Osvaldo Hurtado, Exvicepresidente y Presidente de la República en los albores del presente período democrático. Foto: Diego Pallero/El Comercio
Osvaldo Hurtado fue Exvicepresidente y Presidente de la República en los albores del presente período democrático. Es autor de varios libros clásicos de la politología ecuatoriana, como ‘Dos mundos superpuestos’ y ‘El poder político en el Ecuador’. Recientemente publicó ‘Dictaduras del siglo XXI’.
A usted le tocó gobernar en crisis. ¿Cómo fue?
La crisis de los años 80 se parece muchísimo a la que ocurre hoy. Hubo 10 años de prosperidad. El petróleo pasó de USD 2,5 el barril a USD 40 a fines de la década. El petróleo ocupó más del 50% de las exportaciones. El país jamás había vivido una época de riqueza y de abundante dinero.
¿Y hubo un crecimiento de la inversión pública?
El Ecuador había cambiado completamente. Comienza a formarse una clase media más fuerte. Se construyen muy buenas carreteras y las centrales hidroeléctricas.
¿Qué afectó al país?
De pronto a principios del 81, se producen varios fenómenos. El precio del petróleo descendió a USD 11 en el 86. La tasa de interés subió al 20%, cosa inimaginable ahora. Y se cierra el crédito, primero por la guerra de Malvinas, y luego por la mora de México y casi todos los países de América Latina. Se produce un conflicto en la frontera con Perú que implica gastos militares. Luego vino la desgracia de las inundaciones.
¿Qué debió pensar cuando tomó medidas que desdecían esa bonanza?
Se supone que un político y más un Presidente tiene la obligación de servir al interés general. La clase media que había mejorado sus condiciones de vida no quería perder lo que había conseguido. Los trabajadores no aceptaban que se produjera una reducción del salario por la inflación y porque los ajustes no correspondían al aumento de los precios. Los empresarios, que habían sido rodeados de privilegios, no querían que aumentaran los plazos de interés ni que los plazos fueran más cortos. Además, en el país no había una cultura económica. Todos estos eran temas muy difíciles de entender y peor de justificar, pero el Presidente tiene que ver más lejos.
Medidas que pueden ser imprescindibles no se toman para no afectar el capital político…
Un Mandatario está para servir al país, que está sobre el partido, el sindicalismo, los empresarios y todas las organizaciones de la sociedad. El Presidente, desde su particular visión, pues se supone que es la persona mejor informada, toma las decisiones que corresponden para evitar un agravamiento de la crisis y sentar la base para su recuperación.
Usted decretó el estado de emergencia, una medida desagradable cuando recién se vuelve a la democracia…
Durante 10 años el país se acostumbró a que había dinero para todo. No solo para obras importantes sino también para aumentar la burocracia que se duplicó. Se doblaron los salarios al iniciarse el gobierno democrático de Jaime Roldós. Eso significó un peso muy grande en el presupuesto de una empresa y sin duda del Estado.El poderoso movimiento sindical de la época, el FUT, declara una huelga nacional indefinida, en marzo del 82. Algo así es para derrocar a un Gobierno.
¿Cómo lo manejó?
La capacidad de negociación democrática, las conversaciones con el secretario general del Partido Comunista, René Maugé, hicieron que se cortara la huelga. El Gobierno aceptó ciertas transacciones en cuanto a los impuestos, aranceles, eliminación de subsidios, reducción de personal y logramos sobrepasar la crisis.
Además, usted decretó la sucretización, que es para muchos una de las medidas más cuestionables de este período democrático…
Y lo hice a favor de los peores adversarios de mi Gobierno, porque cierto es que el sindicalismo combatió a mi Gobierno, pero más duro, más intransigente, más injusto fue el sector empresarial. Una Cámara incluso se sumó a la huelga general de los trabajadores que, entre otras cosas pedía la nacionalización y estatización. A tal punto llegaron los empresarios que se convirtieron en politiqueros.
¿Y qué hizo?
Se otorgó un crédito para poder pagar las deudas a los bancos internacionales. Esa deuda era en dólares, y era muy grande y las empresas estaban en incapacidad de pagarla. Si no se hubiera hecho la sucretización habrían quebrado muchas empresas, algunos bancos y se hubiera dado un escenario político muy parecido al de fines del siglo XX. Pero el vulgo cree, por la propaganda que han hecho mis enemigos políticos, que fue un regalo a los empresarios, cosa que no es realidad, pagaron su crédito. Es igual a lo que hizo Barack Obama en Estados Unidos.
¿Cuán posible fue el diálogar con los rivales políticos en una crisis?
Todo se dio dentro de la Constitución, con respeto absoluto a la libertad de expresión pero había que responder a una crisis, combatir la inflación, estabilizar el precio de la moneda, restablecer el crédito internacional y restituir el crecimiento económico.
En la toma de decisiones, ¿qué prima, lo técnico o lo político?
Siempre hay que hacer consideraciones políticas. El Presidente no se puede lanzar al vacío. Pero esas consideraciones deben referirse a que las medidas sean viables, ejecutables y que se cumplan.
¿Y si no es viable? Se cuestiona a un Presidente por persistente, pero también por rectificar…
Corregir es una excepción. En esa época no se tenía tanta información que se tiene hoy para tomar decisiones ni teníamos la experiencia de 20 y 30 años de crisis que se tiene hoy. Nada se puede inventar en el siglo XXI sobre materia económica.