Redacción Ecuador
Liliana Robles ya no cree en los pronósticos del tiempo. Desde hace más de un mes perdió la costumbre de consultar en la Internet la información que proporciona el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).
Drama en Manabí
El agua para consumo humano y riego que es almacenada en las represas La Esperanza y Poza Honda se reduce por efecto de la falta de lluvias.
En el embalse de Poza Honda, del cual depende 11 cantones del centro sur de Manabí, apenas hay 39 millones de m³ útiles, su capacidad máxima es de 100 millones. Ahora, entre risas, cuenta que por más de una vez salió a la calle con ropa liviana, pero en el trayecto cayó la lluvia. “Entiendo que ha de ser difícil predecir el clima, pero el desacierto no puede ser tan extremo”.
Esos desfases no afectan solo a la vida cotidiana de las personas. En un país como Ecuador, donde importantes sistemas como el de generación de energía eléctrica dependen de la naturaleza, los métodos aplicados para la medición de las condiciones meteorológicas deberían ser más precisas.
Humberto Enríquez, técnico del Inamhi, reconoce que predecir el clima en el país es muy difícil. Sus argumentos son, principalmente, la ubicación geográfica y la presencia de la zona de convergencia tropical, donde se unen vientos que vienen de distintas direcciones. “Nosotros acertamos en el orden del 85%”.
El técnico aclara que cuando se trata de advertir prolongados estiajes o inviernos, la situación se vuelve más complicada. “Nosotros podemos garantizar un pronóstico, máximo hasta para cinco días”.
En este año, el golpe de la falta de lluvias han sido fuerte: los cansinos apagones después de 14 años, los racionamientos de agua potable en Ambato y en Cuenca, la reducción del pasto disponible para las vacas…
La naturaleza es impredecible. Por eso, Robles ahora toma las previsiones antes de salir de casa, para no dejarse sorprender del clima. En la parte más seca de Manabí, en Pedernales, Juan Zambrano aspira a que caiga la bendita agua del cielo.