flota pesquera ecuatoriana, está en buenas condiciones. “Cada año los barcos son llevados a dique (para reparaciones). Se los rehabilita, a mediados de año, cuando llega la veda del atún”.
“El estado de las embarcaciones nacionales fue puesto a prueba cuando sucedió el tsunami en Chile. Había 12 barcos navegando al norte de Chile y sur de Perú. Después del terremoto vino el tsunami y las embarcaciones soportaron olas de hasta seis metros de altura, todas salieron ilesas”, afirma Paladines.
El biólogo marino, Jimmy Martínez, sostiene, que en los últimos cinco años se han presentado vientos (nortes) muy fuertes, lo cual puede ser por el cambio climático. Martínez no descarta las malas maniobras de la tripulación cuando están en faenas de pesca, como posibles causas de los hundimientos de barcos.
Por ejemplo, si la tripulación de un atunero -con capacidad para 1 200 toneladas- halla una mancha de atunes de 800 toneladas no debe ir tras ella. La fuerza del banco de peces viraría de inmediato al barco al momento que se intente cercarlo con las redes.
Otra de las posibilidades que provocarían que un barco se hundiera: la mala estiba (no adecuada distribución del peso) en las bodegas del barco.
El experto dice que “no todo el año el Océano Pacífico está tranquilo. Pienso que faltan más alertas de los organismos que estudian el clima para que los tripulantes y sus barcos salgan con más conocimiento sobre el comportamiento climático en el mar”.
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