En la provincia Chimborazo, ubicada en la región andina del Ecuador, 600 mujeres de cuatro Organizaciones de Segundo Grado (OSG) están bajo el liderazgo de 30 dirigentes.
Ellas se destacan en sus comunidades y parroquias por desarrollar varios proyectos productivos como las cajas solidarias, crianza de animales menores y otras iniciativas.
Ana María Pilamunga viste un anaco negro, una bayeta roja y un blusón blanco con flores bordadas con hilos de colores. Sobre su cabeza lleva un sombrero como los que se usa mucho en su natal Columbe. A sus 41 años, Ana María es una de las líderes que impulsan el progreso de la mujer indígena de la provincia.
Pilamunga ha sido vicealcaldesa de Colta, vocal en la Junta Parroquial de Columbe, y promotora del desarrollo de la mujer en cuatro organizaciones. Actualmente es técnica de proyectos productivos en el Consejo Provincial.
“Desafiar el esquema jerárquico tradicional indígena no es una tarea fácil. En las comunidades, los hombres tomaban las decisiones y las mujeres nos encargábamos de los huertos, el cuidado de la casa y los animales”, señala Pilamunga.
Ella decidió tomar un camino diferente desde su adolescencia. Pese a que creció en la época de los grandes hacendados, cuando aún no se aprobaba la Reforma Agraria saboreó la explotación laboral a la que les sometieron los patrones.
En 1975, las luchas y el activismo social por la igualdad eran solo lideradas por los hombres. Pese a la oposición de su madre y de algunos hombres de Llin Llin, su comuna, Pilamunga fue la primera mujer en estudiar y obtener el bachillerato.
Así incursionó en el activismo político, tras 10 años de recorrer las comunidades de Guamote, Alausí y Chunchi. “Nos sabían gritar, váyanse machonas, enseñan a las mujeres a botar la casa”, recuerda Ana María con tristeza.
Su función era unir a las mujeres indígenas para integrar pequeñas organizaciones en las comunidades, fundar cajas de ahorro y entregar un capital para iniciar pequeños negocios para el sustento de la familia.
En esa tarea le acompañó Elizabeth Illapay, otra líder de Chimborazo. Para ella, los espacios que las mujeres tienen en la política no son justos y siguen rodeados por estigmas. “Usan a las mujeres como relleno para completar las listas, deberíamos ser 50 – 50, pero aún no hay equidad”, dice Illapay.
Como producto del trabajo de ambas dirigentes, en el 2004, lograron integrar 150 cajas de ahorro en los tres cantones. Estas son administradas por mujeres. Algunas se convirtieron en empresas comunitarias de donde nacieron más líderes.
Es el caso de Delia Caguana, presidenta del Movimiento Indígena de Chimborazo (MICH).
Desde la creación de este organismo, hace ya casi 50 años, nunca se eligió a una mujer para ocupar ese puesto. “En las familias se ve cómo la mujer camina tras su marido y si una sale adelante, hay muchos que hasta se sienten humillados. La educación es la única forma de cambiar”, opina Caguana.
En las organizaciones de Riobamba, Guamote, Colta y Alausí, las mujeres se dedican a estudiar sus derechos y a competir por los espacios. En Químiag, por ejemplo, 20 madres de familia formaron el grupo ‘Mujeres del Nuevo Milenio’. Escogieron este nombre pues no quieren repetir la historia de sus antecesoras.
Otra organización similar se fundó en Cacha hace ocho años. Las mujeres de este sector incursionaron en el turismo y en las artesanías de lana de alpaca. Pero su grupo se fortaleció a tal punto que su opinión se volvió indispensable en la toma de decisiones de la comunidad.
“Es tiempo de que nosotras tomemos el mando en nuestras comunidades. Estamos capacitadas para dirigir, somos buenas para administrar bien los recursos económicos. Somos más sensibles para hacer las cosas. Lo hacemos con amor de madre”, piensa Juana Yambay.